Opinión

Sobre el lenguaje inclusivo

Álex Grijelmo, director de la Escuela de Periodismo del periódico El País y autor de diversos trabajos sobre el uso del lenguaje, publicó en 2019 un libro que tituló: Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo. Editorial Taurus. El autor se propone una ambiciosa tarea desde las perspectivas lingüística y sociológica: sentar las bases de un “acuerdo general para expresarse en español sin discriminación hacia la mujer y, al mismo tiempo, con respeto a la historia, la estructura y economía de la lengua, así como su uso más cómodo para los habitantes”.

Grijelmo incursiona en un terreno delicado ocupado a menudo por defensores a ultranza del uso de las reglas del lenguaje y la gramática y, en el otro extremo, por personas que sostienen que la estructura del idioma es una construcción hecha desde el poder con el fin de afianzar la opresión machista y patriarcal de la sociedad.

El autor reconoce que existe en la sociedad actual un predominio de lo masculino sobre lo femenino. Que efectivamente hay un uso sexista muy extendido del lenguaje. Que los medios de comunicación y también en la convivencia diaria privada frecuentemente se presentan y reproducen clichés o estereotipos masculinos y femeninos que abonan a la desigualdad de género. Señala que en las definiciones del Diccionario de la Lengua Española elaborado por la RAE se pueden encontrar expresiones y ejemplos que son asimétricos entre hombre y mujer y que es necesario un esfuerzo para irlo “limpiando” de ellos.

Libro de Álex Grijelmo

Libro de Álex Grijelmo

Grijelmo dedica una gran parte de su trabajo a ofrecer sugerencias para que se usen expresiones alternativas a aquellas que contienen un sesgo machista en los medios masivos de comunicación, en el lenguaje político y en las relaciones personales. Hace una lista de treinta y seis propuestas que buscan un cierto consenso para usar mejor el lenguaje y purgarlo de palabras, frases, dichos, refranes que son ofensivos o discriminatorios.

El autor también desarrolla una crítica fundamentada en el análisis de situaciones, ejemplos didácticos, compara el uso del lenguaje y el predominio patriarcal en diferentes culturas. Demuestra algunos absurdos, confusiones en el significado, “zonas de sombra”, falta de claridad y concisión en la comunicación, cuando se quiere estirar la liga de las reglas gramaticales para hacer que el lenguaje refleje o repare la desigualdad o la discriminación que ocurren en la vida real. Desestima la idea de que el dominio masculino en la sociedad sea la causa inequívoca del predominio masculino en el idioma.

Existen sociedades con idiomas en donde la mayoría de sus sustantivos y adjetivos calificativos carecen de género, como las de habla inglesa. El idioma magiar, de la sociedad húngara, carece de género en los nombres, pronombres, adjetivos y tiene un artículo definido invariable que se coloca ante el nombre. El turco, el persa, el finés, lenguas indígenas como el quechua, todas ellas carecen de identificación de género. También hay lenguas en las que predomina el uso de un genérico femenino, como en Malí y Etiopia, el goajiro de los indígenas en Venezuela, o las que usan algunos pueblos indios de Norteamérica.

Grijelmo sostiene que ni las sociedades que suprimen o limitan de su idioma el género, ni aquellas que adoptaron la preeminencia del femenino, o en las que domina el género masculino como las derivadas del indoeuropeo, pueden considerarse, por ese solo hecho, más o menos igualitarias en el trato. La relación causa-efecto entre el idioma y el tipo de dominio social podría ser confuso por lo que: “nos inclinaremos por creer -señala- que el masculino genérico se da en sociedades machistas, pero no a causa de ello. Porque los idiomas con ausencia de masculino genérico o con presencia del genérico femenino se hablan en sociedades tan patriarcales como las demás”.

En el caso del idioma español, que se formó a partir de la herencia indoeuropea, predomina el genérico masculino. Algunas mujeres combaten este hecho por no sentirse representadas en esta figura gramatical. Ensayan o promueven la duplicación masculino-femenino al hablar o escribir porque señalan que el genérico las excluye, las invisibiliza. Promueven, por tanto, lo que se ha dado en llamar lenguaje inclusivo. Esta duplicación ha sido exitosa en algunos casos y se ha incorporado a la lengua de manera normal. Por ejemplo: al genérico masculino juez se le ha opuesto -no sin cierta resistencia purista- el femenino, jueza. A concejal, concejala; a diputados, diputadas y así una larga lista. El mayor avance en la feminización del genérico masculino se ha dado en la utilización de los artículos -el o -la. El atleta y la atleta, el paciente y la paciente.

En otros casos, la duplicación ha sido prácticamente imposible, innecesaria, difícil en el uso cotidiano y no ha obtenido aún la aceptación general. Tales son los casos de amante y amanta, cómplice y cómpliza, entre muchos otros.

Una iniciativa surgida en Argentina (el país de Les Luthiers, bromea el autor) ha propuesto que las duplicaciones del genérico entre femenino y masculino sean simplificadas con la incorporación del morfema -e. Les niñes, les profesores, les diputades, nosotres. Otras iniciativas proponen agregar la letra x, o el símbolo arroba (@), que no es una letra. El objetivo es dejar el género indefinido y de esta forma ampliar la inclusión a personas con preferencias sexuales no binarias (intersexuales, transexuales, transgénero, etc.). Grijelmo observa una gran dificultad para que este tipo de propuestas de lenguaje inclusivo llegue a ser generalmente usado y aceptado. “Toda novedad artificial encuentra problemas para desarrollarse en un sistema natural. Así, esta solución requeriría tan enorme esfuerzo de concentración en esa concordancia que distraería al hablante común del fondo del discurso; y también al oyente. Equivaldría casi a aprender una nueva lengua”.

El uso del lenguaje no sexista, advierte Grijelmo, no debe ser impuesto de manera coercitiva y no deben incluirse en las gramáticas escolares. Deben utilizarse, o no, con entera libertad y constituir una llamada de atención para reflexionar sobre la lengua y sobre la desigualdad o la exclusión. Tal vez algunas de estas nuevas formas inclusivas, con el tiempo habrán cuajado, habrán obtenido el consenso del hablante y se habrán incorporado formalmente el idioma. Otras habrán quedado en el intento.