
La acuicultura ha emergido como una industria importante en la economía mexicana, principalmente en las zonas rurales. A medida que enfrentamos desafíos en la pesca tradicional y en la seguridad alimentaria, la acuicultura ha demostrado ser una solución viable y sostenible. Su crecimiento cercano al 5 %, contrasta con la pesca, en donde se considera que el 75 % ya alcanzó su máximo rendimiento sostenible; esto no solo impulsa la producción de alimentos, sino que también genera empleo y fomenta el desarrollo económico en diversas regiones del país, ya que esta actividad se lleva a cabo en 23 de los 32 estados de México.
La acuicultura no solo beneficia a la población en términos de alimentación, sino que también impulsa la economía a través de la creación de empleo y la generación de ingresos. Las granjas acuícolas requieren mano de obra para tareas como la alimentación de los organismos, el mantenimiento de los estanques y la gestión de la producción. Este empleo no solo se concentra en áreas costeras, sino que, como se mencionó anteriormente, también se extiende a zonas rurales, proporcionando oportunidades de trabajo donde a menudo son escasas. En ese sentido, de acuerdo con el censo económico del INEGI, en 2019 había 33768 personas dedicadas a esta actividad, repartidas en 3666 unidades económicas dedicadas a la acuicultura (de las cuales el 80% tiene menos de diez empleados); sin embargo, solo el 54% de esas personas reciben remuneración, mientras que la parte restante está compuesta principalmente por dueños o socios de la unidad de producción. Lo anterior resulta interesante, ya que nos indica que muchos de ellos son negocios familiares o cooperativas acuícolas, lo cual le da un fuerte valor social a la industria, ya que fomenta el arraigo en zonas rurales y costeras al diversificar la economía de esas zonas, ya sea mediante el empleo o el autoempleo.
Por otro lado, la acuicultura mexicana, además de satisfacer la demanda interna, permite la exportación ya que los camarones, el ostión, y otros productos cultivados localmente se envían a mercados internacionales, generando divisas y fortaleciendo la posición del país en el comercio global de alimentos. Este flujo de exportaciones no solo beneficia a las y los productores y empresas acuícolas, sino que también contribuye positivamente a la balanza comercial de México, por ejemplo, en el caso del camarón cultivado, los volúmenes de importación y exportación son similares, sin embargo, el producto de exportación es de mayor valor económico ya que suelen ser tallas más grandes, lo que beneficia al país al tener un balance a favor desde el punto de vista económico ya que el valor de este producto ronda los mil millones de dólares anualmente.
Sin embargo, la industria tiene grandes desafíos, al tratarse en su mayoría de microempresas, suelen tener serias desventajas competitivas; una de ellas es que suelen vender su producto como un commodity (materia prima) ya que se calcula que solo el 0.5% de la industria procesa y comercializa su propio producto, por lo que el precio de venta no les permite amplios rangos de utilidad y esto sin duda limita su crecimiento. En ese sentido, además de que la empresa acuícola debe tener un buen soporte técnico contando con equipo capacitado en el manejo de la zootecnia, también debe considerar desde su fundación estrategias de comercialización y mercadotecnia ya que es clave asegurar la rentabilidad, asimismo, es fundamental poner especial énfasis en una gestión financiera eficiente que de sostenibilidad a largo plazo y que garantice un crecimiento sólido. Finalmente, al tratarse de una industria que depende en buena medida del consumidor y de las condiciones ambientales, esta debe de ser capaz de adaptarse a cambios a través de la innovación, por lo que es fundamental predecir los cambios las tendencias del mercado y otras variables relevantes que puedan tener implicaciones en el negocio, para ello es sustancial estar dispuesto a adaptarse a los cambios del mercado y del entorno y así mantener la competitividad y el éxito a largo plazo. Esto implica inversiones en investigación y desarrollo, así como la implementación de políticas que promuevan prácticas acuícolas responsables y respetuosas con el medio ambiente.
En resumen, las empresas de acuicultura deben enfrentar una variedad de retos que van desde la regulación y la sostenibilidad ambiental hasta la calidad y seguridad alimentaria, la competencia en el mercado y el acceso a financiamiento. La capacidad de abordar estos desafíos de manera efectiva puede determinar el éxito y la sostenibilidad a largo plazo de la empresa en este sector en constante evolución.
Los autores pertenecen al Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, y a la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Para más información contactar a amonge04@cibnor.mx.
1. Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, S.C.
2. Universidad Autónoma de Baja California Sur
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