Cultura

En el marco de la inauguración del ciclo “La lengua de la vida cotidiana”, a cargo de Concepción Company, El Colegio Nacional nos comparte un fragmento de su libro

“Hablar y vivir en América”, de Concepción Company

Concepción Company La colegiada Concepción Company Company. (ECN)

La lingüista inaugura el ciclo La lengua de la vida cotidiana este miércoles, a las 18 h, en El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX). En el marco de esta nueva serie de charlas, compartimos un fragmento de su artículo “Saludos y despedidas en cartas americanas”, incluido en el libro Hablar y vivir en América (Colnal, 2023), que coordinó la colegiada.

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Resguardadas generalmente en archivos históricos y, con menor frecuencia, en acervos privados, las cartas constituyen documentos privilegiados para rescatar la oralidad de épocas pretéritas por tres razones, al menos. La primera es que son el único tipo de texto que se atreve a escribir quien no sabe hacerlo —su equivalente actual sería la escritura de mensajes de texto en un teléfono celular por parte de personas poco escolarizadas o incluso carentes de escolarización—, ya que su autor cree que sus palabras serán leídas en privado por un destinatario muy cercano o íntimo, y, si acaso, serán difundidas en un círculo muy estrecho y amigable. La segunda es que quien las escribe es más un hablante-escribiente que un escritor en forma, una “mano inhábil”, como se conoce a este tipo de escribientes en la moderna filología. La tercera razón es que, a diferencia de la literatura, este género o tipo textual no tiene intención creativa ninguna, aunque sí tenga, sin duda, regulaciones escriturales, procedimientos y tradiciones propios. En suma, las cartas son el tipo de texto más cercano a la inmediatez comunicativa “real” entre dos hablantes-escribientes y una joya textual para aproximarnos a la oralidad de épocas pasadas.

Pero las cartas y notas íntimas son también la joya de los fondos documentales históricos porque constituyen un tipo textual muy difícil de encontrar en los archivos, ya que, las más de las veces, suelen llegar a éstos por casualidad. Este género textual se resguarda en un archivo histórico por tres causas básicas —las dos primeras sí son un verdadero azar; la tercera, no—: a) por ser un documento probatorio en una denuncia, b) por ser un documento probatorio para realizar un viaje trasatlántico y c) por ser petición de mercedes.

En el caso de los documentos probatorios en una denuncia, uno de los escribientes de la relación epistolar exhibe ante un tribunal o juzgado la carta o nota en cuestión como prueba documental de que existió algún tipo de vínculo, sea sentimental, sea comercial, entre él y otra persona. En el caso de una relación sentimental, se trata, por lo regular, de una socialmente prohibida para la época. La carta llega a la instancia judicial, y más tarde al archivo, cuando uno de los miembros del intercambio epistolar rompe el nexo afectivo con el otro, de manera que la relación indebida sale a la luz, puesto que concluye en una denuncia de curso legal —suelen ser cartas de mujeres y hombres despechados—. Más raramente, el escribiente inhábil se autodenuncia ante el Tribunal de la Inquisición, por la culpa que le genera la relación prohibida, y entrega el conjunto de cartas y notas intercambiadas con la pareja sentimental como evidencia de que sí existió el trato amoroso. No es inusual en este tipo de denuncias que la demanda sea presentada por un tercero interesado —el padre, un hermano, un pariente cercano— que exhibe la carta o cartas para probar que hubo una relación amorosa entre los dos escribientes, cuando uno de ellos la niega y el otro se encuentra en el abandono económico, además del afectivo.

En cuanto a las cartas probatorias de adeudos comerciales, es bastante común que antiguos comerciantes presenten ante un juzgado cartas y notas intercambiadas con otro escribiente como evidencia de deudas contraídas por éste con aquél, cuando el segundo se niega a pagar. El contenido de esas cartas inventaría los productos adeudados y su costo, y hace una descripción de la situación en que se contrajo el préstamo, que por lo general se inicia en tono amigable y termina en tono de encono, con reclamos y acusaciones recíprocas.

Por su parte, los documentos probatorios para viajar son cartas de mano inhábil cronológicamente muy acotadas: pertenecen al siglo XVI, periodo en que la Corona española de los Austrias regulaba el permiso para viajar a América mediante la presentación, ante las autoridades pertinentes, de una prueba de que el viajero tenía ya un familiar en el Nuevo Mundo; la prueba era la carta escrita por el pariente indiano. Tal regulación administrativa se aplicó a lo largo del siglo XVI, de manera sistemática en su segunda mitad, a pasajeros particulares a Indias; a partir del siglo XVII desapareció de los archivos este tipo de cartas probatorias, ya que la administración de los Austrias, como es sabido, implementó otros controles para viajar a América. Las cartas de viajeros a Indias se resguardan, en su mayoría, en el Archivo General de Indias, en Sevilla, en el ramo Indiferente General, porque el documento se exhibía en el puerto español de salida —Sevilla y posteriormente Cádiz—. Otros archivos americanistas contienen cartas y notas de esta naturaleza o muy similares, pero no en tal concentración.

Estas cartas suelen describir con gran detalle cómo prosperó el indiano en América, en comparación con su anterior vida en España; su existencia cotidiana; los agobios y dificultades hasta llegar a la bonanza, y la conveniencia de que el familiar —esposa, madre, hijos, sobrinos— se reuniera con él. Hay cientos de cartas de este tipo porque con mucha frecuencia el indiano no encontraba eco a sus misivas, de manera que escribía una y otra vez a los parientes en España. Cuando el pariente español se animaba, finalmente, a viajar, solicitaba permiso para embarcarse presentando una o más cartas como documento probatorio de que ya tenía un familiar en la actual Hispanoamérica. Estos textos tienen un tono familiar e íntimo, a veces conmovedor, porque muestran la soledad de los primeros habitantes en América, a la vez que siempre expresan la bonanza americana frente a las penurias de la vida en España —el “sueño americano” del siglo XVI—. La factura gráfica es siempre de escribientes muy inhábiles, cuya escritura es casi un reflejo directo de cómo hablaban; a menudo no sabían escribir y dictaban la carta a un amanuense, inhábil él también, quien al parecer reproducía el dictado literal o casi literalmente.

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La tercera y última causa de la existencia de cartas en archivos históricos, la petición de mercedes reúne documentos de naturaleza bastante oficial y hasta cierto punto formulaica. Por lo regular, los escriben administradores, militares, personas del clero u otros oficiales de la Corona española, españoles en un inicio, criollos o mestizos posteriormente. Sean cartas autógrafas o heterógrafas —esto es, dictadas a un amanuense—, sus autores muestran dominio de las prácticas escriturarias de la época y conocimiento de la retórica oficial requerida para lograr la petición o merced solicitada. Se dirigen, por lo general, a autoridades del Consejo de Indias o al presidente de alguna de las instancias oficiales americanas, como las audiencias, o capitanías generales, en caso de tratarse de militares. Tienen un tono más distante, con una retórica cuidada, y en ellas se suele solicitar una pensión económica o una remuneración puntual, en forma de dinero o de encomiendas e indios para servicio personal, dados los años de trabajo prestados a la Corona.

Cartelera de ECN Cartelera para este miércoles en ECN.

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