
Una de las cualidades de Gastón García Marinozzi que muestra con su ensayo “Instrucciones para matar al padre”, es la precisión para cuestionar al hombre en su esencia, identidad y memoria para mostrarle, aunque sea una ficción, que el matar al padre y por ende al hijo, es un acto generoso que permite liberar a ambos y tener una vida mejor.
Se trata de un texto que se transforma en una ventana para conocer cómo son las riendas que unen al padre con el hijo y cuáles son sus significados. “Muchos evitan este acto porque tienen miedo a la soledad, a entrar a adultez y valerse por sí mismos. Es el pavor a madurar, porque siempre es mejor ese estado de niñez o de adolescencia en que te protegen y eres impune. La vida no es así”.
¿Por qué hay que matar al padre?
Sea malo o bueno el padre, hay que matarlo para liberarse uno y liberarlo a él también. Es la idea de Freud, de sacrificar al padre como quien sacrifica a un dios, ese dios totémico que tiene sobre tu vida todo el mandato.
Y para qué: Justamente para eso, para vivir bajo tus propias directrices, convertirte en el dios de ti mismo. Y todo esto es un acto de generosidad, de amor, de madurez y de autodeterminación para tomar las riendas de tu vida.
Hay que matarlo, aunque el padre siga vivito y coleando al lado nuestro, celebrando la vida, o dándonos problemas, o complicándolo todo, no importa, porque es un acto simbólico que permite justamente una vida mejor.
¿Entonces tendríamos que matar también al hijo que creó este padre que debemos matar?
Esa es la ley de la vida: Tú serás el objeto de ese asesinato, pero al mismo tiempo que matas al padre, tienes que matar al hijo y dejar de ser el hijo para convertirte con el tiempo en padre. Lo primero, te conviertes en padre de ti mismo, de alguna manera, y todo entra en otra dimensión emocional.
Y aunque esto es figurativo, como bien señalas, el acto de matar al padre, la verdad que te pone en ese otro papel, dejas de ser hijo y tienes que enfrentar la vida de otra manera. Si vemos el entorno, podemos definir al mundo desde el carácter de padre o de hijo.
Hay gente que tiene 90 años y sigue siendo hijo. Dependiente de alguna manera del otro, considerándose una víctima de las circunstancias que deciden otros, ese es el carácter, digamos, de hijo.
En cambio, quien tiene por ahí un carácter más de padre, así tenga 20, 50, o 90 años, con hijos o no, es una persona más decidida, que puede hacerse cargo de los imprevistos de la vida y toma decisiones-
¿Y por qué muchos posponen o evitan matar al padre y matarse como hijo?
Es que hay una especie de miedo a la soledad y que vamos a entrar a adultez y valernos por nosotros mismos. El pavor a madurar, porque en el momento de la vida que dejas atrás la juventud y entras a la adultez, que no es un lugar totalmente placentero, pero sí necesario. Uno siempre preferiría ese estado de niñez o de adolescencia en que te protegen y eres impune. Vivir en ese estado sería mucho mejor, pero es imposible. La vida no es así.
En la novela, nombras a Leonard Cohen, yo lo hago por los Beatles, Frank Zappa, Chaikovski, Beethoven…, porque metes el arte como un bote de salvación que nos lleva a nuevos horizontes y si nos hace vivir mejor.
Dos cosas sobre esto: una, el arte sin duda tiene la capacidad total de mejorarnos la vida. Es indiscutible eso. Es la utilidad de lo inútil como citas a Nuccio Ordine. Es una parte fundamental de la vida y te lleva a
sentir la belleza, a conocer otras sensibilidades que a lo mejor ni tú mismo sabías que tenías,
Cuando escuchas una orquesta sinfónica en vivo, cuando ves ciertas escenas de ciertas películas, cuando lees ciertos libros…, son cambios que te transforman la vida y es muy difícil regresar a tu estadio anterior. Te abren la cabeza.
Y lo otro que me interesa hablar de esto, porque citas a Zappa, Cohen y a los Beatles te recuerdo que todos los grandes artistas matan al padre artístico que les correspondía. Por eso hablo de Caravaggio, hablo de los Beatles, hablo de muchos escritores que tienen algo en común: se atrevieron a ser valientes y rompieron estructuras, conceptos y crearon en libertad. Eso también es eso es matar al padre.
