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“Conversar es dialogar, ir contra la banalidad y obligarnos a la reflexión”

El psicoterapeuta Óscar Solís presenta su proyecto “Conversatorios”, un espacio para el “tiempo lento” y la reflexión

entrevista

Óscar Solís es especialista en psicoterapia y filosofía.

Óscar Solís es especialista en psicoterapia y filosofía.

A lo largo de los últimos años, Óscar Solís se había mantenido al margen de las redes sociales y la virtualidad en el ámbito profesional, un “bajo perfil”, dice. En tiempos más recientes, le ha asombrado la indolencia y frialdad con la que deslizamos nuestro dedo por el teléfono móvil para dar un “like” casi irreflexivo y sin detenernos.

Sin embargo, reconoce que también hay contenido distinto al desechable, donde él mismo puede ser atrapado por una conferencia o un concierto y casi asomarse a la facultad perdida del “tiempo lento”, un lugar en el espacio-tiempo donde se vive sin frenetismo, como cuando entras a una librería para buscar, hojear, palpar las ideas de otros.

En una misión por conjugar el tiempo lento y la velocidad de la virtualidad, el profesional de la psicoterapia y fundador del Instituto de Psicología y Desarrollo Humano, ha emprendido sus “Conversatorios” a través de su canal de YouTube, donde busca privilegiar el diálogo y la dimensión lenta de la reflexión por medio de charlas con artistas, escritores, filósofos, entre otros. El objetivo es combatir, acaso paliar, con cultura este frenetismo en el que vivimos, exacerbado por la virtualidad indolente y el vivir de prisa. “Es un experimento para compartirme y compartir los diálogos con diferentes personas”, dice en entrevista. “Conversar es dialogar, es ir contra la banalidad y obligarnos a la reflexión, no es porque todas las conversaciones deban ser así, pero los espacios de reflexión profunda cada vez son menores”.

LA ERA DE LA DEPRESIÓN.

Y es que, ¿no es este frenetismo el origen de muchos de nuestros problemas psicológicos y neuróticos de nuestros tiempos? Con el cambio de siglo hace cerca de un par de décadas ya era objeto de conversación entre especialistas de la salud mental, recuerda el también experto en filosofía.

Para él, esta era la reflexión más importante que debía considerarse con el cambio de milenio, señalaba a pacientes y amigos. Así como en el siglo XVIII el motor de las afecciones mentales y emocionales de las personas que más se estudiaba era la “represión”, recuerda, este nuevo siglo parece confeccionarse por la “depresión”.

“No es una condición sólo del siglo XXI –hemos convivido con la depresión desde la Antigüedad–, no obstante, el fenómeno se ha disparado por el mundo tan apresurado al que nos enfrentamos (…) La misma Organización Mundial de la Salud la posiciona entre las principales enfermedades en todo el mundo y, aunque la depresión y la ansiedad pueden vincularse con predisposiciones genéticas, sin duda su detonante principal es el estilo de vida actual”.

Un estilo muy instalado en la prisa y la irreflexión, añade. “Es por ello que las personas sufrimos algún tipo de ‘padecimiento’, ya que el mundo actual no permite tener un contacto con nosotros mismos, es difícil vivir y sentir el presente, ‘estar’ cuesta muchísimo trabajo”.

Como en todo el servicio de salud del país, la atención psicológica es insuficiente de acuerdo al tamaño del problema, apunta Óscar Solís.

Como en todo el servicio de salud del país, la atención psicológica es insuficiente de acuerdo al tamaño del problema, apunta Óscar Solís.

Cortesía

Han aumentado prácticas como yoga, mindfulness y otras ofertas que pueden llegar a relacionarse con ese mismo estilo de vida, agrega, al ser parte de un mecanismo de mercado y entorno que demanda velocidad, competencia y poca reflexión, particularidades también características de nuestros tiempos.

“Quienes trabajan en organizaciones empresariales pueden tener altos índices de neurosis y ansiedad porque están compitiendo, no para amalgamar y trabajar en equipo, sino para ser mejor que el otro como sea, lo cual provoca ansiedad. Si a ello sumamos problemas económicos, sociales, la pandemia, la inseguridad, las guerras…, reflexionar sobre uno mismo se vuelve difícil y poco natural”.

Estas son algunas ideas que el terapeuta busca poner en la mesa de diálogo de los “Conversatorios”, el primero de los cuales es con el ensayista y escritor José Antonio Lugo.

ATENCIÓN INSUFICIENTE.

Dadas las necesidades de mantener la salud mental de una población tan expuesta a esta vida frenética, neurótica, los consultorios y centros de atención deberían estar abarrotados. Como en todo el servicio de salud del país, la atención psicológica es insuficiente de acuerdo al tamaño del problema, apunta Óscar Solís.

Hay muchos servicios gratuitos donde la urgencia es el tratamiento psicológico y la intervención ante las crisis, pero incapaces de llevar a cabo espacios más reflexivos, donde se dan tips o consejos para manejar lo que lo trae a consulta, su ansiedad, miedo, depresión, emergencia económica, violencia familiar…, “Hay colas de personas de escasos recursos con necesidad de terapia y se les llega a atender con velocidad, pero es por el sistema, los terapeutas y psicólogos a veces también nos encontramos en una impotencia para también ayudar”.

–Si no hubiera recursos suficientes, ¿qué puede hacer un individuo para mejorar su salud mental y emocional?

– Es complicado, pero hay elementos que me parecen importantes:

Tener contacto con el arte, no ser culto ni tener mucha información; asistir a un concierto o museo, dedicar a las obras tiempo y reflexionar qué proyecto en uno; leer libros, no en pantalla, sino físicos. Parece fácil, pero no lo es tanto.

“También es importante tener más cercanía con la naturaleza, por ejemplo, ahora se hace mucho senderismo. No sólo mejorar la condición física por sí misma, sino caminar en la naturaleza, como hacían los orientales y algunas órdenes religiosas, y platicar con alguien.

Un tercer elemento es encontrar mis mejores amigos, no cantidades, sino con quienes pueda de pronto no sólo tomar la copa, sino fomentar la relación, que ahora parece complicado. Uno final es buscar que la relación con las personas que vivo, parejas o hijos, tenga tiempo de calidad. Son consejos antiguos, pero que permiten que la persona pueda sentirse viva de manera diferente”.