Opinión
Texto “casi” inédito de Francesca Gargallo, primera parte
David Gutiérrez Fuentes

Texto “casi” inédito de Francesca Gargallo, primera parte

El 25 de noviembre con diferentes años y lugares de origen, nacieron Francesca Gargallo Celentani y Luis de la Torre a quien le llamé ayer para felicitarlo por su cumpleaños. En silla de ruedas pero con una memoria lúcida, don Luis cumplió los noventa años. Estaba acompañado de su familia y se le escuchaba feliz. No me agradan los aniversarios luctuosos, por estas fechas, el 15 de noviembre para ser exacto, nació René Avilés Fabila groseramente olvidado por la UAM a pesar de haber formado a varias generaciones de estudiantes y contribuir a consolidar como pocos el proyecto cultural de esa institución. El libro autobiográfico de Luis de la Torre, Soñar que he vivido, contiene un amplio postfacio de Francesca Gargallo que por cuestiones de espacio tendré que publicar en dos partes. Si consideramos la escasa difusión que tienen las universidades para sus autores y que el libro de acuerdo a Luis de la Torre ya lo agotó él, el texto de Fran es “casi” inédito. Y la mejor manera de recordar a mi amiga sagitaria, es con sus propias palabras.

¿Un postfacio o una declaración de amistad?

Francesca Gargallo Celentani (1/2)

“Fueron especialmente dos amigos del señor Valadés, Antonio Estrada y Juan Rulfo, los que me hicieron descubrir y apreciar en lo que vale la literatura del hombre y la tierra.”

Luis de la Torre

* * *

Ya está escrito. Luis de la Torre se ha rasurado ante el espejo húmedo de la memoria. Lo ha hecho con una gracia que deja pocas dudas hacia su autocrítica feroz: se dice feo, inconsistente y poco constante. Ante sus palabras, como siempre, redescubro la original timidez del aventurero, el retraimiento audaz de quien es capaz de quitarse la piel ante los ojos del mundo para cambiarla. De ellas, emerge un Luis que cruzó por experiencias aterradoras hasta hacerse amante de la existencia propia y ajena, un apasionado (lo cual es preferible a ser un profesionista) de las artes que domina y de las que apenas conoce, básicamente un hombre tan generoso como genialmente curioso y emprendedor de aventuras quijotescas.

Un postfacio es algo bastante inútil. Quien llega a él, ya ha leído la obra. Resumir unas memorias sería irreverente y altamente improductivo. Así que hablaré de las emociones que me han provocado las palabras de quien en tres ocasiones se ha enfrentado a la lectura del Quijote para encontrar su propio camino. Quizá en estas líneas se filtre que yo sigo queriendo platicar con Luis porque han sido muchas las ideas que me despertaron sus intereses intelectuales y sus dibujos, su lealtad al terruño y sus dudas. Todo lo que diré podrá ser compartido o criticado por cualquier otra persona que haya llegado aquí con su lectura.

Yo, por supuesto, he leído este recorrido de una vida personal con atención, asombro, horror y alegría. Entre la primera versión y ésta tuvimos entre su autor y yo un par de pláticas amistosas, aunque una de ellas tristemente sólo fuera por teléfono, así que puedo ratificar que Luis, tan aparentemente lanzado, es en realidad un dialogante que toma en consideración lo que escucha. Su viajar por un México en múltiples despertares, de la provincia católica a la capital que crea su Zona Rosa con poesía, tertulias y gustos fuertes, sus recuerdos del padre, los aprendizajes de una abuela tan generosa con sus saberes médicos como rígida con sus códigos religiosos, las violencias de la infancia, la pasión por sus hijos y la ternura que expresa por sus nietas y nietos, se mezclan con la observación de un mundo que experimenta cambios culturales, sociales y económicos en pugna con permanencias ideológicas asombrosas. Entonces el narrador se detiene durante unas líneas, se manifiesta la ironía o aparecen reflexiones de peso.

Como una amiga que lo acompañó en una mínima parte de sus múltiples intentos de dar vida a las literaturas situadas, al rescate de memorias locales y de expresiones culturales que ahondan sus raíces en la historia oral, fui una colaboradora de El Búho, un miembro del no-taller del Alfil Negro, una fascinada entrevistadora de los personajes que daban voz a las narraciones de Mi pueblo. Como Luis yo también quise y admiré muchísimo a Carlos Coffín Serpas, sus grabados dolorosos, su búsqueda de la muerte en vida, su odio a las guerras y su trazo preciso. Luis de la Torre me presentó a sus hijos y Luis Felipe se enamoró de una alumna mía y me presentó al padre de mi hija (“Un mito prematuramente desaparecido”, lo describe con afecto Luis).

De no haberlo conocido, mi propia vida habría sido distinta. Sin embargo, hasta leer la primera y la actual versión de Soñar que he vivido no me había atrevido a pensar cuántos resentimientos pueblerinos, cuántos éxitos económicos, cuántas aventuras galantes, cuánta fama fugaz habrían podido retener a Luis de no haber sido él esa persona moral que forjó en los hechos su profunda fibra ética. A Luis lo efímero se le ofrecía impúdico, los tratos financieros, poco elegantes, la apropiación indebida, impensable (aun de dibujos ya pagados), y para lo cortesano se reveló particularmente tímido.

En la imagen Francesca Gargallo durante la presentación de Soñar que he vivido de Luis de la Torre.

En la imagen Francesca Gargallo durante la presentación de Soñar que he vivido de Luis de la Torre.