Opinión

Los tamales y el Día de la Candelaria

En este dos de febrero, Día de la Candelaria, por tradición se consumen tamales y atole entre los familiares y amigos que hayan partido la Rosa de Reyes el pasado 6 de enero, y las personas que hayan encontrado entre el pan la figura del Niño Dios, quedan obligados a ofrecer este banquete de tamales, pues se convierten en padrinos del cambio de ropa nueva del Niño Dios, pues también es costumbre llevar las imágenes al templo ese día en el que la Iglesia celebra la presentación del Niño Jesús en el templo.

Cuartoscuro

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Los tamales son un alimento prehispánico y son mencionado, por ejemplo, por el cronista indígena Francisco de San Antón Chimalpain, en sus Relaciones originales de Chalco Amecamecam, donde cita: “los tamales de maíz cocidos en hojas secas de mazorcas de maíz y las tortillas dobladas y remojadas en salsa (llamadas) enchiladas.”

También cuenta que, en una época de hambruna a causa de la sequía, los tlatoanis de México abrieron los graneros reales para alimentar al pueblo y se mandó traer de las provincias maíz, atole y tamales que fueran del tamaño de una cabeza.

La fiesta litúrgica de la Candelaria nos remota a los tiempos de Moisés, y se refiere a la presentación de los recién nacidos, ya sean varones o hembras, en el templo. Es una celebración relativa a la purificación.

El Levítico (12, 1-8) narra: “El Señor se dirigió a Moisés y le dijo. Di a los israelitas lo siguiente: cuando una mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días, como cuando tiene su periodo natural. El niño será circundado a los ocho días de nacido. Si la madre no tiene lo suficiente para un cordero, podrá tomar dos tórtolas o dos pichones de paloma, uno para ofrecerlo en holocausto y otro como sacrificio para el pecado; entonces el sacerdote pedirá el perdón de ella, y ella quedará purificada del flujo de su sangre.”

En el Evangelio de San Lucas (2; 21) se dice que cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según la Ley de Moisés, llevaron al niño Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor.

Fue en este pasaje bíblico cuando uno de los sacerdotes del templo: Simeón, profetizo a la Virgen María: Ahora, Señor, tu promesa está cumplida puedes dejar que su siervo muera en paz. Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbrará a las naciones y que será honra de tu pueblo Israel”.

Esta es la razón ´por la cual los fieles llevan a los templos imágenes del Niño Jesús ataviados de distintas maneras, de acuerdo con la devoción popular, y estos trajes se consiguen en mercados ordinarios pues la tradición está muy arraigada en México, y data de los primeros años de la etapa virreinal, y al paso de los siglos, ha sido una oportunidad de convivencia familiar.