¿Entonces también el arte te sublima para alcanzar retos?
Borges decía eso muy claramente a sus alumnos cuando daba clases de Shakespeare, que a lo mejor en este momento no eres digno de leerlo, entonces si no te gusta, no lo leas. A lo mejor vuelves en otro momento de la vida. Yo doy clases sobre Borges y digo lo mismo: a lo mejor Borges no es digno de nosotros en este momento. No importa, porque la vida da chances y puedes volver en 20 años, 30 o 50 años. Ese es el reto.

Eso es lo que veo en tu libro, una ventana para ir por lo inesperado.
Me siento muy halagado con lo que dices, muchas gracias. No tenía claro al momento de escribir la historia y, aunque uno reflexiona sobre lo que escribe después de terminarlo, habrá lectores que les encantará, a otros no, pero oír que al dar vuelta la página puede haber una ruptura total de lo que veníamos leyendo y te siga interesando, ese es el reto de los libros.
¿Lo inesperado lo asocio con tu vida en la Ciudad de México, cómo un migrante mira esta urbe?
A toda Ciudad que llega un migrante, en mi caso voluntaria y deseada, porque la mayoría de las historias de migraciones no son así. Nunca había vivido en una ciudad tan enorme y caótica que te produce fascinación e incomodidad, sorpresa constante y delirio, y tengo miedo que sea muy difícil vivir en otro lado, después de estos años aquí.
En la novela aparecen Ayotzinapa, la tragedia de la guardería ABC y la aversión a los migrantes.
Podríamos decir que el libro está con tres grandes temas: la paternidad, la orfandad y el tercero es la migración, porque más allá, es mi postura política sobre la guardería ABC y los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, también está el migrante que se convirtió en estos años en el objeto causante de los problemas del primer mundo. Es una mentira atroz, una mentira que inventaron los poderosos del primer mundo diciendo que los invaden, que les quitan el trabajo, que contaminan la cultura y muchas cosas más.
Pero está comprobado que eso es totalmente falso, al contrario, los movimientos migratorios aportan a la economía, al sistema laboral, al crecimiento de la sociedad, a la diversidad cultural. Son muchos sus beneficios, pero se convirtieron, ahora con este discurso de crueldad y de odio en lo maligno, y esto es lo que genera el drama que estamos viviendo.
Tenemos que aprender a reconocernos en la empatía con ese migrante, porque la gran mayoría de los casos, están en tránsito para buscar un lugar mejor para vivir. Huyen de en su lugar de origen porque los matan, o se mueren dehambre, o viven en una situación de conflicto total. Son gente que desea vivir mejor, entonces, ¿cuál puede ser el terrible problema de eso? Ninguno y nos toca ser sensibles con ellos, entender qué les pasa, como así comprender elhorror que significa la guardería ABC, Ayotzinapa y los miles de casos de muertos y desaparecidos que hay en este país.
Sí Gastón, quería terminar con esto porque creo que, como humanidad, no sólo aquí en México, Estados Unidos, Italia o Francia, el maltrato a los migrantes puede acabar con el mundo, porque ahí está nuestro origen.
Mira, la buena noticia, para ir un poco en contra de tu opinión, creo que nunca se va a acabar la humanidad, porque al migrante tú le pones un muro de dos metros, lo salta, le pones de cinco, lo salta, lo pone de mil metros y lo saltará. La necesidad que tenemos los seres humanos de vivir mejor, de buscar la esperanza que en esos casos geográficos está del otro lado de la frontera, del otro lado del mar, del otro lado en otro país, ojo, en otro barrio, puede ser que nos mudemos de un barrio a otro para vivir mejor, todo esto está en el ADN del ser humano, porque el hombre, desde que se puso de pie en lo que ahora es África, lo que hace es andar, nunca se detuvo, ni nadie lo va a detener.
Momentáneamente se pueden dar ahora estas circunstancias de odio al migrante, pero no va a ser así, siempre, porque habrá una manera de enfrentar a eso y terminarlo. Esa es la esperanza.