Academia

Ugo Pipitone: “El régimen actual teme a los intelectuales”

A diferencia de la UNAM o el Colmex, el CIDE era más fácil de atacar, señala el ahora ex académico del centro de investigación, quien renunció a su institución tras 35 años por la conducción que ha tomado

Cisma institucional

Ugo Pipitone dijo que en el país ocurrió algo que no se avizoraba: después del PRI vino un PRI 2.0.

Ugo Pipitone dijo que en el país ocurrió algo que no se avizoraba: después del PRI vino un PRI 2.0.

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Uno de los "gigantes" del CIDE se va, el académico Ugo Pipitone anunció su salida de la institución si bien por las inminencias del retiro, por un motivo más importante:

"Es que una institución que demoró décadas para adquirir su prestigio (en México y fuera de él) ha comenzado a torcer su rumbo en nombre del voluntarismo ideológico de su nuevo director que se siente encargado de la misión redentora de una institución 'conservadora' y 'neoliberal'". En nombre del pueblo, naturalmente. Nuestro país está plagado de redentores".

El investigador emérito del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) cumplió 35 años como académico de la institución, quien no perdió oportunidad para expresar su descontento ante el rumbo que ha tomado el CIDE, el desprecio del gobierno federal por el conocimiento y la intelectualidad y las trampas del nuevo juego político que vive el país.

A las nuevas autoridades del CIDE, encabezadas por José Romero, se les escapa el significado antiguo de la palabra universidad, dijo, “y yo evitaré explicárselo: una tarea fatigosa e inútil”.

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NEOLIBERALISMO.

En un centro de estudio plural, como el CIDE, acotó hay también fragmentos de cultura neoliberal. “¿Y entonces? ¿Es legítimo descalificar in toto una institución por eso? Abramos un breve paréntesis. Si nos limitamos a la economía como disciplina científica, en todas las universidades del mundo se estudia una microeconomía cuyos fundamentos tienen más de un siglo y medio de historia. Yo creo que estos cimientos están asociados a ideas envejecidas y a postulados inconsistentes, pero todavía no tenemos una microeconomía que no se base en la soberanía del consumidor, las utilidades marginales y las elecciones racionales”.

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En el curso de los últimos veinte años el CIDE, agregó el economista de origen italiano, ha publicado más de 200 libros, y sería suficiente recorrer el catálogo de estas publicaciones para entender cuán falsa y malintencionada sea la acusación de neoliberalismo. “Mismo que, insisto, tiene derecho de existir en cualquier centro de estudios superiores que quiera ser plural. Las batallas culturales y científicas se ganan con argumentos y no con anatemas ideológicos”.

En su carta, dirigida principalmente a académicos y ex directores del CIDE, añadió que “el CIDE neoliberal” es una descarada invención pergeñada para justificar un golpe de mano contra una institución plural, crítica y, por consiguiente, incómoda a los ojos del poder en turno.

“El régimen actual teme a los intelectuales, y acusarlos de neoliberalismo cumple la misma función que hace siglos cumplía la acusación a algunas mujeres de entretener relaciones con el demonio. Falsedad previa a la hoguera”.

El académico enfatiza que en este contexto, las autoridades federales no se podían dar el lujo de golpear a la UNAM considerando sus predecibles consecuencias políticas, tampoco podía golpearse a El Colegio de México por su historia y sus raíces en los refugiados de la guerra civil española.

“El CIDE, en cambio, estaba al alcance de autoridades deseosas de difamar un centro de estudios suficientemente pequeño para que no hubiera consecuencias políticas inmanejables frente a una normalización más grata al gobierno. Y así vino el golpe que ha instalado -violando todas las normas y reglamentos establecidos por el Conacyt- a un director repudiado por la virtual totalidad de maestros y estudiantes del CIDE”.

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PRI 2.0.

En el país, “sucedió lo que no era fácil predecir”, añadió el académico: después del PRI vino un PRI 2.0, una continuación del pasado en la forma de un populismo autocrático con nostalgia hacia una cultura de izquierda dramáticamente envejecida que creíamos agotada con la Guerra Fría.

“El pasado renació como voluntarismo arbitrario, con la demolición sistemática de los órganos intermedios de control democrático de las instituciones y con un irresponsable desinterés hacia la experimentación de nuevos rumbos de crecimiento económico con equidad y responsabilidad ambiental. Ese populismo, reedición del antiguo nacionalismo revolucionario, reconoció instintivamente en el CIDE un adversario que debía ser silenciado por su resistencia frente a toda forma de pensamiento único. Y bajo la exótica acusación de neoliberalismo se emprendió la transformación de la institución en una especie de supino acompañante académico del nuevo régimen. 

“Yo, personalmente, he decidido no ser parte de la conversión de una institución científica en un coro griego encargado de alabar cualquier decisión del líder máximo. Sin embargo, no dejo el CIDE con una sonrisa en los labios. Me voy con la tristeza de ver el lento desmantelamiento pretendidamente revolucionario (la vergüenza ha muerto) de la que fue mi casa a lo largo de décadas. A los que quedan les auguro que resistan a este vendaval de irrelevancia pretenciosa y que puedan algún día reconstruir, en las formas y en el espíritu, una institución que mucha falta le hace a México. Buena suerte a todos mis antiguos compañeros y que mi congoja no contagie a nadie”.

Adiós al CIDE que fue

Pipitone cierra su carta con la carga de pesimismo de una inocultable derrota.

“Nunca fuimos perfectos, cometimos errores, pero, dicho sin la menor retórica, el país podía sentirse orgulloso de esta pequeña institución en las orillas orientales de la Ciudad de México que investigaba con seriedad los problemas nacionales y formaba jóvenes que habrían fortalecido el capital humano del país. Y de pronto, con el cambio en la presidencia, un alud de demagogia y de insignificancias intelectuales santificadas en el altar de un nacionalismo decimonónico se nos vino encima cobrando su venganza hacia aquellos que se habían atrevido a cuestionar la desnudez (intelectual y moral) de las instituciones y las políticas nacionales. Nosotros cumplimos nuestro deber y por eso hemos sido castigados: analizamos, criticamos e, inevitablemente, molestamos a una corriente política construida sobre la lealtad al jefe, más que sobre una reflexión científica que no miraba a criterios de oportunidad política”.