Opinión

Romper con el mito tarea de Sheinbaum

Claudia Sheinbaum está cerca de romper con el mito machista -trasnochado del sistema político mexicano- de que solamente un varón puede ocupar la presidencia de la república.

La mandataria capitalina encabeza la llamada “Encuesta de Encuestas”, la cual engloba y promedia todos los resultados de los últimos sondeos sobre las y los presidenciables, publicados periódicamente en los principales medios de comunicación.

No es casual su posicionamiento. Ha demostrado saber gobernar, responde a las emergencias, cumplir sus promesas, da resultados y genera confianza.

No obstante, sabemos que hay sectores ultra conservadores que no aceptan que una mujer sea su presidenta.

Son grupos de verdaderos misóginos estancados en la masculinización de la vida política, mentes retrógradas que intentan que las reglas institucionales de competencia y participación política favorezcan eternamente a los varones.

Siempre han existido, pero, por fortuna, hoy son los menos.

Es una realidad que la discriminación, la desigualdad y la violencia política han sido una constante en la representación de las mujeres en cargos de elección popular.

¿Cómo olvidar a las mujeres violentadas, mal llamadas “adelitas”, en el Congreso federal y en los congresos locales?

Decenas de ellas, de todos los partidos políticos, fueron utilizadas con el esquema de postularlas a puestos de elección popular y, una vez que ganaban y acreditaban la paridad, las obligaban a declinar en favor de los varones.

Una práctica denigrante y vergonzosa de la política nacional, insisto, que se dio en casi todos los partidos y coaliciones políticas.

La realidad es que la incorporación femenina en la política se ha dado a base de lucha, protestas y movilizaciones.

Apenas el 17 de octubre se conmemoró el 69 Aniversario de la promulgación de la reforma constitucional que reconoció los derechos político-electorales de las mujeres en México.

Fue en 1953, bajo la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, cuando las mujeres mexicanas, por primera vez, pudieron votar y ser votadas.

Más de un cuarto de siglo después, el 1 de noviembre de 1979, la ciudad de Colima despertaba a una nueva etapa en la vida política del país, al ser electa Griselda Álvarez de León primera gobernadora en México.

La estatua de Colimán (tlatoani que custodia la ciudad) amaneció ese día histórico, ataviada con un mandil blanco en clara muestra de repudio del sector más conservador de la sociedad colimense que se negaba a aceptar a una mujer gobernadora.

Hoy, 43 años después de ese triunfo, las cosas han cambiado, pero han costado vidas y muchos sacrificios para las mujeres.

El Congreso federal presenta ahora una paridad inédita y el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), por ejemplo, suma siete gobernadoras en las últimas elecciones estatales.

Nunca antes las mujeres habían ganado tantas gubernaturas y curules en el Poder Legislativo.

Con las reformas jurídicas de 2012, ha habido avances sustanciales en la paridad en cargos de elección popular, vía la presión jurídica a los partidos políticos.

El mismo gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador y el de la doctora Sheinbaum, son ejemplos de la erradicación del machismo en la política nacional.

La equidad de género en la política nacional ya no tiene retorno. La posibilidad de que una mujer ocupe la presidencia y sepulte el mito de que es para un varón, está cerca.

Hoy, México está listo para ser gobernado por una mujer, pero los electores tienen la última palabra. 

Foto: GCDMX

Foto: GCDMX