
“Jorge Luis Borges es, probablemente, el escritor más influyente de la lengua española en el siglo XX”. Con esta certeza, Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional, concluyó el ciclo El desafío del otro. Náufragos, exiliados y migrantes en la literatura, que constó en tres conferencias impartidas en el Aula Mayor de la institución.
Con el título “El asombro ante lo ajeno: Jorge Luis Borges”, el narrador mexicano ofreció un recorrido por la vida y la obra del argentino, desde su nacimiento en el Barrio de Palermo, hasta su infancia y adolescencia en Suiza y en España, “de modo que, al regresar a Argentina, a los 21 años, tiene una formación europea, lo que va a ser muy importante, pero, al mismo tiempo, tiene un arraigo muy grande por la tradición argentina”.
“Es un personaje complejo, muy interesante por sus tensiones y contradicciones internas. En este ciclo, hemos estado viendo a autores que se han interesado mucho por el otro, y algunos de ellos, en forma deliberada, han escrito textos con una carga política en favor de los desfavorecidos, de los migrantes o en contra de la discriminación: Borges, fue otro tipo de intelectual.
“No era un intelectual que razonara sus ideas políticas, pero cuando las expresaba, solían ser ideas conservadoras, lo cual puede resultar [contradictorio] para este ciclo, en donde hemos estado viendo la importancia de los otros, que suelen ser los menos favorecidos, los que no se han podido expresar y aparecen de manera muy elocuente en la obra de Borges”, destacó el colegiado.
En ese sentido, recordó unas palabras de Ricardo Piglia, quien de manera juguetona solía decir que, para el pensamiento progresista, Borges es un inconveniente, porque si se piensa en las ideas que suelen tener las personas que se consideran de izquierda y con una conciencia ecológica. “Sabemos que Mafalda siempre tiene razón, porque está en contra del cambio climático, de los abusos de los mayores, está en contra de la discriminación, odia la sopa, entonces podemos simpatizar con Mafalda”.
Borges, políticamente, decía cosas extravagantes, a veces salía con humoradas: cuando fue la guerra de las Malvinas, le preguntaron qué opinaba de ese conflicto, él que, además, tuvo antepasados ingleses y le gustaba la literatura de ese país. Él comentaba: “bueno, las Malvinas se las pueden dar a Bolivia, porque no tiene una salida al mar; también decía, por ejemplo, que el lema ‘Las Malvinas son argentinas’, es un mal verso Alejandrino, porque los versos alejandrinos son de 14 sílabas”.
Siendo una figura conservadora, nunca tuvo una alianza directa con grandes empresarios o con núcleos de poder reaccionarios en la Argentina, llevaba una vida muy austera, incluso se podría decir pobre. Villoro rememoró una escena famosa bastante curiosa y simpática: Mario Vargas Llosa visitó a Borges en su departamento y le sorprendió que viviera en un lugar realmente modesto, y le dijo: “oiga, Borges, pero usted no ha pensado en cambiarse de casa, porque siento que aquí está muy apretado y con pocos libros”.
“Luego otras personas le preguntaron cómo le había ido con Vargas Llosa. Su respuesta fue: ‘ah, sí, ese peruano, yo creo que era un agente inmobiliario, porque lo que él quería que me mudara de casa’”.
Otra de las anécdotas compartidas por el escritor se vinculó con su ceguera: perdió la vista a los 55 años y siempre fue un gran caminante por Buenos Aires, su figura con su bastón era muy conocida. En una ocasión una persona peronista le ayudó a cruzar la calle, orientación política que Borges detestó. Después de ayudarle, la persona le confesó: “mire, Borges, el que le ayudó a cruzar la calle es peronista. Borges le contestó: ‘no se preocupe, yo también estoy ciego’”.
“Tenía algunos amigos, pero fue un escritor que tardó mucho en ser unánimemente reconocido. Abundan las notas en las que se burlaban del escritor en los años 20, los años 30-40; no era un escritor popular. Era visto muchas veces como un autor extravagante y, sin embargo, él siguió adelante con una visión clarísima de lo que era la literatura, porque a Borges no le importaba el contexto, él hablaba de lo que le daba la gana y, en parte, eso lo hizo un escritor único”.
De influencia múltiple
Jorge Luis Borges forma parte de esa lista de autores que jamás recibieron el Premio Nobel de Literatura, si bien para Juan Villoro en realidad fue un escritor muy superior al premio Nobel, o a cualquier otro galardón que se le pudiera dar, “su influencia en el siglo XX es múltiple y es impresionante; si ustedes leen Las palabras y las cosas, Michel Foucault empieza hablando de Borges: un intelectual francés, interesado en política y en psicología, lo cita. Si ustedes se interesan en la ciencia ficción y, en especial, el cyber punk, conocerán a William Gibson y van a ver que es un gran admirador de Borges.
