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Laura Vargas-Parada asistió en tres ocasiones a la Reunión Anual de Premios Nobel en Lindau, Alemania, donde entrevistó a cerca de 25 laureados. En el marco de la entrega de los Nobel, el próximo 10 de diciembre, conversamos con la científica y periodista, quien publicó sus historias en diversos medios, entre ellos, Crónica

Si algo caracteriza a los premios Nobel es que “nada los detiene”: Laura Vargas-Parada

Premios Nobel en Lindau Laura Vargas-Parada (sonriendo) y periodistas junto con Barry Marshall, quien ganó el Nobel por descubrir efectos del H. pylori en la salud. (Cortesía)

Estamos en el marco de la entrega de los Premios Nobel (10 de diciembre), una ceremonia con protocolos y formalidad, donde los galardonados reciben su medalla de oro de 18 kilates y la distinción de la realeza sueca y el mundo.

No obstante, lejos de las alfombras rojas, tuxedos y galas ostentosas, existe otro encuentro donde muchos Nobel se dan cita con jóvenes estudiantes de una manera distendida e informal, en la cual se dan la oportunidad de relajarse un poco más. Se trata de la Reunión Anual de Premios Nobel en Lindau, Alemania, realizada durante el verano.

Laura Vargas-Parada es científica especializada en el área biomédica, pero también comunicadora de la ciencia, por lo que tuvo la oportunidad de ir en más de una ocasión al encuentro y entrevistar a muchos Nobel y vivir la experiencia que, según se dice, sólo es posible experimentar una vez. No obstante, esto no aplica para los periodistas, como demuestra la historia de Vargas-Parada.

En entrevista, refiere que el encuentro surge como un acto de reconciliación de Alemania con el resto del mundo tras la Segunda Guerra Mundial. En asociación con la familia real sueca, se organizó la reunión de Lindau entre premios Nobel y jóvenes investigadores para tener un intercambio académico y científico.

“Para muchos estudiantes y científicos, conocer a los Nobel equivale a conocer a su artista favorito del momento, por lo que el encuentro puede servir para estimular vocaciones y también para abrir espacios de colaboración en una Europa –algo muy importante en su origen, dada la recuperación y división después de la Segunda Guerra Mundial”.

Laura Vargas-Parada visitó por primera vez Lindau en 2011 y asistió a las charlas y conferencias temáticas relacionadas con el área de fisiología y medicina, su campo. El objetivo, señala, es juntar a los Nobel con jóvenes estudiantes de posgrado destacados en sus países o que hayan tenido cierto reconocimiento. “De esta forma, tienen la posibilidad de aprender y conocer de primera mano cómo trabajan, cómo lograron ganar el premio, qué los mueve, y no sólo eso, hay una sesión donde los estudiantes de doctorado pueden presentar sus proyectos de investigación y los Nobel les dan consejos”.

¿Qué estudiante de ciencias no quisiera que los premios Nobel de su área sepan lo que estás haciendo y te den sugerencias?, añade la científica. Es por ello, que el encuentro busca generar una chispa de emoción y de metas para la gente joven, pero también es una oportunidad para que los Nobel compartan su legado.

“Básicamente ese es el objetivo de la reunión y los periodistas de ciencia participan para dar a conocer lo que se está trabajando y, de alguna manera, trabajar en conjunto en la difusión de estos eventos. Entonces, así fue como llegué”.

A la reunión asisten alrededor de media centena de Nobel y el doble de estudiantes; los periodistas como Laura representan otra media centena. “Yo estuve en las reuniones de medicina y fisiología, en parte porque mi formación me permitía tener conocimiento del tema. También estuve en una reunión de química en algún punto. Asistí a tres diferentes reuniones, en 2011, 2012 y 2014, y tengo que confesar que dada mi formación como científica para mí era como si fuera niña en dulcería”.

