Opinión

El trabajo pro-bono en investigación

Los investigadores hacemos mucho trabajo no remunerado. No me estoy quejando. Lo hacemos porque, como su nombre lo dice, “es para el bien público”, por lo que lo percibimos como parte de nuestras obligaciones morales y profesionales, pero en sentido estricto, no es algo para lo que estemos contratados. Esto llega a tal grado que, si no le pones límites, en ocasiones estás más ocupado haciendo trabajo para los demás. Me dijo alguna vez un colega: “Tengo tanto trabajo, que no puedo hacer mi trabajo”.

La inquietud de escribir a este respecto me surge porque en los últimos años el Sistema Nacional de Investigadores cambió la forma de evaluar a la comunidad científica de manera tal que, da la impresión de que partieron de la idea de que los investigadores no hacemos trabajo para el bien de la comunidad. O tienen una definición muy extraña de lo que es la comunidad. En consecuencia, ahora exigen a los investigadores tener ese tipo de trabajo al que le dan un peso similar a la publicación de artículos científicos. Algunos colegas con muy buena productividad científica perdieron la vigencia en el sistema por no demostrar trabajo en bien de la comunidad. Con esto surge el peligro de que se termine convenciendo de que no hacemos trabajo pro-bono en bien de la comunidad, lo cual es falso.

Los académicos proponen un rediseño institucional del Cona(h)cyt, que este sexenio provocó retrocesos.

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Un investigador exitoso imparte un promedio de seis conferencias al año en congresos, hospitales o universidades, que pueden ser en la ciudad en la que vive o con mucha frecuencia en otra ciudad en México, en otro país o en otro continente. Se tiene que ausentar de su trabajo y familia de uno a varios días e invertir tiempo en la preparación de la presentación. Si bien, los gastos de traslado y hotel son cubiertos por los organizadores (aunque no siempre), termina derogando recursos propios en el trayecto (gasolina y estacionamiento o taxis, alimentos) y no recibe ningún tipo de remuneración económica, por lo que, de hecho, no solo es pro-bono, sino que le cuesta participar en el evento. En el mejor de los casos, te dan un regalo que, como viajas únicamente con la maleta de mano (carry on), lo dejas en el hotel. Pero, al terminar la ponencia alumnos jóvenes quieren tomarse fotografías contigo y de vez en cuando, te enteras de que la plática fue crucial para que alguno de ellos decidiera su camino y con eso, te consideras pagado. Sin duda, hiciste un bien a la comunidad.

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Otro trabajo que hacemos pro-bono es en los procesos de tesis de pre o posgrado. Participas en múltiples comités tutorales, exámenes de candidatura y de grado de múltiples alumnos en diversas universidades, para lo que inviertes tiempo en la lectura y corrección de reportes o tesis y en los exámenes mismos que, también con frecuencia no son en tu lugar de trabajo o inclusive, ocurren en otra ciudad. Así mismo, participas en comités de los propios programas de pre o posgrado para la toma de múltiples decisiones. Como los exámenes tutorales ocurren en períodos de dos semanas cada semestre, un investigador que participe en varios comités (lo cual es muy frecuente) puede tener hasta cuatro semanas del año ocupadas por esta actividad. Pero lo haces con gusto, porque entiendes que ese es el proceso necesario para que tengamos programas eficientes y generemos nuevos científicos. Además, alguien lo hizo por ti cuando tú fuiste el estudiante. El pago es el cariño, agradecimiento y a veces amistad de los alumnos. Sin duda, hiciste un bien a la comunidad.

Continúa la próxima semana.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM