
Toda literatura tiene “una condición inevitablemente extraterritorial” en la que “confluyen personas de distintas latitudes y culturas diferentes. La literatura pertenece a una patria común, una patria que puede ser interpretada, leída, decodificada en muy distintas latitudes”. Así lo afirmó el escritor y periodista Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional.
El colegiado dictó la conferencia “El aprendizaje de la soledad: De Daniel Defoe a Michel Tournier” con la que inauguró la primera parte del ciclo El desafío del otro. Náufragos, exiliados y migrantes en la literatura, que comprende tres ponencias este año y continuará en 2026.
La idea, dijo, “es revisar cómo la literatura ha estado presente en algunas de las principales preocupaciones de nuestro tiempo que tienen que ver con el conocimiento de los desconocidos, de los extraños. Es una oportunidad de revisar algunos autores fundamentales, aunque por supuesto que la nómina de escritores que han tratado el tema del otro, de la otra, es muy amplio”.
De acuerdo con Villoro, el tema reviste importancia ante las circunstancias que vive el mundo: “Vivimos en un momento dramático de migraciones. Los mexicanos somos testigos de los centroamericanos que atraviesan nuestro país en busca de cruzar la frontera con los Estados Unidos”.
El autor se refirió a las “dramáticas imágenes” del tren La Bestia, cargado de migrantes con rumbo al país del norte y la ayuda que solidariamente les proporcionan las integrantes del colectivo Las Patronas: “Pero también debemos decir que, así como hay estos momentos de solidaridad, también hay abusos, discriminación y todo tipo de problemas relacionados con el trato a los migrantes en nuestro país”.
“Y luego están nuestros propios migrantes a los Estados Unidos, que actualmente teienen una situación muy grave con las políticas racistas y discriminatorias de Donald Trump, el tema nos toca muy de cerca. Es un tema que nos interpela y que tiene que ver no solamente con lo que sucede en México, sino en otros países”.
Villoro recordó que hace 10 años la canciller alemana Angela Merkel abrió las fronteras al paso de los migrantes. “Hoy suman 3 millones 300 mil, es una cantidad bastante fuerte la que ha llegado a Alemania. Pero esto ha tenido repercusiones también negativas respecto a la percepción que se tiene de los otros: Ha habido un resurgimiento de políticas de ultraderecha, incluso, hay un restablecimiento de proclamas pronazis. En fin, es una situación muy preocupante”.
De acuerdo con la revista Der Spiegel, en 2015 hasta el 30% de la población era muy favorable con el apoyo a los migrantes, en 2020 bajó a 11% y, actualmente, solo el 3% está de acuerdo. “Hay un crecimiento de la percepción de que los extraños, los otros, son perniciosos y es una situación muy grave porque todas las culturas se han hecho de la mezcla. Todas las culturas se han hecho del intercambio de ideas, incluso países como Estados Unidos, fundados por inmigrantes, que hoy en día tienen estas políticas acorazadas de blindaje hacia los extraños”.
En México, agregó, “tenemos un compromiso especial, porque la nuestra es una cultura de mezclas y es una cultura hecha por migrantes”. Villoro recordó que en 2017 formó parte del grupo ciudadano que elaboró el borrador de la Constitución de la Ciudad de México, el texto que se elaboró reconoce a la ciudad como una tierra de migración; además, define al ciudadano de la urbe como cualquier persona que la habita.
“Una de las cosas más importantes desde un punto de vista ético en ese documento es que cualquier persona, por el solo hecho de estar aquí, califica como ciudadano. No importa cuánto tiempo haya pasado en la ciudad, con que esté aquí es un habitante de la misma y tiene todos los derechos que esta ciudad otorga. La idea misma de ciudadano, tal y como quedó ahí diseñada, es la de alguien que, cualquiera que sea su procedencia, tiene aquí un lugar”.
El otro, en una isla desierta
Durante su charla, Juan Villoro se refirió a la isla desierta en la literatura como espacio de aventura, pero también de condena: “En México hemos tenido presidios en islas y José Revueltas escribió una novela sobre la cárcel en la que él estuvo, en las Islas Marías, y esta novela se llama Los muros de agua. La isla ha sido un espacio de deseo, un paraíso posible, espacio de salvación para un náufrago, pero también ha sido un espacio de condena”.
Pero si existe una isla fundamental para el naufragio, consideró, esa es la de Daniel Defoe, donde habitó su personaje Robinson Crusoe 28 años, la misma que recreó en el siglo XX el escritor francés Michel Tournier en su novela Viernes o los limbos del Pacífico. Tras detallar la vida de fracasos de Defoe, el colegiado expuso, que, como su personaje Robinson Crusoe, “era un hombre lleno de ambición. Defoe era pretencioso, usaba peluca como si perteneciera a la aristocracia, usaba espada por pura elegancia”.
