Opinión

Días de guardar

Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron

sobre él sus mantos, y se sentó sobre el.

Marcos 11:7

Hoy me tocó escribir en Jueves Santo, el primero de los meros “días de guardar” que conforman la Semana Santa, fechas además en que cuando era yo pequeña no se escuchaba ni el zumbar de un zancudo dentro de la casa debido al luto por la pasión, muerte y crucifixión de Jesucristo. Mi madre no era de golpe de pecho pero sí en cambio la abuela, de quien heredamos la costumbre. Siendo así, para hoy me permití entonces la licencia de evitar un texto bronco como los que lamentablemente acostumbro, para, en cambio, buscar pasajes bíblicos que para el caso refirieran animalitos, particularmente burritos dada la cercanía del Domingo de Ramos en que previo a su sacrificio, Jesús-Rey entró triunfante a Jerusalén montado sobre un pollino. Asimismo, seleccioné a tan sensible y sobreexplotada especie animal no humana, de entre las diversas que cita la Biblia, debido al nacimiento del borrico que tanto esperaba Elena Larrea, dueña y señora de Cuacolandia, que QEPD, tras de rescatar a la madre y haberle celebrado hasta un burrishower. Dado lo anterior…

Un burro.

Un burro.

Daré lugar primero al origen del joven asno sobre el que Jesús montó tras pedirle a sus discípulos que se lo agenciaran entrando a una aldea cercana a por él, ordenándoles desatarlo y llevarlo ante su presencia. Fue así que lo trepó a lomo para realizar su celebrada entrada triunfal a Jerusalén, donde fue recibido con bendiciones y alabanzas de quienes inclusive tendieron sus mantos sobre el piso para que ambos –humano y animal- pasaran sobre ellos, a la vez que los ungían con palmas, pero…

Los burritos aparecen más veces en la Biblia, encontrándome por esa razón con un pasaje en Números 22 donde una “asna”, contra viento, marea y violencia protegió a su jinete del mal, cuando el terco de Balaam intentaba ir por un camino que no complacía a Dios y la burrita intentaba hacerlo entrar en razón rechazando el camino y tomando el debido aún siendo azotada, por lo cual Dios le concedió palabra para reclamar a su violentador el haberla golpeado hasta en tres ocasiones. Sorprendido al escuchar a la criatura, aquel tipo le dijo que lo había hecho porque se había burlado de él y que incluso de haber tenido una espada en la mano, en lugar de pegarle la hubiera matado. Vino de inmediato un segundo remilgo de la burrita señalándole haber sido su cabalgadura sin haberlo desobedecido nunca antes, a lo que el fulano le respondió que, en efecto, nunca lo había hecho, y al tiempo fue que se le apareció un ángel divino enviado por Jehová, quien de inmediato lo interpeló por su conducta hacia “la asna” que lo único que estaba haciendo era apartarlo del mal. Aquel espíritu fue todavía más duro, advirtiéndole a Balaam que de no haber parado gracias a la burrita, le hubiera dado matarili sólo a él, dejado a la criaturita viva. Y así como este par de pasajes, curiosamente se pueden encontrar varias referencias a los fantásticos y aguantadores burritos en: Éxodo, Jueces, Deuteronomio, Génesis, Mateo, Zacarías, Isaías y en Salmos. Unas a favor de los borricos y otras no tanto.

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En lo personal admiro enormemente a los burros… y burras. Será quizás por ello que desde 1978 y casi sin tregua, he sido tutora de alguno. A la fecha de 3 hembritas a las que considero las orejas de la comunidad en la que viven, ya que además de estar pendientes de todo y de toda persona que se allegue al lugar, son las primeras (antes que los perros) en dar aviso de mi llegada rebuznando a nivel máximo la presencia de la “señora zanahorias” o de la “señora galletas”, dependiendo del horario. Las amo. A los dos machos que tuve a cargo los bauticé como PLATERO I y PLATERO II, en honor al protagonista del libro de Juan Ramón Jiménez, lectura que me sensibilizó hasta las lágrimas y que aún ahora me hace llorar cuando de vez en vez releo lo escrito sobre el pequeño, peludo y suave borrico. Al trío formado por madre e hijas “miniatura” las bauticé, en orden de aparición, como: AQUIMICHÚ, CAROLINA y JUANITA CUCUMI, aunque confieso que la madre, al tener estirpe, está registrada oficialmente como ZANY; nacida en Texas, USA, el 6 de mayo de 1999, dado lo cual me sobrevivirá por bastante al tener una esperanza de vida cercana a los 50 años. El sólo imaginarlos en la orfandad me mantiene viva.