Opinión

La pobreza en la literatura griega

El pasado mes de noviembre el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, que coordina Enrique Provencio, publicó el libro La idea de la pobreza en la literatura griega antigua. Se trata de un trabajo erudito realizado por el profesor e investigador de esa Universidad y columnista de este diario, Saúl Arellano Almanza.

El autor hace una inmersión en los textos de los escritores de la Grecia arcaica, que comprende los siglos VIII al V a.C., en busca de las pistas que muestren la forma en que se concebía la pobreza y también la riqueza en la sociedad griega de esa época. El estudio de Saúl Arellano es de un notable rigor académico y cabe señalar que antes de su publicación fue sometido a un proceso de dictaminación por pares y expertos en el tema.

Las obras de Homero y Hesíodo, así como la de los poetas líricos Tirteo, Calino, Arquíloco, Hipónax y Teognis son pasadas por la lupa del investigador, para descubrir en el lenguaje, las palabras, expresiones e ideas que describen imágenes o situaciones de pobreza. El objetivo es desentrañar, mediante el análisis literal o interpretativo, el significado, la concepción sobre el origen y la importancia que tenía en la vida social y económica de la antigüedad, la pobreza.

Los griegos utilizaban la palabra ptochos para referirse al indigente. Este individuo, al carecer de bienes o patrimonio propio (oikos) estaba impedido para participar en la vida pública y no se le permitía opinar. Tampoco podía construir una morada por lo que se veía obligado a llevar una vida errante. Mendigaba su sustento en la ciudad y en los pueblos vecinos.

Cuando Odiseo regresa a Ítaca para reunirse con Penélope aparece en palacio disfrazado como un mendigo vagabundo. Viejo, apoyado con un bastón, miserable, vestido con ropajes infames, implora la caridad de los presentes. No quería ser reconocido por los pretendientes de su esposa y contaba con la complicidad de su hijo Telémaco y su porquerizo Eumeo.

El desprecio que la aristocracia griega tenía por los mendigos y también su dimensión se revela en el reclamo que le hace el pretendiente Melanito a Eumeo.

Dice Melanito: ¡Oh!, ¡muy famoso porquero! ¿Por qué a la ciudad condujiste a éste? ¿No en abundancia tenemos también a otros vagos, molestos mendigos, exterminadores de banquetes? ¿Vituperas que éstos devoran los bienes de tu amo, reuniéndose aquí, y tú, quizá, también a éste invitaste?

En la Ilíada se puede observar cómo la pobreza y la mala fortuna de un pueblo puede ser ocasionada por la derrota en la guerra. La victoria otorga a los vencedores el derecho al despojo e incluso a la esclavitud. Y como la guerra se decide, no tanto en el campo de batalla de los mortales, sino por las disputas y arreglos que se hacen en la mesa del Olimpo, en última instancia, son los dioses los que definen quién es rico y quién es pobre en el mundo que narra Homero.

Ilíada

Ilíada

En los textos de Hesíodo la perspectiva es un tanto diferente. Aunque la voluntad divina no queda excluida del destino humano – hay que recordar que Hesíodo es el gran articulador de los mitos, la religión y el culto a los dioses- en su literatura existen otros elementos que explican el origen de la pobreza.

Hesíodo da un gran salto respecto a Homero porque considera que la explicación de la situación de pobreza de cada ser humano se encuentra en su propio comportamiento. Tres son los temas que este autor asocia con la situación de pobreza: la educación, la justicia y el trabajo.

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Los Trabajos y los días es un texto en el que el autor intenta establecer una serie de bases éticas, una pedagogía del buen comportamiento de los ciudadanos. Las personas deben actuar con base en patrones socialmente aceptados, “porque de ello depende tanto el orden de la comunidad como la estabilidad del orden cósmico”.

En esta obra Hesíodo establece un conjunto de “consejos” o “instrucciones” para regular el comportamiento humano, dentro de los cuales destaca la ética del trabajo. El trabajo es la fuente de la riqueza legítima y es lo que enaltece al ser humano, es lo que hace a las personas ser “gente de bien”. Es también la fuente de alivio de la pobreza. Esto es lo que Hesíodo intenta inculcar a su hermano Perses y es lo que pretende enseñar a la comunidad griega.

“Y en esto hay un cambio radical con respecto a la visión de los héroes homéricos. Aquellos ganaban fama, gloria, riqueza y prestigio en el campo de batalla; los hombres del mundo rural de Hesíodo, por el contrario, no tienen más opción que labrar la tierra, pastar el ganado y construir su entorno con sus propias manos”.

Hay en este autor una invitación a la moderación, la justicia, la prudencia, la medianía y la actuación recta. La codicia, la ambición, la soberbia no son buenas consejeras y conducen al castigo divino, a la actuación vengadora de Némesis. “No te hagas rico por malos medios; las malas ganancias son como calamidades”.

El trabajo debía tener una retribución justa, ya sea mediante la equilibrada repartición de los frutos de la tierra, o con el pago de un salario. Al respecto el poeta escribió: “El salario convenido con un hombre amigo, sea suficiente; y con un hermano, pon delante entre bromas, un testigo”. En los tiempos de Hesíodo, señala Arellano, “el salario era producto de una negociación personal, y por ello era sumamente relevante actuar con justicia porque pagar menos del verdadero valor del trabajo o servicio recibido sería un acto de ruindad”.

En la Grecia antigua se tenía la idea de que la pobreza era causada o por designios divinos o por el comportamiento individual (holgazanería, vagancia o malas decisiones). También era explicada por la guerra y el despojo injusto a partir del ejercicio del poder. No existía la idea de la pobreza como resultado del orden político, económico, o asociada a una forma de gobierno o régimen jurídico.

Arellano termina su investigación preguntando ¿por qué después de 2800 años la humanidad ha sido incapaz de erradicar de una vez por todas la pobreza? ¿Y, sobre todo, agregaría, si existe desde hace tiempo información abundante y evidencia suficiente sobre sus causas y mecanismos de reproducción? ¿Y, finalmente, por qué hay países que han logrado una reducción notable y otros no?