Opinión

La UNAM, a varios fuegos

Una de las muchas paradojas del caso de la tesis de licenciatura plagiada por Yasmín Esquivel, hoy ministra de la Suprema Corte, es que ha permitido servir como arma arrojadiza contra la UNAM. La Universidad Nacional se encuentra ahora bajo distintas ráfagas de fuego cruzado.

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Luego de que explotara el escándalo al señalarse que la tesis de Esquivel era idéntica a la de un alumno recibido dos años antes (y que tenía la misma directora de tesis), la UNAM tomó cartas en el asunto y, tras un análisis cuidadoso, concluyó que la hoy ministra efectivamente plagió esa tesis.

La UNAM pudo haber rascado en su legislación e interpretado que se podía revocar el examen de grado. No lo hizo, posiblemente porque requería de una revisión a fondo de su propia legislación, como entidad autónoma, para saber si esa interpretación era impugnable, o no. Al mismo tiempo, se libró de tomar una decisión que, en estos tiempos de pasiones ciegas y desbordadas, podía ser incómoda políticamente,

Pero al definir que hubo plagio, la Universidad hizo una condena moral muy clara a quien lo realizó.

En épocas normales uno esperaría que la ministra, descubierta en el engaño, tuviera la dignidad mínima de renunciar a su cargo, subrayar que aquello había sido un error de juventud y señalar que, a pesar de esa falta, se había conducido con rectitud a lo largo de su carrera.

Pero no vivimos tiempos normales. Ahora el cinismo paga. Y era de verdad ingenuo suponer esa reacción de parte de Esquivel Mossa. Ya siendo ministra, en un desesperado intento de autodefensa, salió al ataque y acusó al autor original de la tesis (o, al menos, a quien presentó el documento dos años antes que ella, con todo y trabajo de campo) de ser él el plagiario. No sólo eso, consiguió -cosas que da el poder- que, al menos por un rato, la Fiscalía de la Ciudad de México decretara que no hubo plagio.

Tan no vivimos épocas normales, que el propio Presidente de la República salió en defensa de la ministra, para decir que se trataba de un ataque político en su contra. En el fondo, que no importaban ni el plagio original ni la posterior defensa tramposa. Y atacó a la UNAM. La acusó de lavarse las manos “como Poncio Pilatos” (y concluimos que Esquivel en esto juega el papel de Cristo. De locura).

Y a esto ha seguido una andanada retórica contra una supuesta “derechización” de la UNAM, con ecos siniestros en corifeos de segundo nivel en redes sociales y algunos medios. Esa “derechización”, en el lenguaje del “conmigo o contra mí” puede traducirse en el enojo de que la Universidad, como ente autónomo no se ha plegado a todas y cada una de las exigencias del presidente López Obrador.

La disputa no se da en el vacío, sino ante una inminente sucesión, en noviembre de este año, en la Rectoría universitaria. Y no es secreto que al menos una facción dentro de Morena, que conoce la Universidad y que tiene una concepción hiperideologizada de la educación, tiene interés en cambiar las reglas del juego. Lo hacen, esencialmente, aunque lo puedan esconder de democratización de una universidad dizque “neoliberal”, para sentarse ellos y que los suyos sean los únicos chicharrones que truenen.

En esa disputa hay una nueva vuelta de tuerca. La negativa de la SEP para definir si el título es válido (a pesar de que es clarísimo el Art 67 de la Ley Reglamentaria del Artículo 5 Constitucional), la decisión gubernamental de regresar el asunto a la UNAM y la vanagloria de la ministra, que dice no estar arrepentida y que la Universidad “se equivocó” (no sé si la equivocación a la que se refiere es legal o política. Me inclino por lo segundo: “te equivocaste, te metiste con Sansón a las patadas”).

De manera simultánea -y esto nos habla de la astucia de AMLO para devolver la bolita-, algunos ambientes de derecha, contrarios al Presidente, se han desesperado rápidamente porque la Universidad no reaccionó con la velocidad y en el sentido que ellos querían, que era el inmediato despojo del título de Esquivel Mossa.

De ahí pasaron, como si la Universidad no tuviera que cumplir reglas y, al tiempo, hacer equilibrios, a atacar al rector por supuestas afinidades con López Obrador. Y luego, a generalizar, insultando a todos los egresados y decir que su título no cuenta. En el fondo, se trata de exégetas de la educación privada, de la que no ven sus múltiples carencias y defectos, mientras detestan y desprecian de siempre a la educación pública, de la que desconocen todas sus virtudes.

Lo grave del asunto es que, con esas actitudes, no sólo están dejando libre el terreno para una andanada contra la Universidad, y contra la educación superior pública en general, que puede costarle mucho al país: están siendo la otra parte de la pinza.

Ante la nueva vuelta de tuerca, con el tema de la tesis de Yasmín Esquivel de nuevo en terreno universitario, lo conducente será que el Tribunal Universitario decida, y lo haga con claridad. En estas circunstancias es preferible, para la Universidad seguir con cuidado el procedimiento legal, aunque sea tardado y ello se interprete como debilidad o falta de compromiso.

Aunque de cualquier modo se mantendrá el fuego sobre la UNAM. Y eso es algo a tomar en cuenta: pase lo que pase no darán tregua.