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Los roedores han formado parte del imaginario colectivo desde hace mucho tiempo. Han estado presentes en cuentos, canciones y actualmente en las redes sociales. Se les ha antropomorfizado dotándoles de rasgos humanos que los hacen más cercanos y aceptados por la sociedad, ¿estas representaciones pueden ayudarnos a su conservación y a la protección de los ecosistemas que habitan?

¿Están de moda los roedores o solo los capibaras?

Capi Gloria Tapia-Ramírez. Investigadora Postdoctoral. ((ECOSUR-San Cristóbal de las Casas).)

Desde hace unos años es muy común ver capibaras por todos lados y en diferentes presentaciones. Cabiparas peluche, capibaras llavero, capibaras para el pelo, capibaras mochila, capibaras en ilustraciones, capibaras en reels y en videos de TikTok. “Capibara, capibara, capibara, capibara” fue una canción pegajosa que aún se escuchaba en el verano de 2024 y que acompañaba multitud de reels. Incluso los autores del presente texto entraron en la fiebre por éste y compraron uno que otro capibara en esta profusión de artículos exhibidos en todos los puestos callejeros y establecidos de México. El fenómeno nos llevó a cuestionarnos varias cosas: ¿sabrá la gente que ese animal tan bonito y regordete que lleva en la cabeza, es en realidad un roedor?, ¿si lo supiera, lo llevaría? y finalmente, ¿están de moda los roedores o sólo los capibaras?

Los roedores, un orden de mamíferos que incluye a las ardillas, los puercoespines, las ratas, los ratones, las chinchillas, los hámsters, los agutíes y los tepezcuintles (los roedores más grandes de México) y desde luego, a los capibaras, es uno de los órdenes de mamíferos más abundante en el mundo, con alrededor de 2693 especies; lo cual significa que casi un tercio de todos los mamíferos descritos a nivel mundial, es decir 6753 especies, son roedores. Al tratarse de animales tan abundantes,

hace sentido entonces que estén tan presentes en el imaginario colectivo.

Se tienen registros de que la humanidad empezó a convivir estrechamente con roedores, más concretamente con ratas y ratones comensales, desde hace unos 13,000 años, cuando nos volvimos sedentarios y empezamos a producir y almacenar grandes cantidades de granos para alimentarnos. Fue en ese momento que empezamos a ver de cerca a estos animales. Les hicimos fama de animales molestos y desagradables, pues se acercaban a comer nuestros granos y de paso, los ensuciaban. En esta cercanía tuvimos tiempo de observar detenidamente sus características: sus largas colas, sus redondeadas orejas, el movimiento de sus bigotes, sus largos dientes delanteros y, el comportamiento de “mordisquear” objetos, acción que en ocasiones delata su presencia al encontrar en nuestras casas cajas de cartón, bolsas o costales “mordisqueados”, e incluso, alimentos. Este “mordisqueo” es parte de su comportamiento biológico, pues los roedores rasgan objetos con la finalidad de desgastar esos dientes delanteros, llamados incisivos. A esa acción se le da el nombre de “roer”, palabra de donde deriva el nombre roedor.

Quizá esta “convivencia” tan cercana nos llevó a generar múltiples representaciones artísticas de estos animales. A pesar de tener esa fama de animales sucios y desagradables, muchas de estas representaciones muestran a roedores antropomorfizados, esto es, dotados de una forma, características y cualidades humanas, por lo que comúnmente las representaciones de roedores los pintan como juguetones y entrañables. De modo que antes de los capibaras, existieron los tiernos ratones dibujados por Beatrix Potter, una afamada ilustradora inglesa (1904), después vino “Mickey Mouse” (1928) célebre en EE.UU. y el mundo entero. Y México no se quedó atrás, también tuvo a su “Ratón Vaquero” (1963) que hasta hace unos años se bailaba en las escuelas primarias en la celebración del día de la madre, y a “Mimoso Ratón” (1980), un personaje de un programa infantil de televisión. También hay ratones que rebasan las fronteras de países como México, Argentina y Colombia, en donde los niños que mudan sus dientes de leche esperan que el “ratón de los dientes” les deje unas monedas a cambio de éstos. En España es el “ratoncito Pérez”, popularizado por un cuento de 1894 escrito por el rey Alfonso XIII y que tienen sus equivalentes en países como Francia, Reino Unido, Sudáfrica e India, aunque con variaciones en el nombre y figura asociada. “Remy, el chefcito” de la popular película Ratatouille (2007), que incluso ganó un Óscar, llevando un inspirador mensaje de perseverancia. Y la lista sigue, desde representaciones de roedores que cosen vestidos de princesas, ratones detectives, ratones que ayudan a elefantes o ardillas que son amigas y defienden sus bellotas.

