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El encanto del conservadurismo

voces de la uam

Protestas contra el neoliberalismo en Europa.

Protestas contra el neoliberalismo en Europa.

EFE

La presencia de las fuerzas conservadoras, de derecha y extrema derecha, en Europa occidental y los Estados Unidos de Norte América, se fortaleció con las políticas de corte neoliberal que generaron mayores desigualdades e inestabilidad social, en detrimento del humanismo.

Los países desarrollados tienen, en la actualidad, un pensamiento predominantemente conservador, alimento de las fuerzas de derecha, moderadas y radicales. Esa ideología encontró un serio impulso con las políticas que veían en el Estado nivelador un problema para el libre mercado. Solo que ese Estado, el de Bienestar, permitió sacar a los países de la pobreza extrema después de la crisis económica de los años treinta y de la segunda guerra mundial. La implantación de los derechos económicos y sociales también debe mucho a las demandas y movilizaciones de los partidos socialistas y al sindicalismo que, en conjunción con otros factores, impulsaron el desarrollo social y la participación política libre.

La bonanza producida entonces sentó las bases para expandir las ganancias a través de la deslocalización de empresas en países con salarios muy bajos e imponer la especialización productiva, de modo que fue más barato importar que ser autosuficiente. El adelgazamiento del Estado era necesario para dejarle el lugar a la empresa privada, pero sin modificar su función de protector, facilitador y apoyo a las actividades de los privados. Esa política presentaba a las fuerzas de izquierda y al sindicalismo como opuestos a la modernización y como amenazas a los derechos obtenidos, gracias a ellos. La bandera de la libertad blandida entonces era la del libre mercado, la del individuo emprendedor, no la de los otros.

Sobre el desarrollo impulsado por el Estado de Bienestar, la nueva ideología prometía la conquista de un nuevo mundo, solo que esta vez todos tenían reservado un papel, y nadie quería quedar fuera. Con la especialización se generó una nueva forma de interdependencia: la productividad dependía de la participación de los países de bajos salarios confinados a la producción de partes necesarias para la gran empresa, como los semiconductores, la maquila y los granos, entre otros.

Esa forma de mundialización, movida por las grandes empresas, fue concentrando los ingresos en detrimento de las condiciones sociales y económicas de las mayorías que habitan los países, desarrollados y emergentes. Por medio de las oligarquías locales, los Estados y sus respectivos gobiernos quedaron al servicio de la globalización económica sin atender las necesidades de redistribución nacional. Surgieron entonces nuevas formas de desigualdad sumadas a las prexistentes. Otra de sus consecuencias nefastas fue la expulsión de habitantes, que vinieron a nutrir grandes e interminables olas de migrantes hacia los países desarrollados, en busca de una soñada vida mejor.

En Europa surgió una tensión entre los trabajadores de la economía globalizada -basada en el conocimiento- y las personas que no necesariamente se han beneficiado de ese tipo de economía, sostiene el profesor francés, Jan Rovny. Al igual que en los Estados Unidos de América, existe un grupo que siente que ha sido dejado atrás, como algunos europeos y norteamericanos blancos que no tienen un nivel educativo alto y que viven en pueblos pequeños, no en áreas metropolitanas.

Ricardo Espinoza Toledo

Ricardo Espinoza Toledo

Muchas personas se sienten resentidas por la llegada de inmigrantes con los que tienen muy poco contacto, no los entienden, los ven como extranjeros. Pero también están alejados de los coterráneos que forman parte de un grupo altamente educado en un entorno globalizado. Ven que sus compatriotas viven en las grandes ciudades y son parte de la economía global, de la cual se benefician de una manera que ellos no lo consiguen. Estas ciudades atraen mucha más inversión, más desarrollo económico, más atención del gobierno. Estos nativos, en el interior del país, han perdido mucho en términos de estatus, apoyo gubernamental e ingresos.

Garton Ash observa un problema cultural que puede describirse como disparidad de estima. Las personas sin educación superior, que a menudo viven en antiguas ciudades industriales en ruinas, se han sentido desatendidas, despreciadas o ignoradas por las élites gobernantes. En las décadas posteriores a 1989, no hubo el mismo respeto y preocupación por la gente en el cinturón de óxido de Estados Unidos o en las comunidades abandonadas del norte de Inglaterra. Quedaron desatendidas muchas regiones y ciudades. Se puede encontrar un profundo resentimiento cultural incluso donde no hay tantas dificultades materiales agudas. El resentimiento de la mayoría por sentirse como una minoría fue aumentado por el neoliberalismo que llegó a ser la ideología de los ricos, establecidos y poderosos.

Se debe tomar en cuenta el impacto traumático de la velocidad y profundidad de los cambios producidos en la vida cotidiana de las personas por la globalización y la liberalización económica. Es el sentimiento que las derechas radicales explotan para centrar el descontento en los inmigrantes, destacando las diferencias étnicas, religiosas y culturales. Aunque su problema real es la emigración masiva, no la inmigración, también están presentes elementos importantes de xenofobia y racismo.

Ese gran y repentino cambio es como un temblor que genera muchos temores, y ante lo cual se buscan certezas. Se fortalece, así, el deseo de conservar las cosas existentes, consideradas buenas en sí mismas o mejores que las alternativas probables, o al menos seguras y familiares. A su vez, el desempleo, la inflación y la inseguridad derivadas de la mundialización y la ineficacia de los gobiernos nacionales, hicieron que las fuerzas más conservadoras encontraran el terreno adecuado para ver florecer su vieja bandera antiinmigrante al tiempo de decirse defensores de los nativos desprotegidos, siempre explotando el explicable miedo al cambio.

El regreso y la expansión del conservadurismo es una muestra clara de cómo el poder del dinero extravió el objetivo del humanismo. Ese escenario afecta a la mayoría de las personas. Por ello, es necesario cambiar de rumbo para cambiar la vida de las personas y redistribuir el respeto.

*Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana