
Cada semana, sin darnos cuenta, ingerimos hasta 5 gramos de plástico. Eso equivale al peso de una tarjeta de crédito. Está en el agua que bebemos, en la sal de mesa, en los mariscos que comemos y hasta en el aire que respiramos. No es ciencia ficción: son microplásticos, fragmentos de menos de 5 milímetros —y aún más pequeños, los nanoplásticos— que provienen de la descomposición de envases, ropa, cosméticos y productos de limpieza.
Aunque diminutos, su impacto es cada vez más alarmante. Estas partículas tienen la capacidad de permanecer por décadas en el ambiente, adherir compuestos tóxicos como ftalatos, bisfenoles o hidrocarburos aromáticos, e incluso penetrar nuestros tejidos. Lo más inquietante es que ya han sido encontrados en sangre humana, placenta y leche materna. En este contexto, en un estudio reciente publicado por el Instituto de Medicina Molecular en China reveló que los microplásticos inyectados en el torrente sanguíneo de ratones provocaron trombosis cerebral por obstrucción celular.1 Aún no sabemos completamente qué pueden causar en los humanos, pero la Organización Mundial de la Salud ya ha advertido la urgencia de estudiarlos.
¿Cómo nos afectan?
Estas partículas actúan como esponjas ya que en su superficie se acumulan contaminantes persistentes con potencial carcinogénico o disruptor endocrino. Además, su tamaño les permite entrar a órganos y tejidos, generando inflamación y estrés oxidativo.
¿Y cómo enfrentamos este problema?
El desafío es doble: por un lado, comprender cómo interactúan los microplásticos con nuestro cuerpo a nivel celular y molecular. Por otro, diseñar alternativas sostenibles. En México, investigadores como el Dr. José Luis Olivares Romero, del Instituto de Ecología (INECOL), en colaboración con el Dr. Hugo Amores del Instituto Tecnológico Superior de Xalapa (ITSX), están desarrollando bioplásticos a partir de quitosano, extraído de residuos crustáceos, con propiedades biodegradables.
Pero la solución no es solo científica. También es política y cultural. En México, el consumo de plásticos de un solo uso sigue siendo altísimo. Ríos, costas y cuerpos de agua dulce están contaminados. Veracruz, por ejemplo, ha reportado microplásticos en peces del Golfo y en sus playas.2
En conclusión, la presencia de microplásticos en nuestro entorno, y en nuestros cuerpos, ya no es una posibilidad futura, sino una realidad científica. Frente a esta amenaza silenciosa, la respuesta debe ser colectiva: desde decisiones personales cotidianas hasta políticas públicas firmes e investigación científica comprometida. Combatir el plástico invisible requiere conciencia, acción y responsabilidad. Porque lo que está en juego no es solo el planeta, sino también nuestra salud.

Sobre el autor
Dr. José Luis Olivares Romero es investigador titular en el Instituto de Ecología (INECOL) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) Nivel 2. Su investigación se centra en el diseño de compuestos de interés agroforestal y médico, con énfasis en sostenibilidad y salud ambiental.

¿Quieres saber más?
- Li, Z.; Zeng, E.; et al. Drinking Boiled Tap Water Reduces Human Intake of Nanoplastics and Microplastics. Environ. Sci. Technol. Lett. 2024, 11 (3), 123–130. https://doi.org/10.1126/sciadv.adr8243.
- Peralta Pelaez, L. A.; Peña Montes, C.; Hermida Castellanos, L.; Huerta Quero, O. de J.; Hernández-Álvarez, C.; Mejía Estrella, I. A.; Sulbarán Rangel, B. Microplásticos en playas de la zona de influencia del Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano (PNSAV), México. Hidrobiológica 2023, 33(2). Disponible en: https://hidrobiologica.izt.uam.mx/index.php/revHidro/article/view/1712