
La muerte ajena es la que pensamos que no nos va a suceder a nosotros, aquella que “a mí no me hubiera pasado porque yo no hago ese trabajo, porque yo no me expongo a esas cosas, porque no voy por esos lugares, porque no consumo droga”, considera la escritora Claudia Piñeiro.
Esa es la explicación del título de su reciente publicación,“La muerte ajena” (Alfaguara, 2025), una novela que cuenta a tres voces -en las que no se puede confiar- el caso de una joven caída de un quinto piso en el barrio de Recoleta -ficticio, pero plausible- que resulta ser más que un simple accidente y permite abordar el mundo de la prostitución VIP con el poder de turno.
“Porque cuando muere una persona, a veces, para protegernos tratamos de separarnos y pensar que por lo que sea no me va a pasar a mí, ni a mis hijos, ni a mi familia, ni a mis amigas”, explica la autora, en entrevista.
“Y te empiezas a sentir que esa muerte es ajena, que no te pertenece. Yo lo que intenté en la novela es que uno sienta que esa muerte también te puede pertenecer y que te preocupes por esa situación, independientemente del trabajo al que se dedicaba ella”, continúa.
Sexualidad, poder, periodismo y la noción de verdad en el siglo XXI son algunos de los temas que conducen esta novela.
JULIANA CAE AL VACÍO
De acuerdo con Claudia Piñeiro esta novela es un thriller a la vez que novela psicológica, novela social y novela política, porque tiene un poco de todo, aunque es principalmente una historia y no un panfleto.
“Cuando me pongo a escribir es a partir de una imagen disparadora, en este caso es esta chica que caía de una ventana”, comparte.
Al preguntarse ¿quién es esta chica? la escritora imaginó a la hermana, Verónica, que es periodista, y así la historia arranca como una anécdota familiar que juega con la verosimilitud.
“Siempre escribo historias realistas, todas mis historias son muy contemporáneas, hace más de 20 y pico de años que publico y cada una respondió mucho al momento en que apareció”, subraya sobre la intención del tono de ficción realista.
“Yo quiero entender quiénes son esos personajes. Me doy cuenta que después muchas personas empiezan a poner etiquetas que no me parece ni mal, ni bien, simplemente que es una operación de lectura”, continúa.
Ya con las hermanas en mente, Claudia Piñeiro buscaba una estructura de narración adecuada cuando dio con la figura del “narrador no-confiable”. De modo que la historia se cuenta a través de 3 voces distintas, cuyas versiones no coinciden y obligan al lector a cuestionarse.
“No sabes si te están diciendo la verdad y tiene algo que ver con lo que nos pasa a diario, cuando vemos las noticias y no sabemos si lo que estamos viendo es un video falso o es un video verdadero y luego viene otra que contradice a esa noticia y luego viene una tercera que contradice a las dos”, ejemplifica.
Al pasar de una parte a otra en la novela, los lectores podrían observar que la información anterior no coincide con la nueva y entonces pensar que leyeron mal (y cotejar) o desconfiar de los narradores.
“Esto que me está diciendo se contradice con lo anterior, si leí bien, entonces, ¿cuál me miente? Esa sensación era algo que yo busqué para esta novela, para recrear justamente eso que es tan contemporáneo de sentir que la realidad no está en ninguna parte”, ahonda.
Asimismo, Claudia Piñeiro indica que la novela se mete con el poder y este recurso es también una manera de retratar lo difícil que es atravesar ciertas murallas para averiguar qué pasó.

EL ENTRAMADO
Acá hay un entramado entre prostitución y poder, concede la escritora sin miramientos. En el mismo libro se mencionan algunos textos y autores a los que recurrió, como Diana Maffía.
“Siento que esos análisis que son sumamente importantes están reclamando un análisis teórico, que no lo puedo hacer yo porque yo soy novelista, más ajustado al siglo XXI”, explica Claudia Piñeiro.
Se refiere a que la relación entre la sexualidad y el poder ha adquirido características particulares de este siglo, que ella retrata en su novela, pero que también podrían desmenuzarse teóricamente, como por ejemplo la exposición de mujeres junto a figuras de poder internacionales.
“Ves a presidentes y a empresarios poderosos que aparecen con mujeres que muestran mucho su cuerpo, que tienen muchas curvas, etcétera. En el siglo anterior, si un político o empresario tenía amante o recurrían al trabajo sexual, lo ocultaba, él mostraba a esposa e hijos, una ‘familia bien constituida’, etcétera. Hoy todos estos magnates, empresarios poderosos, políticos aparecen en todos lados con mujeres que son hipersexualizadas”, observa.
En su opinión, este es un rasgo “típico de este siglo y probablemente tenga que ver con que ellos necesitan reforzar su masculinidad”.
Si bien es uno de los temas importantes, no se trata de una novela sobre la prostitución, sino sobre el uso que hacen algunos hombres poderosos de mujeres que ejercen el trabajo sexual.
“No solo como acompañantes sexuales, sino para ponerlas en puestos políticos, para usarlas para determinados trabajos de espía o armarle a alguien una carpeta de extorsión”, destaca Claudia Piñeiro.
Al igual que a las trabajadoras sexuales, las mujeres que hacen servicios de inteligencia son descartables en este panorama y aunque la autora no lo pone en primer plano, sí le parece que “cualquier lector que lee esta novela, tendría que llevarse algo para pensar sobre este asunto”.
“También es importante poner en plano de igualdad a esta trabajadora sexual con cualquier otra persona”, añade.
Por otra parte, si bien el tema es sombrío, en La muerte ajena Claudia Piñeiro hace uso del humor como un recurso trascendente.
“En algunas novelas tengo mucho más humor y en otras hay menos posibilidad, en una novela tan trágica como ésta es más difícil, pero en cualquier caso siempre se me escapa una ironía o una cosa de humor, que es una herramienta muy interesante para reflexionar”, expresa.
Recuerda que Luigi Pirandello (Premio Nobel de Literatura,1934) diferenciaba el chiste, una cosa que te dicen y te ríes y a los minutos te olvidaste, del humorismo, que en cambio es algo “que vos te podés sonreír, reír y lo que viene a con a continuación es pensar, ¿cómo me puedo reír de esta barbaridad?”.
De modo que está bien reírse, si el lector encuentra un guiño.
En ese sentido, vale mencionar que la protagonista Verónica es una periodista amargada por la forma en que se hace el periodismo hoy: le van a exigir hablar de un crimen sobre el cual ella no tiene ninguna información, solamente porque a la gente le va a interesar hablar de ese crimen.
“Se da cuenta de que hoy en día el periodismo de alguna manera se está desvirtuando y no por culpa de los periodistas, sino probablemente por culpa de las empresas periodísticas que piden el clickbait, el ranking de más oyentes y que obliga a hacer ciertas cosas que antes no se hacían”, ahonda Claudia Piñeiro.
De la mano, los usos del periodismo y de la literatura plantean una reflexión sobre cómo escribir ciertos temas y sobre todo lo que consumimos “basado en hechos reales”, que actualmente tiene mucho público.