Academia

Época sombría

La democracia en la pandemia significa, igualmente, impulsar reformas a las prácticas en favor de mayor libertad e igualdad

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

Y besarte tu noble calavera

Y desamordazarte y regresarte

el poema "Elegía", de Miguel Hernández

Pandemias y guerras son solo dos de los males que más afectan a la humanidad. Las pandemias son imprevisibles y las guerras, por lo visto, inevitables. Sean guerras comerciales, híbridas o las que matan gente, conocidas como convencionales, al igual que las pandemias, quienes las padecen son las personas comunes, los pueblos. Es esta una época sombría, a decir de Edgar Morin.

Inconcebible asistir a una invasión como la que desencadenó la guerra de Rusia con Ucrania en pleno Siglo XXI, pero no tanto si recordamos la interminable de Siria. Inimaginable una pandemia como la de Covid-19 en una etapa caracterizada por el impresionante desarrollo tecnológico y científico. En medio de esas contradicciones irresueltas se ha desenvuelto la especie humana, y ahí seguimos.

La pandemia aceleró el ritmo de los cambios, modificó y destruyó formas de vida, profundizó las desigualdades y produjo otras, pero también generó poder entre amplios sectores que tuvieron acceso a información y a comunicación, que les permite movilizarse en defensa de sus intereses. En todo el mundo, la cobertura de los medios de comunicación ha sido intensa, además de que el doble carácter sanitario y económico de la crisis pone la atención en un conjunto de asuntos y de representantes políticos más amplio que en tiempos normales.

La pandemia ha tenido un elevado costo humano y económico. Han muerto más personas de Covid-19 que en las guerras mundiales. Otras más han visto su medio de vida en peligro. Muchas personas descontentas con la reacción de su país frente a la pandemia culpan no solo a su Gobierno, sino a la democracia misma. Consideran que los líderes políticos deben demostrar que la democracia ‘todavía funciona’, lo que significa cumplir el deber de proteger a las personas de la peor pandemia del último siglo.

En la actualidad, mucha gente ha perdido la confianza en sus líderes. Frente a los crecientes riesgos y al fracaso colectivo para solucionar los problemas, se buscan culpables. Hay quienes señalan a los líderes políticos, otros culpan a los ejecutivos de empresas y una minoría percibe una conspiración de las élites detrás del pesimismo actual. El asunto es más complicado. En el fondo del fracaso para anticipar y gestionar los riesgos mundiales reside un problema de gobernanza, entendida a partir de los objetivos que persiguen los gobiernos.

La profundización de las desigualdades sociales, la pandemia y demás enfermedades infecciosas, las crisis de la deuda, el cambio climático y la mala regulación de las tecnologías, muestra que muchas instituciones y sus líderes ya no son adecuados para el cumplimiento de esos objetivos. La erosión gradual del sistema institucional ha conducido a la degradación de la gobernanza mundial, un proceso en el cual las democracias fueron desmanteladas lentamente por las élites, atropello tras atropello.

Estados Unidos de América y Europa occidental padecen los efectos negativos de años de privatización y comercialización, que han generado mayor dependencia de recursos y productos de empresas privadas. Electricidad, gasolinas, gas, han visto disparar sus precios, a capricho de las empresas, al grado de convertirse en una muy pesada carga en el presupuesto de las familias, imposible de cubrir para muchas de ellas. Eso sin contar el problema de escasez, agudizado, ahora, por la guerra en la región que genera más del cincuenta por ciento de gas, gasolina y granos que se consumen en Europa.

Lo que se impuso por neoliberalismo durante los últimos 30 años es un liberalismo económico unidimensional, un fundamentalismo de mercado dogmático que tenía muy poca aceptación en la realidad de las personas. Un efecto de la globalización ha sido fortalecer el poder del capital en relación con el trabajo organizado dentro de las economías desarrolladas. Se han establecido monopolios a una escala sin precedentes, en detrimento de un mercado verdaderamente competitivo. La ausencia de mercados debidamente regulados es otro límite a la libertad, causada por el credo neoliberal, aunque suene a paradoja.

Por eso se cuestiona un sistema de representación política que estableció la doctrina neoliberal como programa de gobierno. El orden económico imperante fue la consecuencia de decisiones políticas explícitas tomadas por gobiernos representativos, y las economías en crisis han afectado a las democracias establecidas. Por ello, en la era del conservadurismo, las fallas del proyecto neoliberal han sido también las del sistema de gobierno representativo.

En las últimas décadas, el liberalismo ha estado demasiado seducido por el dinero y ha sido muy indulgente con el poder privado a expensas del poder público. Ahora encontramos políticos que necesitan dinero para luchar contra las elecciones y contra las consultas populares, funcionarios públicos que buscan trabajo después de la jubilación anticipada y Organizaciones No Gubernamentales que adulan a los ricos de este mundo.

El modelo de gobernanza neoliberal afirmaba la supremacía de la riqueza material, el capitalismo de los accionistas y la financiarización mundial progresiva. Esa nueva clase gerencial, responsable sólo ante los accionistas, era absoluta, y tenía un alcance mundial. Y aunque la crisis financiera mundial del 2008 hirió fuertemente a esta forma de gobernanza, su visión estrecha siguió prevaleciendo hasta el brote de la pandemia de Covid-19, y se ha mantenido. Esa vieja mentalidad empieza a ser confrontada. Si bien las finanzas, la economía y los negocios siguen siendo de vital importancia, deben estar al servicio de la sociedad y la naturaleza, y no al revés, como se impuso.

En un mundo interdependiente y de desventajas globalizadas, el gobierno de México tiene la opción de seguir desarrollando la obra pública y fomentar la inversión privada, al tiempo de buscar la soberanía energética y promover la autosuficiencia alimentaria. La democracia en la pandemia significa, igualmente, impulsar reformas a las prácticas en favor de mayor libertad e igualdad que, en conjunto, nos permitan superar esta época sombría.

*Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metrop

El escritor argentino Martín Caparrós
RICARDO ESPINOZA TOLEDO RICARDO ESPINOZA TOLEDO (UAM)

Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México