Como vemos, parece que los roedores llevan mucho tiempo de moda o al menos, presentes en variadas representaciones artísticas. Una simple búsqueda en los archivos del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York (The MET), que aloja uno de los mayores acervos de arte del mundo, lo confirma. La búsqueda con el término “rat”, arroja 229 obras, siendo las más antiguas una pieza procedente del siglo II, del Imperio romano y algunas piezas del año 206 en China, unas figuras de porcelana, bronce y jade que representan a unos ratones.

Los roedores en el imaginario colectivo no sólo han sido dotados de un carácter tierno, aventurero y gracioso, sino que también han sido usados para encarnar a personajes odiados por el sentir popular. Particularmente, el uso de la palabra “ratero” evoca a una rata que roba y así han sido representados en paredes, tiras cómicas y cartones políticos, muchos personajes de la política nacional e internacional. En la actualidad, algunas de las representaciones más famosas son aquellas de arte urbano del artista Banksy. Y es que justamente el arte sirve para eso, para representar el carácter de una persona o sus emociones específicas. En muchas ocasiones, permite al artista hablar de su contexto personal, histórico y social del lugar que habita, en ocasiones haciendo uso de alegorías.

En la literatura de conservación del ambiente, mucho se ha escrito sobre cómo el antropomorfizar a las especies, puede contribuir a su conservación. Tal acción ayuda a crear un lazo emocional con la naturaleza, promoviendo sentimientos de similitud y empatía con aquellos animales antropomorfizados, lo que ha demostrado funcionar mejor con infancias y que pudo haber pasado con el caso de los capibaras y su popularidad.

Los capibaras son animales que actualmente sólo viven de manera silvestre en Sudamérica (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela). En 2021, saltó a los medios de comunicación masiva la noticia de cómo los residentes de unos condominios asentados en unos humedales en Argentina, se quejaban de la presencia de estos animales, pues se habían adueñado de sus pasos peatonales y sus jardines. Esta noticia contribuyó a que los capibaras se volvieran virales. Muchos videos mostraban a esos grandes animales, aparentemente impasibles y de apariencia apapachable, como una especie a la que había que defender de la invasión de los humanos que se habían asentado en sus humedales. “¿Quiénes son los invasores?” rezaban algunas de las ilustraciones que se emplearon para hablar del conflicto que se dio en aquellos años entre los habitantes de los condominios y los capibaras. Dadas estas circunstancias, fueron luego enarbolados como un estandarte en la lucha contra la invasión de los espacios naturales.

Estas características, ayudaron a su viralidad, que elevó a estos roedores al estrellato en toda la internet, popularidad que subsiste hasta 2025. Sin embargo, todas esas características humanas, no las poseen los capibaras, que lo único que hacían era habitar en los humedales en donde se instalaron dichos condominios 20 años atrás. El auge repentino por estos roedores contribuyó a que internacionalmente se ejerciera una presión tal, que desembocó en la toma de medidas de mitigación para regular la explosión demográfica de los capibaras en dicho lugar. Como resultado, se dieron las condiciones para propiciar una sana y pacífica convivencia roedor-humano. Sin embargo, esta fiebre por los capibaras también los puso en riesgo, pues la gente pasó de querer tenerlos como peluches, a querer tener ejemplares vivos en casa o en espacios públicos como cafeterías, rompiendo así la barrera que debe existir entre la fauna silvestre y los humanos.

Un ejemplo más antiguo de esta antropomorfización ocurrió con las ilustraciones de Breatrix Potter, quien dibujó roedores realizando actividades como barrer, bordar, leer el periódico, preparando el té o dando un paseo por la campiña inglesa. No se puede demostrar que estas ilustraciones hayan tenido un impacto en la conservación de roedores; sin embargo, reflejan un conocimiento de la naturaleza e incidieron en las infancias de aquel momento para crear un vínculo emocional con ésta.

Entonces, dado este panorama, es posible que la gente si sepa que los capibaras son roedores y los porten gustosos porque ya ha habido un trabajo hecho por las redes sociales de “idealización” de este roedor. Trabajo que no se ha realizado para otras especies de roedores. Si bien es cierto que existen en el imaginario colectivo, aún persiste ese rechazo por su simple existencia, lo que no contribuye a su conservación. Conociendo los ejemplos que se han proporcionado, podríamos aprovechar el poder de las redes sociales para dar a conocer la diversidad de roedores que hay en México (alrededor de 244 especies) y hablar de su papel en la preservación de bosques y selvas. Probablemente, escoger una especie representativa por ecosistemas, al que dotemos de características tiernas, nos permita establecer n las infancias nuevas manera de apreciar la naturaleza que aún nos rodea.

Quizá es momento de poner de moda a todos los roedores y no solo a los capibaras. Quizá es momento de enfrentar los desafíos de la conservación de los ecosistemas usando nuevos enfoques, unos que busquen la empatía con especies poco carismáticas a través del arte.

Therya ixmana 4(2):120-122

https://mastozoologiamexicana.com

1El Colegio de la Frontera Sur. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.

tapiaramglo@gmail.com

2Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, Unidad Mérida. Mérida, Yucatán, México. aharhon@gmail.com

*Autor de correspondencia

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