
Las fotografías de Jane Goodall sonriente, cercana, tocando y abrazando a los chimpancés de la selva africana cuestionaron la creencia de que los humanos somos los únicos seres capaces de crear lazos sociales y de expresar emociones. Era una idea predominante en los años sesenta, cuando ella emprendió sus revolucionarios estudios sobre el comportamiento de chimpancés en libertad.
Fue criticada por dar nombres a los primates en sus investigaciones. “Deberían ser números”, le decían sus profesores, quienes le afirmaban que los únicos capaces de tener mente y personalidad eran los humanos. “Para ser buena científica tienes que ser objetiva”, “nada de empatía con los animales”.
No les hizo caso. Optó por dejarse llevar por las enseñanzas de “un excelente profesor” que le demostró que lo que le decían los científicos no era cierto. Ese profesor fue su perro, el compañero de su niñez.
Ella demostró la inteligencia de los primates y fue más allá. Reveló que construyen herramientas, que viven en grupos. Las icónicas imágenes de su cercanía a estos seres y sus crías en la selva han dado la vuelta al mundo. Esta visión se extendió poco a poco entre la comunidad científica.
Llevó los resultados de su trabajo científico hacia el activismo. En sus conferencias destacaba las capacidades de otras especies. “Ahora sabemos que los animales son mucho más inteligentes de lo que pensábamos, y no sólo los grandes simios. Sabemos que los cerdos son muy inteligentes, como también lo son las aves, especialmente los córvidos y los loros. Sé de un loro que puede utilizar 1.500 palabras, considerando una palabra sólo si la ha pronunciado dos veces, sin que nadie se lo pida, y en el contexto adecuado(…)”, expresó el 19 de octubre de 2024 durante su presencia en la sede de la Unesco en París.
Nació en Reino Unido el 3 de abril de 1934. Desde niña le gustaba estar cerca de los animales. Quiso dedicarse a la etología, ciencia que estudia el comportamiento de la fauna. En los años sesenta, conoció al paleoantropólogo Louis Leakey durante un viaje a Kenia. La invitó a colaborar en los estudios con chimpancés salvajes en Gambe, un parque en Tanzania, África. En ese tiempo era una joven de 26 años.
Desde entonces fue incansable como primatóloga y naturalista; nunca se alejó de los laboratorios naturales, ni dejó de difundir su filosofía frente a la vida.
Jane Goodall viajó por el mundo sembrando una nueva conciencia sobre nuestra relación con otras especies. Aunque expresaba su preocupación por la crisis ambiental, no perdía la esperanza de un mundo mejor. Confiaba en la resiliencia de la naturaleza:
Sin duda, su ausencia física tras su fallecimiento el 1 de octubre (2025) deja un vacío en la lucha por el reconocimiento y la defensa de la biodiversidad.