Opinión

Solo el Estado salvará al capitalismo

Mariana Mazzucato es una de las pensadoras, economista, más interesante en nuestro tiempo y ha escrito un libro que viene a darle un aliento del cual la disciplina ha carecido durante mucho tiempo. Una comprensión de la economía, de la manera en que gobierna y ejecuta sus objetivos. Su libro “Misión economía: una guía para cambiar el capitalismo” es toda una reinterpretación a la forma en que hemos entendido la gestión del Estado y de la economía y propone un modelo para salir del pasmo en el que nos metió la pandemia y las taras del neoliberalismo.

Foto Mariana

Foto Mariana Mazzucato

El modelo de Mazzucato está inspirado en el gran propósito histórico que llevó cuatro astronautas a la luna y cuya empresa sigue dando frutos hasta el día de hoy. Se trata de proponerse misiones difíciles, dice, porque precisamente la solución de sus complicaciones deja venir en cascada, innovaciones decisivas y creación de valor para todos.

Cuando el presidente John F. Kennedy lanzó a su gobierno al propósito mayor de conquistar el paisaje lunar en menos de una década, lo que hizo fue crear una organización del Estado extremadamente capacitada para gestionar al mismo tiempo la investigación científica requerida, la tecnología que la haría posible, la logística que le acompañaría y no menos importante, el carácter de agente y socio con el sector privado. En una nuez, lo que la misión estaba haciendo era una radical ampliación de las capacidades del Estado para afrontar un objetivo que parecía imposible.

Se construyó el laboratorio de investigación científica que sigue siendo el más grande del mundo (la NASA); surgió un modelo de gobierno en el que predomina la vocación y la voz de los científicos por sobre los funcionarios, gerentes, las empresas asociadas o cualquier otro actor interesado y que no se detuvo ante las lágrimas de la “disciplina fiscal” o de la “austeridad”: el programa “Apolo” costó al gobierno de E.U. 283 mil millones de dólares, el 4 por ciento del presupuesto a lo largo de una década y la contratación de 400 mil personas, adscritos directamente a la NASA, universitarios, investigadores y contratistas.

Para alcanzar esa misión se desarrolló la nutrición (la comida en polvo), la electrónica y sus formas de calefacción por microondas; nuevos materiales al mismo tiempo ligeros y ultrarresistentes; los circuitos integrados; las cámaras digitales, el software y decenas de innovaciones adiciones que hoy hacen parte de la vida cotidiana de todos en el planeta.

No, no fueron Bil Gates, Steve Jobs ni Elon Musk, juntos. Fue una decisión del Estado la que propició el más grande tirón de desarrollo tecnológico en los últimos tres cuartos de siglo.

Hay que volver a esa ambición y reconquistar esas capacidades dejando atrás cinco rémoras tan universales como paralizantes: que son las empresas las que crean valor y los gobiernos sólo están para facilitar su trabajo; que el propósito del gobierno radica en corregir los fallos del mercado; que el gobierno tiene que funcionar como una empresa; que las empresas son siempre más eficientes que el Estado y, finalmente, que el gobierno no debe elegir y dirigir el desarrollo de sectores y de empresas. Todo falso. Y la demostración histórica más rotunda se halla, precisamente, en la conquista estadounidense de la luna: el principal creador de valor e innovación, fue el Estado; fue el gobierno el que coordinó a un gran conglomerado de empresas; su ejecución no estuvo presidida por la ganancia ni la utilidad, sino por el propósito nacional; la NASA actuó de manera solvente, eficaz y eficiente, y desde el Estado, se eligieron (transparentemente) los sectores y las organizaciones que acompañarían a la misión.

Por eso, salvar al capitalismo de sí mismo, es una misión de los Estados.