Siempre luchando para sobrevivir, Defoe escribe Robinson Crusoe que, para Villoro, “es la historia de un gran arrepentimiento, porque él se hace a la mar desobedeciendo a sus padres y cae en un naufragio, y podemos decir que este naufragio es una especie de bautizo que lo reconvierte. Llega a la isla, tiene que dar gracias, bautiza a la isla como Esperanza, como una de las tres virtudes teologales, y dice ‘tengo que dar gracias por estar vivo, y mi manera de dar gracias, y aquí entra la ética protestante, es trabajar. El trabajo es lo que me va a redimir’”.
Además de que en la historia la isla desierta es “una tabula rasa” que permite la oportunidad de empezar desde cero: Robinson Crusoe “era un libro muy directo, que hablaba de problemas muy concretos de cómo sobrevivir, pero le encantó al público, que se sintió representado entendió que había alguien que hablaba su idioma”.
Inspirada en el naufragio del marinero Alexander Selkirk, en la obra de Defoe aparece otro personaje, un aborigen al que bautiza con el nombre de Viernes y, “a pesar de que estamos ante una historia en efecto de un amo y un sirviente, una historia asimétrica de dominación, con el tiempo el náufrago Robinson Crusoe empieza a sentir curiosidad, aprecio y una dosis de respeto por el aborigen que está ahí”.
Con los años, recordó Villoro, Robinson Crusoe se convirtió “en un personaje que es ya equivalente a un mito, así como hay muchos autores que han tocado el tema de Fausto o el tema de Don Juan, hay muchos que han tocado el tema de Robinson Crusoe hasta llegar al siglo XX, por ejemplo, La isla de cemento, de Ballard, el gran autor de ciencia ficción inglés; La isla, de Aldous Huxley, le debe mucho, La invención de Morel”, de Adolfo Bioy Casares…
La lista llega hasta Michel Torunier y su Viernes o los limbos del Pacífico, donde “lo que va a hacer es una antropología del otro, él cambia la ecuación del náufrago blanco y el aborigen y va a crear una novela profundamente diferente, algo muy difícil porque tiene el precedente de una de las mayores obras de la literatura que ha atravesado a los lectores en forma exitosísima desde el siglo XVIII”.
Tournier, filósofo, también describe un Robinson Crusoe ambicioso y atrabancado que, a diferencia del de Defoe, que “administra su isla”, cae en depresión y es abandonado, incluso, por el perro con el que naufraga. Al Crusoe de Tournier lo salva el tiempo y lo prepara para la llegada de alguien radicalmente diferente a él: Viernes, un aborigen al que convierte en su sirviente y del cuál abusa una y otra vez, a pesar de su ánimo festivo y alegre.
Durante los 28 años, que también se queda en la isla el Robinson de Tournier, suceden una y otra vez abusos contra Viernes, pero a diferencia de Defoe, el náufrago del francés recapacita y reflexiona una y otra vez hasta ver al otro, a Viernes, como “un poeta, un inventor, un personaje maravilloso. Esto es justamente lo que logra Viernes en el náufrago, que se convierta espiritualmente en alguien diferente y poder aspirar a ser él también un poeta o un inventor”.
“Vista a la distancia y con la mentalidad de la antropología del otro, Viernes o los limbos del Pacífico es también una educación para entender nuestra propia sociedad; los valores que aprende Robinson de Viernes pueden ser valores de esta sociedad. Daniel Defoe escribe una novela en la que un náufrago busca conservar sus valores en una soledad extrema, está arraigado al pasado en esa medida, es una novela conservadora, para salvarse a sí mismo, para no deshumanizarse, tiene que conservar su tradición, lo que es él. En cambio, lo que hace asombrosamente Tournier es que escribe una novela orientada al futuro”.
Villoro recordó una conferencia de Tournier en la que reflexionó que la verdadera dedicación de su novela era para los trabajadores extranjeros en Francia. “Él dice: ‘Hay millones de personas que han llegado desde los confines del mundo para que nosotros vivamos mejor, y son personas a las que no vemos, son personas anónimas. Yo traté en esta novela de darle un rostro y una vida, a ese Viernes que es el que nos permite que comamos, el que nos limpia la casa, el que nos apoya, el que nos ayuda, el que conduce el coche, el taxista, todas las gentes que nos permiten vivir: los inmigrantes’”.
Gracias a esas dos versiones literarias del naufragio, dijo Villoro, “vemos el descubrimiento de un ser diferente, al que podemos temerle, pero que también es alguien que tiene mucho que enseñarnos, cuando en una isla desierta aparece una huella que no es la nuestra eso puede sobresaltarnos, puede asustarnos, pero hemos visto aquí que eso también es una extraordinaria oportunidad de aprendizaje porque lo otro, lo distinto, es necesariamente lo que alimenta lo propio”.
La conferencia “El aprendizaje de la soledad: De Daniel Defoe a Michel Tournier”, con la que se inició el ciclo “El desafío del otro. Náufragos, exiliados y migrantes en la literatura”, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.