Opinión

Solución pacífica no militar

El invierno ruso es famoso en la historia mundial pues ha significado la debacle militar de dos prestigiosos ejércitos intervencionistas en dos diferentes momentos: la gran armada napoleónica en el siglo XIX, y las tropas nazis en el siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial, siendo parte central de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).

En la actualidad la situación militar y estratégica es diametralmente distinta para Rusia de cara al conflicto con Ucrania, empezando por el hecho de que no es la agredida sino el agresor, y ese país, independientemente de las razones rusas para la llamada operación militar especial en febrero de 2022, es la víctima.

A diferencia del pasado, un factor muy preocupante es el riesgo de una escalada militar nuclear, una carta que irresponsable y temerariamente ha puesto la parte rusa sobre la mesa. Es evidente ahora lo que parece un error de cálculo del ejército ruso sobre la debilidad relativa de las fuerzas armadas ucranianas y la certeza de que sería sometido en poco tiempo; claramente fue subestimada su respuesta. También una falla la falta de preparación de sus fuerzas armadas y la obsolescencia de parte de su armamento y equipo militar.

Probablemente, el error más caro a las ambiciones rusas es haber conseguido inadvertidamente la cohesión de los países occidentales detrás de Ucrania y marcadamente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la cual le ha dado un propósito renovado y una unidad insospechada hasta antes de febrero del año pasado, concitando además la adhesión de países que no tenían interés en pertenecer a la Alianza Atlántica, como Suecia y Finlandia, países que abandonaron sus posiciones tradicionales de neutralidad.

El secretario general de la OTAN, Jan Stoltemberg, muestra lsatisfecho las banderas de Suecia y Finlandia, que solicitaron el ingreso en la alianza militar tras la invasión rusa a Ucrania

El secretario general de la OTAN, Jan Stoltemberg, muestra lsatisfecho las banderas de Suecia y Finlandia, que solicitaron el ingreso en la alianza militar tras la invasión rusa a Ucrania

EFE

De pasada, ha generado una tensión entre los países de la región que los ha puesto contra la pared y que a pesar de su cercanía con Rusia han fijado posiciones con diferentes grados de distanciamiento ante los acontecimientos.

Rusia ha ganado un aislamiento cada vez más amplio dentro de la comunidad internacional, con pocos aliados como China, Serbia e Irán. Por si fuera poco, ha supuesto afectaciones a los mercados de energía y alimentos y con ello a la estabilidad de la economía mundial, generando cambios en sus estructuras de comercio y abastecimiento.

Es fundamental la búsqueda de una solución pacífica que permita el cese de hostilidades y la negociación que impida que ambos países, Rusia y Ucrania, arrastren al resto del mundo a una confrontación más amplia. Suponer que la derrota militar o el desgaste de una de las partes es la fórmula para regresar a la mesa de negociación parece una actitud suicida. Ciertos expertos han sugerido que se debe otorgar a Rusia una salida que le permita salvar cara y concluir con este conflicto cada vez más insensato y que acrecienta la brecha de desconfianza en ese país, particularmente de los europeos respecto de las ambiciones rusas.

No exento de razones asociadas a intereses nacionales específicos, países como Francia, parecen tener claro que una solución negociada pasa por dar a Rusia una alternativa de este tipo para detener la guerra. La expulsión de Rusia de algunos organismos internacionales tampoco ha supuesto ningún avance real en favor del término de este conflicto. Lo prudente y deseable es que las partes cedieran en algún momento a sus objetivos particulares para allanar el camino a un entendimiento que elimine el uso de la fuerza.