
Pese al repunte de la era digital y el predominio de la música en streaming, hace años que los discos de vinilo, también llamados LP (Long Play) experimentan un renacimiento en el siglo XXI.
Más allá de su valor cultural y nostálgico, su funcionamiento y fabricación implican un compendio de principios científicos que van desde la física acústica hasta la química de polímeros.
Comprender cómo un disco de vinilo reproduce el sonido de artistas desde clásicos como The Beatles o The Doors, hasta las más modernas como Adele o Taylor Swift, implica adentrarse en la interacción entre ondas mecánicas, materiales plásticos y precisión en la ingeniería.
Composición y propiedades del material
El vinilo, nombre común para el policloruro de vinilo (PVC), es un polímero termoplástico formado por la repetición de unidades de cloruro de vinilo. Su fórmula química base es (C₂H₃Cl)ₙ. La elección de este material no es mera casualidad: combina durabilidad, flexibilidad y capacidad para retener micro-surcos con alta fidelidad.
Durante su producción, el PVC se mezcla con plastificantes para darle mayor elasticidad, estabilizadores térmicos para evitar degradación durante el moldeo y pigmentos (generalmente negro de carbón) para mejorar la resistencia a la luz ultravioleta.
Esta composición influye directamente en la durabilidad y la calidad de la reproducción: un vinilo bien cuidado puede conservar su fidelidad sonora durante décadas.

Física del sonido y grabación analógica
El principio fundamental de un disco de vinilo es la transducción mecánico-acústica. La música, inicialmente capturada como ondas sonoras, se convierte en una señal eléctrica mediante micrófonos. Luego, en el proceso de masterización analógica, esa señal eléctrica se utiliza para mover una aguja cortadora que graba un surco helicoidal continuo sobre un disco maestro.
Estos surcos contienen variaciones microscópicas que representan las fluctuaciones de la onda sonora.
En los discos estereofónicos, las paredes izquierda y derecha del surco corresponden a los canales de audio izquierdo y derecho. La aguja lectora de un tocadiscos, conectada a una cápsula fonocaptora, recorre estos surcos y vibra según las irregularidades, generando una señal eléctrica que posteriormente se amplifica y convierte en sonido.

Ondas y frecuencias en el vinilo
El vinilo reproduce un rango de frecuencias de aproximadamente 20 Hz a 20 kHz, equivalente al espectro audible del oído humano. Sin embargo, su limitación física impone un margen: frecuencias demasiado bajas producen oscilaciones grandes en el surco que pueden provocar saltos de la aguja, y frecuencias demasiado altas exigen surcos más finos, reduciendo la durabilidad y estabilidad mecánica.
La relación señal-ruido es un aspecto crucial. A diferencia de un archivo digital, que presenta un ruido de fondo prácticamente nulo, el vinilo siempre tendrá un nivel inherente de ruido debido a imperfecciones del material, polvo y desgaste.
No obstante, este “ruido analógico” es parte de su atractivo para los audiófilos, quienes valoran su calidez y naturalidad sonora.

Procesos de fabricación
El proceso de creación de un vinilo comienza con la producción de un disco maestro de aluminio recubierto de laca. Sobre él, una aguja cortadora graba el surco con precisión micrométrica.
Luego, este disco se somete a un baño galvánico para depositar una capa metálica mediante electrólisis, generando una matriz metálica. De ella se obtienen “moldes madre” y, posteriormente, “estampadores” que se utilizan para prensar copias en PVC.
En la prensa, el PVC calentado a unos 160 °C se coloca entre dos estampadores y se comprime con fuerza. Una vez enfriado, el disco conserva con exactitud las ondulaciones microscópicas de los surcos. El control de temperatura, presión y tiempo es crítico para evitar deformaciones que comprometan la calidad sonora.
Ciencia del desgaste y conservación
El contacto constante entre la aguja y el surco provoca fricción y, con el tiempo, desgaste del material. La presión ejercida por la aguja puede llegar a varios cientos de gramos por milímetro cuadrado en el punto de contacto, suficiente para calentar momentáneamente el PVC y deformar microscópicamente el surco si el equipo no está calibrado.
El polvo es otro enemigo: actúa como abrasivo y aumenta el ruido de fondo. Por ello, la limpieza con cepillos de fibras de carbono y soluciones antiestáticas es fundamental. Desde la física, esta prevención busca minimizar la acumulación de partículas que alteran el movimiento de la aguja y distorsionan la señal.
Comparación con formatos digitales
Desde el punto de vista científico, la diferencia principal entre un vinilo y un formato digital radica en la naturaleza de la señal. El vinilo almacena una señal continua (analógica), mientras que el audio digital es una secuencia de valores discretos muestreados a una frecuencia determinada (44,1 kHz o más).
La física de la grabación analógica permite una reproducción sin cuantización, pero con limitaciones físicas y de ruido. El digital, por su parte, garantiza una reproducción idéntica en cada reproducción, pero sin el “color” que introduce la mecánica del vinilo. Este debate entre precisión y carácter subjetivo del sonido sigue vigente tanto en la ciencia acústica como en la ingeniería de audio.
Vinilo y percepción sonora
Investigaciones en psicoacústica sugieren que la preferencia por el vinilo puede estar vinculada a cómo el cerebro interpreta la ligera distorsión armónica que produce el sistema mecánico de reproducción.
Este fenómeno puede aumentar la sensación de “presencia” y “cercanía” en la música, un efecto difícil de replicar en formatos digitales sin procesamientos específicos.
En laboratorio, se ha comprobado que la distorsión armónica de segundo orden —más común en sistemas analógicos— puede resultar agradable al oído humano, ya que emula de forma natural algunos armónicos presentes en instrumentos acústicos.