Opinión

¿Será líder la República Popular de China del sector biotecnológico?

Ante el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la República Popular de China y México, cobra especial relevancia revisar uno de los recientes episodios de colaboración entre ambos países a través de la diplomacia de las vacunas. La diplomacia de las vacunas ha sido una de las herramientas para distribuir vacunas alrededor del mundo por parte de los países productores por medio de la cual posicionan sus intereses geopolíticos. La producción de vacunas COVID-19 ha asemejado a la carrera espacial, en la que los países con capacidad de investigación y desarrollo han intentado contar con la vacuna más eficaz. Estos concursos de innovación han impulsado el desarrollo y la producción de múltiples vacunas en el ámbito mundial, en que los países más representativos se encuentran Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Cuba, y por supuesto la República Popular de China.

Las distintas iniciativas han arrojado diferentes tasas de eficacia de las vacunas, según los resultados de los ensayos clínicos. Estas tasas de eficacia han legitimado unas vacunas más que otras, a pesar de que no todas se encuentran disponibles en cada mercado. El porcentaje de eficacia del conjunto de vacunas distribuidas por China (Cansino, Sinopharm Wuhan, Sinopharm Beijing y Sinovac) ha rondado entre el 50% y el 78%, el cual es el más bajo en comparación a otras alternativas como Pfizer-BioNTech, Sputnik, Moderna y en cierta medida Astra Zeneca. A pesar de estas bajas tasas de eficacia, la producción de las vacunas “chinas” representa la mitad de las vacunas COVID-19 distribuidas en el ámbito mundial, que ha sido canalizada principalmente hacia países de ingresos medios y bajos como parte de la estrategia geopolítica de China. Dichas vacunas han sido aprobadas para su comercialización por diferentes agencias sanitarias.

Estas vacunas “chinas” han estado basadas principalmente en las plataformas del vector viral y el virus inactivo. No obstante, la República Popular de China ha implementado una serie de estrategias con el fin de contar con una industria biotecnológica avanzada que cuente con las plataformas más novedosas, como la de inducción de proteínas o el ARN mensajero. Dichas estrategias forman parte del programa “Made in China 2025”, cuya intención es ser el líder en ciertos sectores tecnológicos como el biotecnológico que incluye la producción de vacunas.

Antes de hablar de estas estrategias, haré un paréntesis sobre los principales desafíos a los que la industria biotecnológica en China se ha enfrentado en la última década. La producción biotecnológica local cuenta con el mercado público nacional, en tanto provee el 95% de las 14 vacunas distribuidas por el Programa Nacional de Inmunización para prevenir 15 enfermedades infecciosas. No obstante, en 2013, una de las vacunas distribuidas para la hepatitis B causó la muerte de decenas de niños, la cual era producida por la compañía Shenzen Kangtai Biological Products. Esta compañía y otras han sido acusadas de actos de corrupción y sobornos con diferentes autoridades sanitarias en el ámbito federal. La corrupción y las redes clientelares entre empresas y el Estado son uno de los principales obstáculos para lograr el escalamiento tecnológico de las empresas; debido a que no logran ser competitivas en el ámbito internacional, puesto que son protegidas por el Estado.

El programa “Made in China 2025” está compuesto por una serie de mecanismos: por un lado, para dirigir incentivos de capital a ciertas áreas tecnológicas, y por el otro, para establecer estándares del Estado con el fin de disciplinar a las empresas. En este sentido, el primer mecanismo para crear esta disciplina ha sido elevar la calidad de los productos, por medio de responsabilizar a las empresas por los efectos secundarios de acuerdo a multas con la Ley Penal. Esto ha sido establecido por medio de la Ley de la Administración de las Vacunas instrumentada en 2019.

El segundo mecanismo ha consistido en crear zonas económicas especiales en una coordinación entre el gobierno central y ciertas provincias, con el fin de atraer inversión extranjera directa en áreas estratégicas como el sector biotecnológico. Esta iniciativa comprende diferentes herramientas tales como otorgar tierra en complicadas negociaciones entre los gobiernos provinciales y el central, concesiones fiscales o inversión de capital de los gobiernos locales, y por otro lado, solicitar la transferencia de tecnología a empresas locales. En el caso de las vacunas de la COVID-19, Astra Zeneca, Gamaleya, Inovio, Pfizer-BioNTech, y Providence Therapeutics han hecho alianzas con empresas locales con el fin de acceder al mercado local bajo la condición de transferir tecnología. Por ejemplo, la compañía china Everst Medicines es una start up que obtuvo una licencia de la empresa canadiense Providence Therapeutics con el fin de producir su vacuna basada en el ARN mensajero. Esta licencia incluye tanto las vacunas, como otros productos terapéuticos derivados de dicha plataforma –por ejemplo, oncológicos.

El tercer mecanismo es la inversión en investigación y desarrollo a través de un sistema de innovación entre empresas, universidades y el gobierno. Debido a ser un régimen autoritario, la información sobre la inversión en investigación y desarrollo no es pública, como sí lo es en EEUU a través de ciertos programas como la Operación “Warp Speed” para estimular la inversión del sector público en la producción de vacunas covid-19. A pesar de esta secrecía en la información, se sabe que además de las principales vacunas “chinas” distribuidas en el ámbito mundial, existen otras que se encuentran en diferentes fases de los ensayos clínicos. Éstas fueron desarrolladas por diferentes entidades, tales como universidades o incluso por el Ejército Popular de Liberación. Este conjunto está basado en diversas plataformas, tales como las genéticamente fabricadas con subunidades recombinantes, adenovirus, ácido nucleico, virus de la influenza atenuado, ADN, ARN mensajero y la inducción de proteínas.

Ante estos diferentes estímulos del Estado para dirigir al mercado y, por otro lado disciplinarlo, cabe la pregunta: ¿logrará la República Popular de China su objetivo de contar con sectores biotecnológicos líderes que compitan en el ámbito internacional?

Actualmente Talia Rebeca Haro es investigadora invitada en la Fondation Brocher en Ginebra, Suiza. Ella es candidata a doctora por parte de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM. Cuenta con dos maestrías: una en Salud y Políticas Sociales por parte de la École des Hautes Études en Sciences Sociales y la Universidad de Linköping; y, la otra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por parte del Instituto Mora. Ha sido investigadora invitada en la Universidad de Brown, la Universitàt Autonóma de Barcelona, Public Citizen, y en la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales.

Foto: Especial

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