Cultura

Mírame con tus ojos de tezontle y granito, caminar por tus calles como sombra o neblina: Efraín Huerta

El lugar del escudo blanco

Como ocurre con la mayoría de los barrios y cantones que sirvieron como casas embrionarias de lo que hoy es la Ciudad de México, la historia de Chimalistac ha conseguido surcar más de quinientos años entre vaivenes y transformaciones que poco han podido opacar su encanto.

Por debajo de los empedrados de basalto, cantos rodados y cantera, Chimalistac, el lugar del escudo blanco, relata su origen como barrio dependiente del señorío de Coyohuacan y como vergel tributario y vasallo de la Triple Alianza entre Texcoco, Tenochtitlan y Tlacopan.

Chimalistac se asume también como uno de los primeros asentamientos coloniales pues, mientras sobre la Gran Tenochtitlan la maza y la porra española edificaban la Nueva España, las huestes de Hernán Cortés eligieron las verdes y tupidas riberas de Chimalistac para instalar sus solares.

El periodo colonial y post-independentista protagonizan la mayor parte de cuanto puedes ver en Chimalistac; viejas postales que relatan la vida de esta finca y huerto entre la urbe.

Desde que este barrio fuera donado a los Carmelitas Descalzos por ahí de 1597, hasta que las Leyes de Reforma arrebatasen el dominio de éste a la Iglesia, Chimalistac gestó magníficas callejuelas, puentes, ermitas, fuentes y casonas que vale la pena conocer y admirar.

Existen varios puntos específicos de este sitio desde los cuales prosa y pintura abrevaron inspiración.

Parque Tagle

Sobre la avenida Miguel Ángel de Quevedo, este sitio, también llamado Parque del Ahorcado, es el lugar desde el cual debes iniciar el recorrido por Chimalistac.

Se sabe que el emplazamiento formó parte del Colegio de San Ángelo Mártir, otro de los muchos reductos carmelitas que enmarcan Chimalistac. Muy probablemente el Parque Tagle sirvió como otro de los huertos y jardines en los que los aspirantes a sacerdotes carmelitas solían pasar sus tardes de ocio.

El nombre, sin embargo, proviene de Protasio Tagle, prolífico jurista y militar mexicano que dejó una valerosa marca en la Guerra de Reforma y durante la Segunda Intervención Francesa.

San Sebastián Mártir

San Sebastián Mártir (Iván Guevara Ramí/Iván Guevara Ramírez)

Para visitar este icónico sitio de Chimalistac habrás de cruzar la calle desde el Parque Tagle y hasta el callejón de San Ángelo, a un costado de la Librería Octavio Paz, del Fondo de Cultura Económica. Poco antes del final encontrarás la calle de San Sebastián y, al fondo de ésta, la capilla que lleva su nombre.

Junto con el pueblo de Xoco y el de Axotla, Chimalistac fue consagrado a San Sebastián de Milán para protegerse ante las epidemias y la peste. De ahí que la capilla se nombre así.

Este modesto edificio con un único campanario, y una avejentada, pero bella cruz atrial, data del siglo XVI y se menciona por primera vez en 1553. Luego de que cayera en el abandono tras ser confiscada por el gobierno de La Reforma, la capilla fue restaurada y reconstruida por los vecinos del barrio entre 1938 y 1955.

Se rumorea también, que bajo el atrio y entre los árboles de la plaza contigua funcionó, durante muchos años, un cementerio.

La fiesta patronal, por San Sebastián Mártir, se celebra todos los 20 de enero entre bailes, fuegos artificiales y procesiones.

La Plaza Federico Gamboa y el Parque de La Bombilla

Federico Gamboa foto23.TIF

Esta pequeña plazuela se encuentra exactamente detrás de la Capilla de San Sebastián Mártir y se nombra en honor del autor de Santa, icónica novela protagonizada por una joven de 19 años que, entre peripecias, recuerda con amargura y nostalgia su bucólico lugar de origen: Chimalistac.

Desde la Plaza Federico Gamboa, al atravesar la calle Santa, que la bordea, podrás encontrar el Parque de La Bombilla y el monumento a Álvaro Obregón, este es el sitio en el que, en 1928, fuera asesinado el entonces presidente electo mientras comía en un restaurante homónimo del parque.

