Opinión

Porfirio Muñoz Ledo

Porfirio Muñoz Ledo fue un hombre tan comprometido con el sistema político que supo entender la necesidad de actualizarlo y reformarlo. Estuvo siempre vinculado al poder, o en disputa para no dejarlo. Conocedor de las posibilidades y excesos del presidencialismo, advirtió contra el riesgo de llegar al despotismo.

Muñoz Ledo murió este domingo, a dos semanas de cumplir 90 años. Su enorme biografía está imbricada con la historia de la política mexicana desde la segunda mitad del siglo XX. Los obituarios registran hoy su prolífico paso por la administración pública: embajador, dirigente de partidos, secretario de Estado en varias ocasiones, legislador. Solamente le faltó ser presidente, aunque se empeñó para llegar a ese cargo.

Su deslumbrante inteligencia, aunada a un perseverante afán por el poder político hacían de Muñoz Ledo un conversador magnético y fascinante, lo mismo que un tenaz negociador. Podía ufanarse de ser un hombre culto, a diferencia de la mayoría de los políticos actuales. Pensador y reformador de la vida pública, su ampuloso estilo dificultaba la discusión con él aunque de cuando en cuando, muy a su pesar, reconocía méritos en las opiniones de otros.

Fue brillante, y se rodeó de quienes también lo eran, desde sus épocas de estudiante en la Facultad de Derecho de la UNAM. Allí fue secretario de la revista Medio siglo que reunía a Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Javier Wimer y Salvador Elizondo, entre otros. Después de estudiar en París, a fines de los 50 se vinculó con el presidente Adolfo López Mateos. Al mismo tiempo que desarrollaba una efímera carrera académica, era asesor en el gobierno.

Porfirio Muñoz Ledo, expresidente de la Cámara de Diputados, señaló que ha hecho un llamado a AMLO para advertirle que no puede heredar su alianza con el.narvo.

Porfirio Muñoz Ledo, expresidente de la Cámara de Diputados, señaló que ha hecho un llamado a AMLO para advertirle que no puede heredar su alianza con el.narvo.

Foto; Tomada de redes sociales

Hombre del sistema, Muñoz Ledo contribuyó a legitimar el autoritarismo que desembocó en la Noche de Tlatelolco. El 9 de septiembre de 1969, en un evento del PRI para comentar el informe presidencial, dijo que el “rumbo señalado” por Gustavo Díaz Ordaz era “el mejor respaldo y la argumentación más concluyente que nuestro partido puede ofrecer a la ciudadanía’’ y celebraba la actitud de ese presidente para “razonar frente al pueblo, exponer problemas, plantear dudas y deducir certidumbres’'. Muñoz Ledo tenía 36 años y no se puede decir que aquella condescendencia fuera resultado de un extravío juvenil.

Tres meses más tarde, el 20 de noviembre de 1969, Muñoz Ledo pronunció el discurso oficial en la ceremonia por el aniversario de la revolución mexicana. Delante de Díaz Ordaz, aseguró: “Hoy, en pocos países como el nuestro los jóvenes encuentran mejores posibilidades de identificación y de servicio dentro de la sociedad civil”.

Secretario del Trabajo durante tres años, en el gobierno de Luis Echeverría, tuvo una actitud de diálogo con dirigentes del sindicalismo democrático pero no resolvió sus demandas. En 1975 Muñoz Ledo fue presidente del PRI, partido al que renunciaría dos sexenios más tarde, en 1987.

Junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo y otros ex priistas hacen evidente la crisis de un sistema político que no se había renovado. La creación del Frente Democrático Nacional y la confusa elección de 1988, sobre la que se repiten más mitos que datos reales, le permiten llegar al Senado en representación del Distrito Federal. Gracias a su enfática elocuencia, brilla en la tribuna parlamentaria. Fue presidente del PRD durante tres años y, más tarde, diputado federal.

Ubicado en el eje de una transición caprichosa, en donde a menudo la construcción política se enmarañaba con la politiquería, Muñoz Ledo se obstina para ser candidato presidencial. Con esa destreza que tenía para decir con desenfado las versiones más inverosímiles, en 1988 aseguraba que era el aspirante presidencial con más respaldo entre los mexicanos. Felipe Calderón, que era presidente del PAN, lo describió con ironía: “Es como el diablo en las pastorelas, pues ese no puede faltar”.

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Acerca de aquella aspiración presidencial, esta columna consideró en agosto de 1999: “Muñoz Ledo nunca ha sido un político de arrastre popular, como se dice ahora. Lo suyo, es el tejido fino al interior de las élites —la política de cúpulas, como se decía antes—. Es un maestro en el arte del cabildeo y domina como pocos el trato con la prensa. Lo primero, gracias a décadas de experiencia en los laberintos del poder de los que nunca se ha apartado e incluso, dentro de los cuales ganó más presencia como político de la oposición que como priista. En el desempeño ante los medios, Muñoz Ledo aprovecha su extraordinaria habilidad para acuñar frases ocurrentes, que a los reporteros les permite tener ‘nota' en una cultura periodística en donde valen más las apariencias que el contenido. En cambio, no es un político de masas. Su oratoria, que puede ser eficaz en un debate en televisión, sonaría avejentada y prosopopéyica en un mitin. El fuerte de Muñoz Ledo no es el trato directo con la gente, pues su habitual arrogancia suscita más rechazos que condescendencias”.

Después de renunciar al PRD en 1999, se apoya en el desacreditado PARM para ser candidato presidencial. Poco antes de la elección de 2000 abandona esa postulación para respaldar a Vicente Fox. Embajador ante la Unión Europea, Muñoz Ledo sigue empeñado en reforma del Estado que se convirtió en una de sus causas. En 2016 encabezó la comisión que redactó la Constitución de la Ciudad de México.

Aunque respaldó la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador y como presidente de la Cámara de Diputados le colocó la banda tricolor, los cuestionamientos de Muñoz Ledo a los excesos autoritarios del actual gobierno suscitaron el desdén oficial. Le hicieron creer que lo harían embajador en Cuba para, luego, dejarlo sin ese cargo. En los años recientes Muñoz Ledo calificó al gobierno de AMLO como de “derecha catastrófica” y denunció que tenemos un “narcogobierno”.

Genio y figura, Porfirio Muñoz Ledo supo estar en el centro del escenario nacional durante seis décadas. Serán memorables su pícara lucidez, su incontenible interés por los asuntos públicos y su capacidad para proponer, replicar y pactar, que contrastan con las pobrezas de un ambiente político sin figuras como él.