
La atmósfera está viva. Esta capa de gases que nos protege de la radiación solar y nos proporciona el aire que respiramos, depende de muchos factores, uno de ellos es el vapor de agua, un ‘alimento’ que toma de los suelos, la vegetación y las masas de agua oceánicas y continentales.
En los últimos años, el calentamiento global causado por el cambio climático está contribuyendo a que la atmósfera esté cada vez más ‘sedienta’ y demande más agua de la Tierra, que no es capaz de satisfacer esta demanda al nuevo ritmo.
Según un estudio publicado este miércoles en la revista Nature, la demanda evaporativa de la atmósfera, que es como se denomina la ‘sed’ de la atmósfera, ha agravado un 40 por ciento las sequías en todo el mundo desde 1981.
Y es que, aunque la atmósfera está cada vez más sedienta, las precipitaciones globales apenas han cambiado desde hace un siglo, según el estudio liderado por la Universidad de Oxford, en el que ha colaborado el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) español, junto a centros de investigación de Estados Unidos, Bélgica, Alemania, y Arabia Saudí.
La investigación, además, advierte de que la demanda evaporativa, que hasta ahora no se había estudiado a nivel global, continuará empeorando en línea con el cambio climático que no solo es “muy grave” sino que tendrá “consecuencias múltiples e inesperadas”, avanzó a EFE Sergio Vicente, investigador del IPE-CSIC y coautor del estudio.
Sequías y sus consecuencias
Las sequías -periodos de tiempo anormalmente secos en los que la disponibilidad de agua está por debajo de los niveles normales-, tienen graves repercusiones en los ecosistemas, la biodiversidad y las poblaciones humanas.
“Si a los periodos secos causados por déficit de precipitaciones le añades una demanda atmosférica por encima de lo normal, lo que va a suceder es que los embalses, la vegetación y los suelos van a evaporar más agua y a perder más agua en el momento en que es más valiosa”, explicó Vicente.
Así pues, la demanda atmosférica influye en la disponibilidad de agua de la superficie terrestre y eso afecta a la vegetación, a los sistemas hídricos y al suelo, “pero, a su vez, la demanda tiene consecuencias en los cultivos y en la vegetación natural, al incrementar el estrés de las plantas, disminuyendo la fotosíntesis y la capacidad de absorción de carbono, entre otras influencias”, apuntó el investigador.
Un estudio global
Sin embargo, pese a la gravedad de sus consecuencias, hasta ahora los científicos solo habían analizado su impacto a nivel regional, nunca global.
Este estudio es el primero en analizar el efecto de la demanda atmosférica de evaporación en las sequías en todo el mundo y, para ello, los autores usaron datos climáticos de alta resolución sobre las sequías a escala global entre 1901 y 2022.
Descubrieron que en todo el mundo hay una tendencia al alza en la gravedad de las sequías, con una mayor severidad de los episodios de sequía tanto en zonas secas como húmedas.
El estudio precisa que las tendencias de sequía se mantuvieron prácticamente estables hasta 1981, pero que desde entonces la demanda atmosférica ha contribuido a aumentar la gravedad de las sequías en un 40 % de media a nivel mundial durante este periodo.
Entre 2018 y 2022, las zonas afectadas por la sequía se expandieron en un promedio del 74 % en comparación con el período 1981-2017, y según el estudio, la demanda atmosférica de evaporación contribuyó en un 58 % a este aumento.
Solo en 2022, casi un tercio de la superficie terrestre se vio afectada por sequías moderadas y extremas (especialmente en Europa y África Oriental), de las cuales el 42 % podría atribuirse a la demanda atmosférica de evaporación.
Para los autores, estos datos reflejan el impacto de la demanda atmosférica en la gravedad de las sequías y “demuestran que las sequías no dependen exclusivamente de la lluvia, y que, aunque las precipitaciones no hayan descendido, la severidad de las sequías está aumentando”, subrayó Vicente a EFE.
Mal pronóstico
El estudio, además, advierte de que, si no se actúa para mitigar los efectos del cambio climático, lo más probable es que esta tendencia continúe.
“Nos enfrentamos a un gran desafío, ya que no existe una forma directa de medir cuán sedienta está la atmósfera a lo largo del tiempo”, advirtió Solomon H. Gebrechorkos, primer autor del estudio e investigador en Oxford.
“Necesitamos actuar ahora, desarrollando estrategias de adaptación socioeconómica y ambiental específicas, así como sistemas mejorados de alerta temprana y gestión de riesgos. Muchas de las zonas afectadas ya están teniendo dificultades para hacer frente a sequías severas. Aunque costó años conseguir que este estudio alcanzara su máximo potencial, valió la pena, porque las conclusiones son muy impactantes”, concluyó.