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Secuestran en Texmelucan a Alberto Becerra, portero del Puebla, y lo abandonan en la carretera a Reynosa

© Los plagiarios lo llevaron desde Puebla hasta San Fernando, rumbo a Reynosa, donde lo abandonaron sin haberlo lesionado ni robado

(La Crónica de Hoy)

Cuando estaba por abrir la puerta de su auto, el lunes 4 de septiembre, Alberto Becerra, portero del Puebla, fue sorprendido por un tipo que le ordenó no hacer ruido: “¡Súbete al coche y no hagas panchos!”

Aquella mañana, Becerra Acco, arquero cuya carta pertenece al América, se había detenido a unos metros de la vieja caseta de San Martín Texmelucan- Puebla, para comprar una botella de agua natural antes de ir a la práctica con su equipo.

De pronto, cuando se aproximaba a su auto Cirrus 2003, un hombre robusto, que no pasaba de los 35 años, lo sorprendió con una arma y le pidió abrir la puerta.

En unos segundos, Becerra sintió el cañón de una escuadra .9 milímetros a la altura del abdomen y de inmediato otro de los secuestradores ocupó el asiento del copiloto del auto.

—Me dijo: ¡maneja! Luego de manejar unos 80 kilómetros me ordenaron detenerme y el plagiario que iba de copiloto se pasó al asiento del conductor —narró Becerra a la policía.

Sentado atrás, Alberto veía desfilar las señales sobre la carretera. Primero Chimahuapan, luego Nuevo Necaxa. Extrañamente, a diferencia de otro tipo de secuestradores que vendan los ojos a sus víctimas, los plagiarios le permitieron ver todo lo que ocurría y a dónde se dirigían.

De hecho, según el arquero poblano, la ruta del secuestro siguió por Poza Rica para continuar hacia el puerto de Tampico. “Ahí estuvimos por más de seis horas, ya para entonces era martes”, agregó.

Amaneció lluvioso y frío. La travesía del plagio se enfiló hacia Altamira. Luego fueron recorriendo cada población hasta Soto La Marina.

En esta parte de la historia, Becerra, quien jugó 13 años en el América y en la presente temporada no ha visto acción en ninguno de los nueve juegos disputados por su equipo hasta el momento, no explicó en qué lugar estaban y qué hacían sus plagiarios.

Ya por la tarde del martes reanudaron el viaje rumbo a San Fernando hasta que un retén militar, asegura, les obligó a detenerse.

—¡No hagas nada! —ordenó uno de los secuestradores mientras le enseñaba la pistola que ocultaba debajo del asiento. Alberto sólo movió la cabeza en señal de aprobación.

Los soldados los bajaron del auto. Comenzaron a revisarlos. Todos estaban con las piernas abiertas. Entonces el militar se dirigió a Alberto:

—¿En qué trabajas? —le preguntó uno de los militares.

Alberto respondió: “estudio y trabajo, vivo con mis papás”. Los plagiarios secundaron: “Sí, vamos de compras a Reynosa y, de paso, a conocer la ciudad”.

El militar no sospechó nada y convencido se despidió: “Pueden retirarse”. Horas más tarde, ya de noche, a Alberto le ordenaron: “¡Bájate!” Luego los secuestradores arrancaron el auto velozmente.

Alberto comenzó a caminar a ciegas sobre la carretera. Según cálculos de la Policía Federal de Caminos, esto debió ocurrir por el kilómetro 107 de la carretera que viene de San Fernando rumbo a Reynosa.

Alberto caminó unos 20 kilómetros hasta llegar a una gasolinera donde, según él, vio su auto estacionado. Desesperado rompió el vidrio y le habló al director técnico del equipo, Juan Ignacio Palou García, para contarle lo sucedido.

Su testimonio indica que minutos después fue interceptado por unos policías. Se lo llevaron a desayunar ayer, luego a denunciar lo ocurrido y más tarde le pidieron su colaboración para hacer los retratos hablados.

En la policía de Reynosa no quedaron conformes con la narración del futbolista y preparan un exhorto para enviarlo a la Procuraduría de Puebla para que investigue el supuesto plagio.

Alberto se marchó de la ciudad ayer por la tarde con destino a Puebla para reportarse al entrenamiento del equipo este jueves.

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