
Hoy, el tema ya no es la libertad de expresión, sino el riesgo de perder la libertad de pensar. Todos estos aparatos tecnológicos, un exocerebro, coordinan nuestras acciones y nos lanzan maneras de pensar, de comprar o de enarbolar ideas políticas que ni siquiera tomamos con el libre albedrío, es decir, “sólo estamos copiando lo que otros hacen”, dice el antropólogo y Premio Crónica, Roger Bartra.
Son algunas de las reflexiones que hace en la presentación de la reedición de su libro “Antropología del cerebro”, ahora publicado por Grano de Sal, y en las cuales profundiza así: “Hoy la pregunta ya no es si lo puedo decir, la pregunta es sí estoy pensando lo que quiero pensar, o estoy pensando lo que me hacen pensar, o sí estoy comprando lo que quiero comprar, o estoy comprando lo que me hace comprar el algoritmo”.
Durante la presentación del volumen en la librería Gandhi, Roger Bartra estuvo acompañado por Vivette García Deister y Paola Vázquez Almanza y donde cada una de ellas habló de la importancia del libro y su reedición en el contexto sobre la libertad y la capacidad del autor para profundizar en temas sustanciales.
Ya en el diálogo con el público, una de las preguntas fue qué les trasmitiría a los jóvenes sobre la libertad, y el autor de la “Jaula de la melancolía” dijo que no conoce hasta qué punto las jóvenes generaciones siguen preocupadas por el viejo problema de la libertad. “En mi historia personal en México fue un problema. Durante los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando era estudiante, no había libertad de expresión. Y en la cárcel estaban muchos por expresar sus opiniones, como el más grande pintor de la época que era David Alfaro Siqueiros. Hoy, creo que los jóvenes no son tan conscientes de la importancia de la libertad, como quienes vivimos en ese tiempo del despotismo nacionalista revolucionario priista”.
Y aunque en la vida social de la juventud actual no se plantea el tema tan duramente como cuando era joven, recuerda que “lo cierto es que una vez que me expresé acabé 15 días en la cárcel. Solamente 15 días, muy poquito, otros echaron años”.
En este punto Roger Bartra señala que, a los viejos, los que han vivido esta censura a la libertad de expresión, les preocupa profundamente lo que pasa y que se haya trivializado la idea de la libertad.
¿Es lo que señalas como la libertad de pensar?
Es que ya no se trata tanto de la libertad de expresión, sino del riesgo de perder la libertad de pensar. Todos estos aparatos tecnológicos que coordinan nuestras vidas, nos lanzan informaciones y maneras de pensar, en las que la pregunta ya no es si lo puedo decir, es sí estoy pensando lo que quiero pensar, o sí estoy comprando lo que quiero comprar, o estoy comprando lo que me hace comprar el algoritmo que me ofrece ciertas cosas, o sí mis ideas políticas las tomé con libre albedrío, o son unas que simplemente estoy copiando lo que otros hacen.
Lo que vemos es que hoy el cerebro ya no procesa, sino es el exocerebro que determina, es decir. Son esos aparatos que definen la manera en la que voy a pensar y se trata de una imposición en la que ya no soy libre.
La libertad es un tema que me interesa mucho y con el que termino este libro, pero inicio otro “Chamanes y robots”, en el cual aparece con todo su dramatismo el tema de si las prótesis tecnológicas tan avanzadas nos van a llegar a dominar y vamos a ser esclavos de esas prótesis como son los celulares, las redes…, seremos esclavos de los robots.
🧠 Presentamos "Antropología del cerebro" de @Roger_Bartra en @EventosGandhi.
— LibrosGranodeSal (@GranodeSal) April 4, 2025
Un ensayo arriesgado que no pretende resolver el misterio de la conciencia… sino hacerlo aún más estimulante.
Abrimos hilo con ideas que dejaron huella. 🧵 pic.twitter.com/cAPMNlcIUf
Se podría decir que es un tema de ciencia ficción y de películas, pero que inquieta a la gente, porque efectivamente hablar del libre albedrío que se va a perder porque las prótesis podrían dominar y perderíamos la libertad.
En este punto la conversación con Roger Bartra da un giro y se le pregunta: ¿Cómo fue esa transición de su militancia comunista, de ser director de El Machete y luego de La Jornada Semanal, a ser francamente opositor de la izquierda?
Lo que ahora se dice, que aparentemente es una mutación en mí, no, no hay tal, en realidad nunca abandoné el marxismo, para empezar.
Porque, si en los temas cerebrales el marxismo no tiene ningún interés, lo que hice fue desarrollar el marxismo por otros medios para entender estas nuevas situaciones. Así que no hay tal mutación. En cambio, sí hay una mutación, sin duda alguna, en la izquierda mexicana. Esta mutación es lo que ha provocado que la mayor fuerza de izquierda se haya convertido en un movimiento de derecha reaccionario.
Esto es lo que ha sucedido exactamente y eso es tenemos ahora y lo tuvimos con López Obrador. Se trata de una izquierda que sufrió un quiebre y se convirtió en un movimiento profundamente reaccionario,
ARQUEOLOGÍA DEL CEREBRO
Roger Bartra señala que este libro tuvo su primera edición en el 2006 y varios años después escribió la segunda parte, que está centrada en el tema de la libertad. “Cuando inicié en el tema del cerebro, que en su parte biológica funciona básicamente con señales químicas y eléctricas, pero ¿cómo es que procesa el lenguaje, que son básicamente símbolos, y otros constructos como la danza, la pintura, es decir todos los símbolos que tenemos alrededor y que constituyen nuestra peculiaridad como seres humanos. ¿Cómo es la relación entre las señales químicas y los símbolos que hay en la parte exterior?
La reflexión, añade el antropólogo, es que esto no había que separarlo, es decir, que en realidad todo forma una unidad y separarlo tajantemente impedía pensar sobre un problema complejo: ¿cómo este sistema traduce los símbolos a señales químicas o eléctricas y cómo estas señales llegan acaso a representar o a señalar lo que son símbolos externos? “Hasta hoy no hay una respuesta a este dilema, pero cuando lo planteé se trataba de la incompletitud de los sistemas neuronales. Si vemos los sistemas neuronales de animales no humanos, estos sí aparecen completos en el sentido que están bien adaptados y se completan en su medio ambiente, en el nicho ecológico en el que están, pero eso no parece suceder en los humanos”, agrega.
Esta dificultad del cerebro para cerrar el circuito de señales símbolos, esa incompletitud nos llevó a pensar en que había un sistema que sustituía las funciones cerebrales que no pueden manejar símbolos, y es como una prótesis que sustituye lo que el cerebro biológico no puede hacer porque está incompleto, explica el autor de “Regreso a la jaula”.
Así que este problema de la relación entre señales y símbolos es lo que detonó la investigación, añade. “Se trataba de un campo desconocido y me sentí en un planeta extraño que era la psiquiatría, en el cual además sus habitantes me miraban, algunos bastante mal, otros escandalizados y algunos pocos sí me ayudaron a navegar por estas tierras en las que me había metido”.
Roger recuerda que en su trabajo se encontró con muchos neurólogos que lo veían como un ser realmente extranjero, extraño, un forajido que se había metido en su territorio e incluso se molestaban. “La idea de que hubiese un cerebro externo les molestaba enormemente y uno de ellos me advirtió: mira te vas a meter en unos líos tremendos, te van a odiar la mayor parte de los neurólogos porque no aceptan esto y no la aceptan porque son deterministas”.
Porque, para finalizar, explica, que pensar en un cerebro exterior que está ligado a las reflexiones, contradice sus ideas deterministas.