Cultura

Con motivo de una nueva sesión del ciclo a cargo del médico e investigador, El Colegio Nacional nos comparte un fragmento de su libro

Músicos y medicina: “Borodin y Bizet” (fragmento), de Adolfo Martínez Palomo

Adolfo Martínez Palomo El investigador emérito del Cinvestav y miembro de El Colegio Nacional, Adolfo Martínez Palomo. (ECN)

Adolfo Martínez Palomo continúa con su ciclo clásico Músicos y medicina. En esta nueva edición, que se llevará a cabo el jueves 17 de julio, a las 18 h, en El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX), Martínez Palomo analizará las causas de la muerte de Georges Bizet, autor de Carmen.

“La misteriosa muerte del autor de Carmen Georges Bizet 1838-1875″

La vida de Georges Bizet, el creador de Carmen, la ópera perfecta, está rodeada por un halo de misterio, debido a la muerte del compositor a los treinta y seis años. En escena muere Carmen, la protagonista; ¿habrá influido Carmen, la ópera, en el fallecimiento de Bizet, como lo pensaron sus contemporáneos? Alexandre-César-Léopold Bizet nació en París el 25 de octubre de 1838, tal como consta en el acta de nacimiento. Más de un año después, fue bautizado con un nombre menos rimbombante que usó toda su vida: Georges. El padre, Adolphe-Armand Bizet había trabajado como peluquero y fabricante de pelucas, pero al casarse se convirtió, no se sabe cómo, en exitoso maestro de canto. La madre, Aimée Delsarte, pianista de cierto mérito, era hermana de François Delsarte, músico prominente y profesor de canto, casado a su vez con una maestra de solfeo del Conservatorio de París. Así, el niño Georges tuvo desde pequeño cuatro maestros de música: sus padres y sus dos tíos. El tío François, apreciado experto en música barroca, no sólo estimuló el talento de Bizet, sino que desde pequeño lo puso en contacto con el sofisticado ambiente musical de París. Aimée descubrió el potencial de su hijo al observarlo repetir de memoria las melodías que escuchaba, escondido tras la puerta, cuando su padre impartía clases de canto. Por ello, muy pronto lo inició en el piano, en el que Georges se concentraba tanto, que la madre —dice la historia familiar— “le cambiaba la camisa sin bajarlo del banco, para no interrumpirlo”. Además, como hijo único, recibía el interés de toda la familia por estimular su notable vocación musical.

Paso brillante por el Conservatorio

El talento musical de Bizet pronto sobrepasó las capacidades didácticas de los padres, por lo que deciden inscribirlo en el Conservatorio de París, al que logra ingresar a pesar de tener nueve años, gracias a que ya interpreta sonatas para piano de Mozart. Seis meses después de haber entrado al Conservatorio, gana el primer lugar en solfeo; a los trece años es segundo lugar en el concurso de piano, y a los catorce obtiene el primer premio, con fama de excelente pianista, poseedor de sorprendentes dotes como lector de música a primera vista. Difícilmente hubiera podido Bizet encontrar mejores facilidades para su formación como músico; las que tuvo primero en su casa y luego en los años pasados en el Conservatorio, donde recibió clases de piano de grandes maestros: Antoine François Marmontel y Pierre Zimmermann, y más tarde, de composición musical con Jacques Fromental Halévy, autor de la ópera La juive, quien con el paso del tiempo se convertiría en su suegro, al casarse Georges con Geneviève, la hija del profesor. Tuvo, además, a lo largo de su vida, la amistad y el consejo del ya entonces famoso compositor Charles Gounod, a quien Bizet dijo: “Usted fue el inicio de mi vida como artista; yo surgí de usted”.

