Opinión

Por tercera ocasión

Casi con toda seguridad, la cábala más cantada para acceder a una victoria cuando se ha carecido de ella es la de que la tercera es la vencida. Sin embargo, para Luiz Inácio Lula da Silva, la fortuna ha funcionado de otra manera al haber resultado vencedor de la segunda vuelta electoral presidencial ya que gobernará su país por tercera vez en su vida.

Lula saluda a sus seguidores en Sao Paulo durante la noche electoral

Lula saluda a sus seguidores en Sao Paulo durante la noche electoral

EFE

Como él mismo lo anticipó al final de la primera vuelta de las elecciones a inicios de este mes de octubre, ganó nuevamente en segunda ronda. Recordar que en sus dos presidencias anteriores ganó efectivamente en segunda vuelta de elecciones. Esta tercera ocasión no sólo confirma su vaticinio sino que refuerza la buena fortuna y la estrella que ha acompañado al ahora presidente electo a todo lo largo de su trayectoria.

No puede olvidarse que apenas en noviembre de 2019 salía de la cárcel en donde estuvo preso 580 días, acusado de corrupción y lavado de dinero con base en cargos mañosamente armados en su contra por un juez de triste recuerdo. Ya desde ese momento se perfilaba como la alternativa más sólida para acabar con la pesadilla que ha supuesto para los brasileños la presidencia de Jair Bolsonaro, personaje que en todo momento hizo patente la imagen de ser una especie de Trump del sur.

La victoria electoral de Lula supone al mismo tiempo una reivindicación de sus convicciones políticas y una oportunidad para zanjar las heridas de años de bolsonarismo y divisionismo de la sociedad brasileña. Los resultados de esta segunda vuelta electoral reflejan claramente ese estado de polarización que guarda la sociedad brasileña en su interior.

Lula ganó con 50.83 por ciento de los votos (poco más de 60 millones de votos) frente al 49.17 por ciento de Bolsonaro (alrededor de 58 millones de votos), en un país en el que el padrón electoral es de aproximadamente 157 millones de electores y 215 millones de habitantes. El electorado pŕacticamente refleja que el país está partido a la mitad. No es fortuito que en su primer mensaje, Lula haya dicho que se trata de las elecciones más importantes de la historia de su país, de una elección que colocó frente a frente a dos proyectos opuestos de nación. Atribuyó su victoria a un inmenso movimiento democrático por encima de los partidos políticos, de intereses particulares y de las ideologías a fin de que la democracia resultase vencedora.

No es poca cosa hablar del regreso de uno de los líderes de la izquierda brasileña y continental más importantes en la historia política reciente, a la presidencia del país más grande de América Latina. Su primer discurso ha tenido este tono de reconciliación y de aliento democrático, de mayor inclusión social y oportunidades como de respeto y entendimiento entre los brasileños y de más libertades, igualdad y fraternidad en ese país.

Lula asumirá la presidencia el 1 de enero de 2023 con una tarea enorme por delante, no sólo por la esperanza depositada en su elección como primer mandatario por tercera ocasión, sino también por lo que entraña sanar las heridas de un Brasil polarizado y perjudicado por Bolsonaro y el bolsonarismo en un contexto internacional complejo y explosivo. Un país con paz, democracia y oportunidades, ni más ni menos es el tamaño de la promesa de Lula.

Con su regreso a la presidencia de su país , también se da continuidad a una corriente de izquierda que recorre la región latinoamericana y que comenzó con la elección histórica del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador en 2018.

Los cinco principales países de esta región estarán gobernados por presidentes de izquierdas (Colombia, Argentina, Chile y ahora Brasil). No había sucedido antes, y concretamente en México y en Colombia, nunca antes había habido gobiernos de izquierda electoralmente elegidos. A pesar de las diferencias, parece claro que la búsqueda de la igualdad es una divisa compartida, especialmente en sus sociedades particularmente divididas y con amplios sectores de sus poblaciones en pobreza y pobreza extrema, por si no fuera suficiente, para subrayar la necesidad también, de la fraternidad.

Como lo apuntara López Obrador en una reunión previa con Lula, “nos una la lucha por la igualdad y la justicia” (Torrado, Santiago, “Las cinco principales economías de América Latina estarán gobernadas por primera vez por la izquierda”, El País, 30octubre2022, elpais.es)

Ciertamente, Lula es una especie de decano de la izquierda regional y una figura notable y popular que siempre generará enormes expectativas. Ello es un activo y un riesgo a la vez, pero la tarea que tiene por delante además de magna, probablemente le será novedosa a pesar de su amplia experiencia de gobierno, estando su país y la región en su conjunto, inmerso en un sistema internacional que ha cambiado de manera importante -no necesariamente para bien- en la última década.

Queda por saber cómo este nuevo alineamiento progresista podría funcionar y cómo los liderazgos funcionarán y operarán en la definición de iniciativas y proyectos de alcance regional y mundial.