Al interior de una cueva subterránea profunda, ubicada en el Área Natural Protegida (ANP) de Ocampo, en Coahuila, especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron el rescate arqueológico de un conjunto mortuorio de las culturas del desierto de, cuando menos, 500 años de antigüedad, que arrojará información relevante sobre los pobladores nómadas de la región.
Lo anterior luego de una denuncia ciudadana sobre un saqueo de restos óseos, la cual se atendió en el marco de colaboración entre el Centro INAH Coahuila y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), donde ambas dependencias trabajan en el plan de manejo correspondiente, informó el director de la representación estatal del instituto, Francisco Aguilar Moreno.
El arqueólogo-perito Yuri de la Rosa Gutiérrez, apoyado por especialistas de la Asociación Coahuilense de Espeleología, ubicó la boca de entrada a la cámara mortuoria: un agujero casi imperceptible en la inmensidad de las montañas.
Por un tiro vertical, de solo 50 centímetros de ancho, llegaron a un primer nivel, a cuatro metros; ahí, en el umbral de la penumbra, tras cruzar una grieta se abrió una sala donde, a través de otro tiro vertical continuaron el descenso, ocho metros más abajo, hasta llegar a donde se encontraron los restos óseos: una pequeña cámara semicircular donde yacían fragmentos de textiles, característicos de las culturas del desierto, revueltos con huesos humanos.
“Se trata de una cueva mortuoria prehispánica con las características generales de este tipo de sitios en el desierto”, afirma De la Rosa; sin embargo, advierte que “los cuerpos debieron estar envueltos en los textiles, a modo de bultos mortuorios, acompañados de diversos objetos dentro del bulto y depositados sobre el suelo, encima de cestos y petates, pero lamentablemente el saqueo alteró el contexto”. Pese a ello, asegura que se recuperará información relevante sobre las poblaciones cazadoras-recolectoras que habitaron la región en época precortesiana.
El arqueólogo explica que el sitio de enterramiento es similar a la Cueva de la Candelaria, con un tiro que conduce a la parte baja donde se ubican varias cámaras; no obstante, su ubicación es más cercana a la frontera con Estados Unidos que a la cueva explorada en el desierto de Coahuila, entre 1953 y 1954, y que marcó un hito en el conocimiento de estas sociedades.
Asimismo, destaca que los habitantes del desierto eran expertos en elaborar sogas de diferentes grosores, mismas que les permitían introducirse a la profundidad de las cuevas en sus ritos mortuorios.
Dadas las alteraciones, saqueos e intervenciones de personas ajenas al lugar, el INAH tomó la determinación de, una vez realizado el registro del sitio y de la disposición de los restos óseos, efectuar el rescate arqueológico de los materiales óseos y culturales, para evitar que el expolio continúe. Al momento, en un primer análisis in situ, realizado por la antropóloga física Eva Zamarrón, se recuperaron 12 cráneos completos, de los cuales cinco corresponden a infantes, uno aún con dientes temporales y dos con permanentes a punto de salir.
Asimismo, se recuperaron cientos de huesos de todas las partes del cuerpo humano. La especialista estima que corresponden, al menos, a 17 individuos masculinos y femeninos, tanto niños como adultos mayores y jóvenes. Los 15 fragmentos de textiles corresponden a cuatro tipos de petates, elaborados en la época prehispánica, recuperados en la superficie de la cámara y dentro de grietas.
Aunado al valor patrimonial de los vestigios, el rescate arqueológico dignifica un lugar sagrado de enterramiento de los antiguos pobladores, el cual estaba siendo profanado por saqueadores y aventureros, sin ningún respeto.
Los vestigios fueron trasladados al Museo Regional de La Laguna, en Torreón, Coahuila, donde serán limpiados, conservados y analizados. Asimismo, la cueva mortuoria se agregará al catálogo nacional de sitios arqueológicos de Coahuila, registrados por el INAH.