Después de nueve años de estudios en el Conservatorio, Jacques Offenbach le propuso al joven Bizet componer una opereta: El doctor Milagro, representada con éxito discreto después de obtener con ella el primer premio, ¡entre setenta composiciones! A los diecisiete años compuso la Sinfonía en do, redescubierta en 1935, obra por la que Georges no manifestó interés alguno en promoverla; hoy día, la gran popularidad de esa sinfonía se ve reflejada en el medio centenar de grabaciones de la obra, calificada como “fuente colorida de virtuosismo, matizada con la exuberancia juvenil del compositor”. Para Bizet ésta no sería la única composición de la que nunca llegó a saber el notable éxito que tendría en el futuro. Preocupado por la incierta situación económica de la familia, Georges empezó a trabajar como profesor de piano y como arreglista de partituras musicales, actividad esta última que se convertiría, por un lado, en la principal fuente de recursos económicos y, por el otro, en una lamentable pérdida de tiempo y esfuerzo, que bien podría haber dedicado a la composición de sus propias obras.

Roma: años felices Su maestro Fromental Halévy convence a Bizet de presentarse como candidato al prestigiado Prix de Rome. Después de varios intentos fallidos de ganar el concurso, en julio de 1857 entrega al jurado una cantata: Clovis y Clotilde, con la que obtiene la anhelada beca: cuatro años de sueldo generoso y estancia en Roma en la Villa Médici. A los diecinueve años, en viaje hacia Roma, Georges llega a Aviñón el día de Navidad: “Estamos haciendo paseos espléndidos. Montañas, ríos, nada nos detiene… soy el más feliz de los jóvenes que conozco; ¡sería una locura quejarme!”.

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Durante los años de estancia en el extranjero, Bizet disfrutó de las espléndidas manifestaciones de la cultura italiana, en un envidiable ambiente de libertad, despreocupación y seguridad financiera, situaciones que no había disfrutado antes… y que no volvería a gozar a su regreso a Francia. Viajó extensamente conociendo el arte, la arquitectura y el paisaje de las principales ciudades de Italia y estableció numerosas amistades, sobre todo con pintores y escultores y con el que sería a lo largo de su vida el amigo más cercano, Ernest Guiraud, notable compositor y profesor de música francés, de origen estadounidense. Por su sociabilidad y maravillosas dotes de pianista, Georges fue popular entre los becarios de la Villa Médici, si bien con alguna frecuencia mostraba manifestaciones pasajeras de rudeza e intolerancia. En esos años fuera de Francia lamentó no haber asistido al estreno de varias óperas de Gounod, entre ellas Fausto, obra que llegaría a ser, con mucho, la más popular de su amigo y tutor. A pesar del ambiente favorable de la Villa Médici, Bizet sentía inquietud por la imposibilidad de componer obras que le permitieran reingresar con éxito al difícil y competido ambiente musical de París. Un tedeum y una opera bufa no tuvieron éxito, por lo que intentó escribir otras óperas, entre ellas Don Quijote; todas quedaron sólo como bocetos inacabados.

De regreso a París A pesar de que seguía siendo reconocido como un gran intérprete del piano, los años siguientes transcurren con muchos esfuerzos y muy pocos éxitos. El mismo Franz Liszt declaró después de escucharlo que, como pianista, Bizet era tan competente como él. Pero su verdadera vocación no eran los recitales públicos, sino la composición musical. Una lucha sin fin empieza a convertirse en rutina: rechazos de editores exigentes, tratos complicados con directores y cantantes, conciertos ocasionales como pianista, presentaciones escasas como acompañante, aunado todo ello a interminables veladas dedicadas a transcribir y arreglar obras de otros compositores, y a dar algunas clases particulares de composición musical. Surgen además varias complicaciones personales: la muerte de su madre y luego la de su maestro Halévy, a lo que se suma, a sus veinticuatro años, el nacimiento de Jean, supuestamente hijo de Adolphe, el padre, pero en realidad procreado por Bizet con Marie Reiter, la mujer de servicio de la casa paterna. Por ese tiempo, escribe la ópera Los pescadores de perlas, hoy revalorada, pero condenada por la crítica de su tiempo al considerar absurda la historia, y ruidosa y ofensiva la música. En cambio, Berlioz, siempre generoso, reconoció el gran talento de Bizet al que le predijo un futuro promisorio en sus habituales escritos de crítica musical.

Cartelera ECN Cartelera para el próximo 16 de julio.

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