Opinión

Se va terminando la quinta ola

Ya vamos regresando a como estábamos antes de la quinta ola. Cada vez menos casos y con muy baja mortalidad. Ya casi no se escucha de algún conocido que tenga COVID, a diferencia de hace dos meses que al menos nos enterábamos de tres a cinco por semana, incluyendo que a varios de los que íbamos invictos, nos dio finalmente, pero ya en una circunstancia diferente; vacunados con varias dosis, con pruebas de antígeno en casa y con un conocimiento y entendimiento más claro de la enfermedad. Con cepas de virus mucho más contagiosas y quizá menos agresivas. Ya no vivimos las tragedias del 2020.

Es interesante, sin embargo, que en redes sociales seguimos viendo manifestaciones frecuentes de personas que niegan la utilidad de las vacunas y del conocimiento médico como una razón importante para la clarísima disminución de casos graves. Son en general personas que no vieron de cerca lo que fue el COVID del 2020 como lo vimos nosotros en los hospitales. Sectores de internamiento saturados con pacientes, todos con el mismo diagnóstico, con un cuadro respiratorio grave, con insuficiencia respiratoria y fiebre, con necesidad de oxígeno a altos flujos, con urgencia de ventilación mecánica y con una mortalidad considerable. Pacientes que llegaban a diario en ambulancias en busca de oxigenación. Se aceptaban los que se podía y los demás, a buscar que otro hospital pudiera recibirlos. Vimos morir familias: el padre, la madre y uno hijo, o tres hermanos en el mismo día, como en Rescatando al soldado Ryan. Si bien los factores de riesgo para casos graves eran la edad avanzada, obesidad, diabetes, hipertensión, vimos desafortunadamente morir gente joven y sin ninguna de estas comorbilidades. Tragedia tras tragedia. El personal de la salud expuesto con una mortalidad considerable. Todos los médicos tenemos uno, dos o más compañeros que fallecieron durante el 2020.

Muy al final del 2020 empezó la vacunación, la cual se fue logrando a lo largo del 2021. La peor tasa de mortalidad la vimos en las últimas 10 semanas del 2020 y las primeras 10 del 2021. Conforme avanzó el 2021 y ahora en el 2022 hemos visto olas de infección mucho más intensas que las primeras, pero con una mortalidad considerablemente menor, que va decreciendo cada vez más y en esta ocasión ya con una abrumadora mayoría de casos en que la muerte se asoció a la ausencia de vacunación, o bien en quienes sí estaban vacunados, a la coexistencia de un proceso inmunosupresor como en trasplante de órganos, presencia de cáncer u otro tipo de enfermedades del sistema inmune. Sin la vacunación, es probable que la ola de ómicron que pegó en las primeras semanas del año y la quinta que le siguió en meses recientes hubiera resultado en una mortalidad sin precedentes.

Un hombre se realiza una prueba COVID en la CDMX

Un hombre se realiza una prueba COVID en la CDMX

Cuartoscuro

Las teorías de conspiración quedaron atrás. La evidencia claramente muestra cómo el virus fue una mutación que se generó de novo y le confirió al virus una nueva capacidad, de acuerdo con el mecanismo que ha gobernado la biología de todas las especies del planeta y que conocemos como selección natural. Los medicamentos que fueron defendidos por algunas personas sin tener evidencia científica ya desaparecieron (junto con las personas que los defendían). Es innegable que las vacunas fueron fundamentales en la reducción de la gravedad de la enfermedad. Hay quienes sustentan que las vacunas causan efectos secundarios terribles y graves, pero con 100 millones de compatriotas vacunados en 18 meses, cabe la pregunta: ¿en dónde están todos esos enfermos con complicaciones graves por las vacunas? En los hospitales no los hemos visto.