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Carlos Martínez Assad narra su viaje de encuentro con sus orígenes libaneses. “Con el ánimo de la juventud y un sueño acariciado durante muchos años al escuchar los relatos del abuelo y de mi madre, no desistí de viajar pese a los nubarrones que se ceñían sobre Líbano

“El despuntar de la guerra en Líbano hace 50 años”, un texto de Carlos Martínez Assad

Líbano Huellas de la guerra (Carlos Martínez Assad)

Ese año de 1975 había planeado ir a Líbano en el verano para conocer a la familia que había permanecido en ese país. Mi abuelo y hermanos varones habían elegido México para emprender otra vida, lejos de los problemas que trajo el fin del Imperio Otomano. Supongo que por decisión familiar, las mujeres permanecieron y allí crecieron sus hijos. El vínculo fue constante, aunque no frecuente, debido a los primos hermanos de mi madre que optaron por la vida religiosa vinculada al patriarcado maronita, que nos visitaban de vez en cuando. Me atraía mucho conocer la casa del abuelo y las de los otros familiares que se encontraban en la montaña, en la región de El Chouf.

No obstante, las noticias sobre los enfrentamientos entre las diferentes facciones no cesaban, hasta que la alarma creció cuando el 13 de abril un autobús que trasladaba palestinos del campamento de Tel al-Zaatar, fue interceptado en el barrio cristiano Ein Rummaneh por un grupo de falangistas de las milicias de Al Kataeb. Había sido un día inusual en Beirut porque varios grupos contrarios a la Organización para la Liberación de Palestina, de Yasser Arafat, -quien se había instalado en el país- participó en un desfile al mismo tiempo que un guardia del líder de la derecha cristiana Pierre Gemayel, fue asesinado. Aunque se dijo se trató de un intentó por liquidar al líder.

El asalto al autobús dejó 22 palestinos muertos y varios heridos. Ese hecho estaba destinado a cambiar la historia de Líbano porque lo llevó a una guerra que duró 15 años. Más bien a partir de entonces Líbano albergó varias guerras, algunas internas que desde Occidente se resumió en el binomio cristianos contra musulmanes, aunque también se involucraron Israel y Siria, por sus propios intereses.

Nada de eso era claro, se daban intercambios de disparos entre Israel y Líbano, y el 4 de julio un atentado en Jerusalem causó la muerte de catorce personas mientras decenas resultaron heridas. Todo sucedía en un momento de cierta normalidad, la tranquilidad de escasos enfrentamientos que venía padeciendo el Medio Oriente. En Egipto se hablaba ya de un convenio bilateral que Estados Unidos venía propiciando, Israel se encontraba aislado en medio de los países árabes después de la guerra de 1967 que le permitió posesionarse de Gaza (entonces en poder de Egipto, de Cisjordania (que pertenecía a Jordania), y del Golán, una rica región de Siria. Con Hafez el-Asad adquiría una posición de equilibrio apuntalado por las inversiones soviéticas con el estatus de fungir como supuesto árbitro en la región.

Líbano El emblemático hotel Fenicia y detrás el Holiday Inn. (Carlos Martínez Assad)

Como por arte de magia en la cercanía del verano, cesaron las hostilidades entre los diferentes bandos libaneses probablemente ante el argumento -todavía de peso- de que se trataba de la temporada del turismo que atraía a muchos extranjeros. En los años previos, el país había sido escenario de películas hollywoodenses, de encuentros internacionales por asuntos de la banca, eventos artísticos utilizando como escenarios los hermosos vestigios de Baalbek o Sidón y sus casinos eran atractivo para los jugadores.

Con el ánimo de la juventud y un sueño acariciado durante muchos años al escuchar los relatos del abuelo y de mi madre, no desistí de viajar pese a los nubarrones que se ceñían sobre Líbano. Tampoco atendí al hecho de que debido a los conflictos que habían tenido lugar dos meses atrás, el aereopuerto de Beirut permanecía cerrado pero la línea área permitió el cambio del boleto para desde París, aterrizar en Damasco. Los problemas comenzaron desde que en el aereopuerto de partida los registros para el abordaje fueron más escrupulosos que de costumbre que incluyeron encierro en cabinas personales de escrutinio donde cada pasajero -según me enteré después- explicó los motivos de su viaje y luego en pequeños grupos fuimos escoltados por uniformados con metralletas y las maletas debieron ser identificadas abiertas para mostrar sus contenidos en la escalerilla de la nave.