“Su influencia es múltiple en muchos países, en distintos campos de la cultura y no deja de ser un autor que continuamente nos está desafiando a interpretarlo de otro modo, y ahora lo vamos a llevar a una interpretación que no me parece tan común respecto a Borges, pero que está latente en buena parte de su obra, que es justamente la relación con el otro y el respeto al otro”.
A decir de autor de La figura del mundo, Jorge Luis Borges estaba convencido de que el destino de una obra de arte no es la obra en sí, sino la percepción que suscita y, en el caso de la literatura, el sentido profundo de la obra no es la escritura, sino la lectura: la lectura es lo que hace definitivo el significado de la obra, “por eso, Borges dice: ‘si leemos creativamente podemos hacer asociaciones totalmente impensadas’”.
“Respetando sus ideas de que es la lectura lo que define a un escritor y no la escritura, o no solamente la escritura, sino sobre todo el efecto que produce, vamos a verlo a través de esta categoría multicultural de la que él nunca habló en un ensayo de manera sistemática o programática, pero que atraviesa toda su obra: el tema del otro”.
Jorge Luis Borges jugó mucho con la idea del doble, como se refleja en su libro El otro, el mismo, donde hay un desprendimiento, un desdoblamiento de la figura del narrador que, muchas veces es Borges; también tiene un texto que se llama “Borges y yo”, donde mantiene el juego con los desdoblamientos, “pero ahí el otro es, digamos, un espejo de él mismo, el otro no es alguien radicalmente diferente, ni distinto”.
“Una de sus convicciones más fuertes es que no hay literaturas individuales, es decir, todas las literaturas se alimentan de otros en la medida en que un lenguaje es una creación colectiva, hecha a través del tiempo, de numerosas personas que se dejan influir por voces, por palabras que llegan de lejos y toda literatura tiene que ver con influencias variadas”, relató Villoro.
Así, estamos ante un escritor profundamente abierto, a quien le interesan las culturas más variadas, como el anglosajón antiguo, una de sus obsesiones para hablar una lengua que prácticamente nadie más utilizaba, aunque también le interesaron formas poéticas arcaicas, la cultura árabe estuvo presente en él, con lo cual se convirtió en un creador que puso en juego siempre estas culturas.
Una de las maneras de hacerlo fue a través de la traducción, aun cuando Borges solía tomarse “unas libertades enormes para favorecer al autor; claro, como suele ser superior a casi todos los autores que traduce, leídos en su versión todos mejoran mucho”, resaltó el colegiado, quien también se refirió a una idea de Borges acerca de la traducción literal, a la que definió como “una superstición teológica”, pues los traductores de los textos sagrados quisieron que todo se tradujera tal cual, “porque ese es un dictado del espíritu santo”.
Al ser la biblioteca otro espacio fundamental para Jorge Luis Borges, también se convirtió en un encierro: es el lugar de salvación, pero también es el lugar del que no hay escape, entonces puedes escapar con la imaginación, por supuesto, pero entonces ¿qué anhelas con la imaginación?: destinos violentos, turbulentos, que no puedes llevar, pero que también son tuyos.
“En Borges vamos a ver un doble linaje que se va a expresar en dos maneras muy claras de entender la literatura. Por un lado, están los cuentos de cuchilleros, los cuentos de duelos, los cuentos de barrio bajo de Argentina, situados todos en una época anterior a la modernidad argentina, una ciudad de compadritos, una ciudad del tango, una ciudad de reyertas, venganzas pospuestas. Eso está en él.
“Luego va a estar el otro Borges, el universal, cosmopolita, que habla de todas las culturas, de todas las épocas y que es el más conocido. La ensayista argentina Beatriz Sarlo escribió el libro Borges, una modernidad en las orillas, donde asegura que el autor de El jardín de los senderos que se bifurcan corre el albur de ser visto como un autor sin una localidad propia, vernácula, porque a fuerza de hablar de Mesopotamia, de culturas prehispánicas, pero de otros países, del futuro, de todos los pasados, citar tantos autores, parecería que no tiene raigambre local”.
La aproximación a una figura indispensable de la literatura universal propuesta por Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional, a través de la conferencia “El asombro ante lo ajeno: Jorge Luis Borges”, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.