Cultura

Mandrágora es una novela gráfica sobre el dolor y la búsqueda

Las vidas humanas sobrepasan un número: Santiago Moyao

En 2019, Santiago Moyao fue acreedor de la beca Jóvenes Creadores en la categoría de Narrativa Gráfica con su proyecto Mandrágora. Dos años más tarde, este mismo trabajo obtuvo el Premio Nacional de Novela Gráfica Joven 2021, organizado por la Secretaría de Cultura y Tierra Adentro. Finalmente, el libro fue publicado en 2023 por Tierra Adentro en coedición con el Fondo de Cultura Económica.

Mandrágora | Tierra Adentro (Toma de pantalla)

La historia de Mandrágora se adentra en una de las heridas más profundas de México: las desapariciones forzadas. Moyao no menciona un lugar específico, pero deja ver referencias a un territorio desértico en el que conviven criaturas simbólicas que acompañan a Carmen, la madre protagonista, en su búsqueda incesante por encontrar a su hijo Luis.

El relato inicia con la desaparición de Luis, ocurrida después de que hombres armados, vestidos de militares y a bordo de camionetas, irrumpen en el pequeño pueblo donde habita con su madre. Luis, junto con otros tres jóvenes, decide alzar la voz frente a la violencia, pero su gesto de resistencia es silenciado con la desaparición.

En su andar, Carmen encuentra a otras tres madres que comparten la misma herida. Cada una vive el dolor desde una perspectiva distinta: una ya ha aceptado la muerte de su hijo, mientras que las otras dos oscilan entre la incertidumbre, la culpa y la esperanza, atrapadas en la ambigüedad de no saber si sus hijos siguen vivos.

En entrevista con Semanario Punk, Moyao recordó que su primer acercamiento al tema fue el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, aunque con el tiempo su investigación se amplió hasta construir una obra que dialoga con la realidad de miles de familias en México. “Es curioso, en ese momento el tema de los desaparecidos sonaba mucho, pero hoy mucho más, lo cual es muy triste, porque en vez de ir bajando la problemática, aumentó”, señaló.

El autor explicó que el proceso creativo lo llevó a escribir en verso, dejando que las frases surgieran como pensamientos fragmentados que se entrelazan con la ilustración. “Las vidas humanas sobrepasan un número”, mencionó, subrayando la urgencia de mirar más allá de la estadística para reconocer la dimensión humana de la tragedia.

Una estética del silencio y la sombra

En el plano visual, Mandrágora apuesta por un trazo oscuro, desolador y expresivo. Los rostros de los personajes aparecen difuminados, como si la identidad misma estuviera amenazada por el olvido. Sus gestos transmiten cansancio, resignación o tristeza, y los animales que pueblan la obra —casi siempre nocturnos— adquieren un carácter simbólico, como presencias que vigilan y acompañan el duelo.

Los silencios juegan un papel crucial en la narración. Silencios en las viñetas, en los paisajes vacíos, en los fragmentos de texto que aparecen como ecos. Este recurso no solo refuerza la atmósfera, sino que abre espacios de reflexión, obligando al lector a detenerse y confrontar la dureza de lo narrado. Las frases, breves y contundentes, trascienden el tiempo y resuenan como sentencias poéticas que condensan el dolor colectivo.

Mandrágora se inscribe dentro de la tradición de obras artísticas que abordan la violencia en México desde una perspectiva íntima y simbólica. A diferencia del periodismo o la crónica, que buscan documentar con datos y testimonios, Moyao se aproxima desde la metáfora visual y el lirismo narrativo. Esto le permite captar una dimensión distinta del fenómeno: no la del expediente judicial ni la nota roja, sino la del vacío emocional, la espera infinita y la imposibilidad de cerrar el duelo.

La decisión de centrar la historia en una madre, y no en las víctimas directas, pone en primer plano la figura de quienes sostienen la memoria y la lucha. Carmen y las otras mujeres representan a las colectivas de buscadoras que, con palas en mano, recorren desiertos y montañas en busca de los restos de sus hijos. En este sentido, Mandrágora no solo cuenta una historia personal, sino que rinde homenaje a un movimiento social que ha crecido a pesar de la indiferencia institucional.

Al recurrir a un lenguaje híbrido —mitad poesía, mitad imagen—, Moyao logra construir un espacio de duelo compartido donde el lector también se convierte en testigo. La novela gráfica no se limita a narrar un caso, sino que confronta al público con la persistencia del horror y la urgencia de no olvidar.

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