Opinión
La URSS no apretó el botón nuclear en Afganistán; no lo hagas, Putin, en Ucrania
Fran Ruiz

La URSS no apretó el botón nuclear en Afganistán; no lo hagas, Putin, en Ucrania

Vladimir Putin ha pasado de perseguir a las ratas (para él, los ucranianos) a convertirse él mismo en una más grande y peligrosa para lograr finalmente su objetivo: destruir Ucrania y quedarse con los despojos.

El símil no es un deseo de ofender a los pobres roedores, sino que fue el mismo presidente ruso quien, hace años en una entrevista, lo usó para relatar cómo aprendió de las ratas a infundir terror. “Las perseguía por el pasillo del bloque de viviendas de mis padres, hasta que una vez, cuando una se vio acorralada, cambió de estrategia y empezó a perseguirme y fui yo quien salió huyendo; ese día aprendí una lección”.

Pues bien, esta lección es la que acaba de aplicar Putin. Como se ha visto acorralado en una guerra que él mismo declaró, pero que está perdiendo, acaba de poner sobre la mesa una penúltima carta, la del reclutamiento masivo, para doblegar a la resistencia ucraniana. Peor aún: acaba de sacar de la manga la esquinita de su última carta, la que muestra un misil con una ojiva nuclear.

A partir de aquí, surgen dos preguntas: ¿Será suficiente la movilización para revertir la derrota y ganar la guerra de Ucrania? Y, en caso de que la respuesta a la primera sea negativa, ¿se atreverá a pulsar el botón nuclear?

A priori, la movilización masiva llega demasiado tarde. Una cosa es llamar a la movilización entre una ciudadanía que —pese a la censura y las mentiras de portales como RT— sabe que la invasión está siendo un desastre; y otra cosa es reunir a 300 mil reservistas, entrenarlos en tiempo récord y enviarlos al frente de batalla, donde le esperan unos compatriotas desmoralizados.

Pero lo peor no es el factor humano, sino la logística armamentista. El hecho de que el Kremlin, que presume de uno de los ejércitos más mortíferos del planeta, se haya humillado a pedir drones de guerra a Irán o armas a Corea del Norte (las pidió sin éxito a China e India) revela que lo mejor del poderío bélico ruso quedó inservible en menos de siete meses de guerra. ¿De qué le ha servido a Putin haber invertido miles de millones en misiles hipersónicos o en cibersoldados para una guerra futurista, si la guerra en Ucrania es territorial como las de toda la vida?

Además, esta movilización masiva de reservistas tardará, con suerte, tres o cuatro meses en ser efectiva; tiempo en el que los aliados de Kiev intensificarán el envío de armas sofisticadas a Ucrania, como los muy dañinos miles estadounidenses Himars.

Putin siempre puede estar tentado a “groznificar” la guerra de Ucrania, con un ataque brutal de artillería y misiles contra las ciudades, como en su día hizo con Grozni para doblegar a los separatistas chechenos. Pero, a diferencia de lo que ocurrió hace ya tres décadas —cuando Occidente decidió que ese crimen de lesa humanidad era asunto interno ruso, o cuando miró a otro lado con la anexión de Crimea— en esta ocasión, Ucrania se ha convertido en el Santo Grial, tanto para los que defienden las democracias libres, como para los que defienden las autocracias de siempre, en este caso la de la Santa Madre Rusia.

En cualquier caso y aunque la probabilidad sea baja, una apuesta es una apuesta y Putin, ahora sí, espera ganar la guerra. Pero, ¿y si tampoco así gana; se atreverá a sacar la última y más peligrosa carta?

La pregunta es similar a la que el mundo se hacía a mediados de febrero, cuando el Kremlin se burlaba de la histeria de EU porque no se creía que los miles de tanques y soldados en la frontera eran para hacer inocentes maniobras. En esa ocasión, Putin apostó por la guerra convencional porque creyó (o le dijeron) que iba a ser un paseo militar y que Kiev iba a rendirse en 48 horas. Falló y ahora le queda la carta nuclear.

Llegados a este punto, porque muchos lo tendrán en mente, cabe recordar que no sería ni de lejos el mismo caso que cuando EU lanzó dos bombas atómicas sobre Japón. Por muy execrable que sea ese capítulo negro de la Historia, la diferencia es que EU no fue el que inició la guerra sino que fue Japón, con el agravante del genocidio nipón de chinos y coreanos. Consecuencia de todo ello, las potencias nucleares de la ONU se comprometieron a no usar jamás este último recurso, a no ser que la propia potencia sea agredida brutalmente por otro país, que no es lo que ha ocurrido en Ucrania.

De hecho, EU no se vio tentado de apretar el botón nuclear cuando invadió Vietnam y aceptó su derrota, como tampoco lo hizo la URSS de Mijaíl Gorbachov cuando invadió Afganistán y aceptó su derrota.

Tanques soviéticos durante la retirada de Afganistán, en 1987

Tanques soviéticos durante la retirada de Afganistán, en 1987

Itar Tass

Esperemos, en nombre de la humanidad, que Putin no se atreva a ser el primero en romper esta regla.