
Desde la época prehispánica hasta el siglo XX, la historia de México está marcada por migraciones. Así lo expusieron los participantes del segundo panel del X Encuentro Libertad por el Saber, que organiza El Colegio Nacional con el tema Migraciones.
“La migración en México debe de pensarse en plural. No es un fenómeno unidireccional solo hacia el norte, tampoco es un fenómeno meramente internacional, pues hay migraciones locales y regionales. De ninguna manera es un proceso reciente. Toda la historia del país está marcada por numerosas migraciones”, afirmó el historiador Javier Garciadiego, miembro de El Colegio Nacional, al participar en la mesa “Migraciones históricas”.
En el panel participaron los colegiados Linda Rosa Manzanilla Naim, con la ponencia “Migraciones a la ciudad prehispánica multiétnica de Teotihuacan”, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma con la charla “Las migraciones en el centro de México: el caso del posclásico”, y la investigadora Mashaal Sohail, del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, con la conferencia “El poblamiento de México desde la perspectiva genética”.
Manzanilla Naim refirió que las migraciones forzadas en el mundo, ocasionadas por cambios macro-regionales, como los que se dieron en el norte de África y el Levante, “pueden ser detonadores de civilizaciones, pero también pueden ocasionar colapsos de civilización”.
Hablando de detonadores de civilizaciones, la colegiada señaló que Teotihuacán se formó con la llegada de migraciones a un valle que ya era ocupado por pequeñas aldeas: “Se ve que empieza a necesitar mano de obra para construir esta nueva forma de vida que es la ciudad ortogonal, con traza urbana. La estructura de esta ciudad es que tiene barrios étnicos en la periferia: oaxaqueños, veracruzanos, michoacanos, y barrios multiétnicos en la parte interior”.
“Al final de la época teotihuacana hacia 560, 570, ocurre una revuelta contra la élite gobernante. Hay una contradicción ya entre la forma muy independiente de los barrios, de acción de los barrios contra lo austero, muy ortodoxo de la élite gobernante y hay tensiones con los grupos que están más allá de la Cuenca de México”
A esta situación se sumó “una sequía prolongada que continúa hasta el Epiclásico y hay una serie de eventos que se van sumando”. Durante la revuelta contra la élite gobernante “todas las estructuras de la Calzada de los Muertos son destruidas, saqueadas y quemadas”.
DESPUÉS DE AZTLÁN.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma continuó con el relato migratorio en México durante la época prehispánica, en el periodo posclásico, refiriéndose a una de las migraciones más comentadas de la historia nacional: la de los mexicas saliendo de Aztlán. De acuerdo con el colegiado, los mexicas se apropiaron de la tradición que habían seguido pueblos como el tolteca chichimeca, que decían provenir de Chicomóztoc (Siete cuevas) y de Colhuacan (en donde está el cerro con el pico torcido).
“El mexica empieza, aparentemente, a desplazarse, hay investigadores que piensan que nunca salieron del Valle de México, sino que aquí estaban asentados. Y, además, en las diversas fuentes, cuando se nos habla de dónde vinieron, pues hay una diversidad de lugares impresionantes, unos dicen que de Nuevo México, otros que del Pánuco, otros que por Michoacán”.
La narrativa migratoria fue complementada por los estudios de la investigadora Mashaal Sohail, integrante del proyecto del Biobanco Mexicano, quien habló de los antecedentes genéticos de la población mexicana y su comportamiento a nivel territorial. “Podemos ver redes que están conectadas, dependiendo de qué tanto material genético comparten entre sí. Lo que podemos ver es, primero, un poblamiento del norte al sur, en términos de ancestros comunes, y que, en general, están más conectados dentro de los grupos indígenas que entre sí”.

“Vemos conexiones entre grupos indígenas, por ejemplo, entre los mayas y los totonacas, que sugiere que se formó un corredor costero atlántico de flujo genético antiguo. Sacando material genético de huesos, de sitios arqueológicos en la Sierra Tarahumara, Cañada de la Virgen y la Sierra Gorda se analizaron estos individuos con individuos del presente, y lo que pudieron decir es que fueron importantes eventos climáticos, como una sequía”.
Sohail resumió que, “debemos ver a México como un mosaico genético y cultural. La genómica no solo revela el pasado biológico, también historias de resistencia, movilidad y diversidad que siguen dando forma a la identidad nacional”.
GUERRAS Y TRABAJO.
A partir del periodo independentista, las migraciones en México sucedieron por motivaciones bélicas y laborales, señaló el historiador Javier Garciadiego durante su intervención. “Así sucedió con las primeras migraciones provocadas por las autoridades españolas que buscaron poblar regiones con ciudadanos hispano-mexicanos para contrarrestar el inicio del proceso de colonización por migrantes estadounidenses y europeos. Esta política continuó con el establecimiento de México como país independiente”.
Esta política continuó en los gobiernos de la República restaurada de Juárez y Lerdo de Tejada quienes “fomentaron el asentamiento de colonias agrícolas militares”. Es más, durante los primeros años del largo régimen porfiriano se mantuvo el proyecto para quienes aceptaran migrar y establecerse en el norte. Habría facilidades para adquirir tierras, beneficios fiscales y ventajas catastrales. Esa migración sumó una gran diversidad laboral: “sector agrícola, ferrocarrilero, minero y de servicios”, señaló.
En el último tercio del siglo XIX, las cosas cambiaron y comenzó un flujo migratorio hacía Estados Unidos. “Varios factores lo explican: Primero, el desarrollo económico norteamericano y muy especialmente el desarrollo del sur de ese país, donde la baja densidad demográfica hacía necesaria la fuerza de trabajo migrante mexicana. Segundo, la migración fue facilitada por la política migratoria norteamericana, que entonces estaba prácticamente abierta sin restricciones. Tercero, la facilidad natural para hacerlo, pues no había que atravesar enormes montañas ni mares procelosos”.
La situación volvió a cambiar con la Revolución mexicana y la naturaleza de la doble migración: en el interior del país y hacia los Estados Unidos ya no fue por motivaciones económicas. “Lo que definió la migración durante el decenio fue la violencia y las razones militares”.
Pero, “hubo muchos casos de reconcentración habitacional en las ciudades que ofrecían mayor seguridad. El ejemplo más evidente es el de la propia Ciudad de México, que pasó de tener 720 mil habitantes en 1910, a contar con casi el doble en 1930. Estos flujos fueron básicamente regionales y en muchos casos sólo temporales, regresando las familias a sus pueblos y sus ranchos cuando mejoró la seguridad”.
Un momento más se dio con la llegada de la Primera Guerra Mundial. “Comprensiblemente, este gravísimo conflicto atrajo a muchísimos mexicanos para trabajar en Estados Unidos. Durante los primeros años de la guerra, entre 15 y 16, se intensificaron las labores agropecuarias en Estados Unidos porque había que enviar alimentos a los países amigos, Inglaterra y Francia, que estaban enfrentando a Alemania y sus aliados”.
“Sin embargo, durante los dos últimos años de la guerra, 17 y 18, Estados Unidos se involucró físicamente en el conflicto, pasó a ser país beligerante y tuvo que enviar muchísimos soldados, un millón, al frente europeo. Entre esos soldados había miles de trabajadores agrícolas y para que los cultivos no quedaran abandonados se empleó urgentemente a muchos campesinos y jornaleros mexicanos”, recordó el colegiado.
“Migraciones históricas” y todas las mesas del Encuentro están disponibles en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.