En Roma todos los pasajeros fuimos conminados a descender del avión y de nuevo tuvimos que pasar por un trámite semejante al ya realizado. Pese a todas las evidencias de que mi viaje no resultaba pertinente, continúe hasta llegar a Damasco. La capital de Siria surgió con los rayos del sol que me recordó aquella frase atribuida al apóstol Pablo: “ví Damasco y su luz me cegó”; en el aeropuerto nos esperaba un autobús viejo donde viajaron también turistas y algunos sirios. Se detuvo en pleno centro al lado de una gran mercado, en el que destacaba por la altura de sus minaretes la Gran mezquita de los omeyas.

Por Latakía ingresamos por tierra al norte de Líbano, luego de pasar un cruce fronterizo resguardado por un lado por sirios y por el otro por libaneses, con procedimientos semejantes que llevaron horas, con el autoritarismo de las autoridades, con muchas preguntas y revisión de documentos, y con la incertidumbre por las últimas noticias sobre enfrentamientos esporádicos.

La ciudad de Trípoli al borde del mar, se ofrecía a la vista con construcciones superpuestas en un desorden que alcanzaba cierta armonía con los altos muros de la fortaleza de los cruzados en San Gilles. En la provincia de Zgharta todo el paisaje era verde contrastando con el sirio y las casas de piedra blanca daban homegeneidad al conjunto.

El transporte llega al centro de Beirut y nos deja frente a la Plaza de los Mártires, que reconozco por las postales familiares. Rodeada de palmeras con su conjunto escultórico al frente y con el mar enmarcando el paisaje. Es la ciudad de los enfrentamientos y de las matanzas del mes pasado y en sus edificios se muestran los trazos de algunas balas. Los comercios estaban cerrados, sólo algunas pequeñas salas de café permanecían abiertas, el miedo evitaba que la gente se muestrara por las calles desiertas; apenas unas cuantas personas deambulaban por los puestos de oro en el mercado. Un expendedor de tabaco explicaba: “desde los acontecimientos del mes pasado la situación es muy tensa. Ojalá no vuelvan los enfrentamientos por cuestiones religiosas”.

Entonces la versión más socorrida era que se trataba de enfrentamientos entre musulmanes y cristianos, muy en el fondo tenían razón, sólo que en realidad se trataba de móviles políticos. Los palestinos, fundamentalmente musulmanes chiitas (aunque entonces no les gustaba les diferenciaran de los sunitas), apoyaban a la OLP que había establecido su bastión en las afueras de Beirut, y sus opositores fueron principalmente los cristianos falangistas del Partido Kataeb de Pierre Gemayel.

Carlos Martínez Assad
Carlos Martínez Assad Carlos Martínez Assad (La Crónica de Hoy)

En medio de la calma aparente, nadie adivinó, que se trataba del preámbulo de una o varias luchas armadas que acabaron con aproximadamente con 200 mil muertos, cientos de miles de personas desplazadas, destruyeron gran parte de la capital, dividida por una línea verde que separó a cristianos de musulmanes. Que el hotel Holyday Inn, uno de los hoteles de la modernidad del país, sería tomado por la prensa internacional y luego de los años de enfrentamientos, quedó convertido en ruinas.

Entre lo más relevante estuvo la imposible alianza entre cristianos maronitas y judíos, la ocupación del país por Siria por más de 20 años y la invasión de Israel en 1982, vinculada a la matanza de los campamentos palestinos de Sabra y Chatila ejercida por los Kataeb. La presencia de las fuerzas armadas de ese país puso en marcha a la milicia de Hezbolá que creció al calor de la lucha por la soberanía contra su presencia. Eso sí, la OLP debió abandonar el país, trasladando su cuartel general a Cisjordania.

Los libaneses no han logrado conciliarse con esa historia, quizá porque no da el tiempo para asimilarla en medio de la constante recofiguración del Medio Oriente.

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