También, a un costado de la plaza, encontrarás una fachada de tono rojo carmesí que pertenece al Centro de Estudios de Historia de México Carso.

Los Puentes de Chimalistac

Puente de Oxtopulco (Iván Guevara Ramírez/Iván Guevara Ramírez)

Para visitar los puentes de Chimalistac, deberás volver al Callejón de San Ángelo y seguirlo hacia la avenida Paseo del Río. Esta vialidad es el límite al sur y al este de Chimalistac. Es la columna vertebral del barrio y, a lo largo de ésta, reposan, pétreos y añejos, los cuatro puentes de Chimalistac. Para admirarlos tendrás que recorrer el arbóreo camellón de la avenida hacia el sur.

Otrora, estos puentes, entre los cuales destacan el Puente de Oxtopulco y el Puente Del Carmen, solían sortear el ancho cauce y el abundante caudal del río Magdalena, que brota desde la Sierra de las Cruces y se alimenta de los manantiales de Los Dinamos.

Desde que fueran construidos hacia el siglo XVII, los puentes de Chimalistac han protagonizado incontables relatos; se dice que desde allí los novicios y sacerdotes carmelitas vociferaban y modulaban el volumen de su oratoria frente a las ruidosas aguas del río Magdalena, hoy entubadas.

También se cuenta que, sobre estos puentes, y desde los márgenes del río, alguna vez fue posible divisar la Catedral Metropolitana, hacia el noreste, y el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, hacia el sureste.

Chimalistac (Iván Guevara Ramírez/Iván Guevara Ramírez)

Además, a medida que avanzas en tu recorrido, te toparás con una singular postal en mosaico, que evoca una escena de lavandería sobre el río Magdalena.

Eugenio Landesio

Esta imagen, ya antes plasmada, en óleo sobre lienzo, por Eugenio Landesio y José María Velasco, ilustra el Puente de Panzacola y la capilla carmelita de San Antonio de Pádua. Tanto el puente, como la capilla son estructuras todavía vivas y bien conservadas en el límite noreste de Chimalistac, en la esquina de avenida Universidad con Francisco Sosa.

Puente de Panzacola

Cámara del Secreto

A medio camino entre el Puente de Oxtopulco y el Puente del Carmen, te encontrarás, a la derecha, con la calle Del Secreto, misma que habrá de conducirte directamente hacia la Cámara o Ermita del Secreto.

La ermita es una rígida estructura rectangular que guarda dentro una gran cruz de basalto. Se trata de una construcción que sirvió, sin lugar a dudas, como un sitio destinado para la meditación y las oraciones de los carmelitas, y marca el punto exacto en el que existiera, desde la época prehispánica, un huerto orgullo del señor de Coyohuacan y que, al menos hasta el siglo XVII, contabilizó hasta 13,500 árboles de frutos como peras, manzanas, duraznos, higos y ciruelas, entre muchos otros.

Según lo relatan algunas placas dispuestas en el sitio, el huerto fue incautado por los juristas de La Reforma en 1859 y posteriormente fraccionado.

La Fuente en el Huerto

La Fuente en el Huerto (Iván Guevara Ramí/Iván Guevara Ramírez)

Al pasar de largo la Ermita del Secreto, a través de la calle Fresno, y luego de doblar a la izquierda en la calle Del Carmen, encontrarás la Fuente en el Huerto.

Se trata de una pequeña fuente de agua que suma a la reputación de gran vergel y casa de solaz de Chimalistac.

Se dice que esta es una de las muchas fuentes con las que contaba la huerta de Chimalistac hacia 1684 y que, en torno a ella, se conjuró una escuela de horticultura y jardinería que ayudó a adaptar las semillas traídas de España, y hasta de Líbano, a los suelos y a la edafología de México.

Luego de esta parada, basta con seguir hasta el final de la calle Del Carmen para volver al eje de nuestro recorrido y encontrarte con el Puente del Carmen, el punto final de este periplo.

José María Velasco

Ahora, dadas sus historias, si decides pasearte por Chimalistac más te vale prestar atención; quizá escuches, bajo los puentes, el correr de las prístinas aguas del río Magdalena o veas entre los arbustos a uno que otro carmelita entregado a la lectura de San Agustín. Qué tal que te encuentras con algún novelista revisando su texto sobre la lama verdosa o interrumpes al artista que experimenta con gomas y resinas.

Tendencias