La también profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM y ex coordinadora de diversas oficinas de comunicación de la universidad, expresa su emoción de haber presenciado el encuentro como periodista y científica. “No podía ser nada más emocionante para mí que tener la posibilidad de conocer premios Nobel, cuyo trabajo y carrera conocía perfectamente, pero además tuve la oportunidad de acercarme a ellos y entrevistarlos”.

Publicación en "Crónica" Artículo de Laura Vargas-Parada publicado en 2011.

TRES LECCIONES.

Entre 2011, 2012 y 2014, Laura entrevistó a cerca de 25 premios Nobel y tuvo una serie de aprendizajes que comparte con agradecimiento:

“Lo primero que aprendí es que todos son muy generosos y muy amables. Uno pensaría que, como grandes estrellas dentro de la ciencia son difíciles, pero no, por eso mismo aceptan ir a estas reuniones, puesto que tienen el interés de compartir. Adicionalmente, me di cuenta de que la mayoría tiene una vena artística. Había un buen número de premiados que entrevisté a quienes les gustaba la música y tocaban algún instrumento”.

De hecho, uno de ellos, Martin Chalfie –que descubrió la proteína verde fluorescente– llevaba su guitarra. “Incluso me cantó una canción cuando lo entrevisté. Eso te da una idea del ambiente tan distendido y tan amable y que además cambia la idea de que están en un lejano pedestal, pero son seres humanos como cualquier otro, con gustos y familias con las que viajan a Lindau”.

Un tercer aspecto que comparte la científica, y que relata continuamente a sus estudiantes, es que algo que los hace distintos a otras personas es que nada los detiene. “Si ellos quieren contestar una pregunta, no les importa que haya cosas que ellos no sepan hacer, buscan con quién colaborar, buscan cómo aprender a hacerlo. Nada es un obstáculo para alcanzar lo que quieren hacer y eso es bien importante”.

EN BICICLETA POR MÉXICO.

Ese raudal de experiencias y entrevistas dejaron huella en Laura, pero recuerda una anécdota en particular, cuando charló con el estadunidense Peter Agre (Nobel de Química 2003). “Fue particularmente especial porque cuando llegué a la entrevista lo primero que dijo fue: ‘te tengo que contar, esto es algo que ningún periodista sabe. Cuando era joven me fui a México y lo recorrí en bicicleta’. Entonces fue una historia espectacular”.

El científico visitó México en los años 70 y, tras desembarcar en el aeropuerto de la Ciudad de México con su bicicleta, tomó rumbo hacia Estados Unidos bicicleteando. “Recordaba que en Monterrey iba agarrado de la parte trasera de los camiones de redilas que le daban aventón para subir las curvas y las montañas (…) fue una muy bonita experiencia que el Premio Nobel estaba ansioso por contarnos”, pero no es todo.

El químico ganó el Nobel por descubrir un tipo de proteínas muy importantes en muchos fenómenos fisiológicos, llamadas acuaporinas. “Como su nombre lo dice, sirven para transportar agua y por supuesto que las empresas dedicadas a los cosméticos fueron las primeras en decir ‘esto suena bien’, puesto que evitarían que se formen arrugas”.

Una empresa de cosméticos los contactó y querían usarlo hacer promoción al potencial de dichas proteínas para su uso cosmético. “Por supuesto que no aceptó porque no es algo que estuviera probado, pero sí le ganó el reconocimiento de su mamá, quien le llamó por teléfono y le dijo: ‘hijo, por fin haces algo importante’, no porque había ganado el Premio Nobel, sino porque lo había contactado Dior y su descubrimiento tenía potencial en la industria cosmética (…) Entonces esa es una entrevista que recuerdo con mucho cariño”.

Finalmente, la científica y comunicadora recuerda que asistir a Lindau a la reunión de Premios Nobel es una posibilidad para estudiantes y periodistas mexicanos, que vale la pena explorar. “Esperamos que muchos mexicanos en Lindau vayan a conocer a los premios Nobel y que, eventualmente, nos lleven a ganar uno, como Mario Molina”.

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