En el conversatorio con la periodista Paula Rosas, Fernando Benavides reconoció que el true crime se sostiene en una tensión constante entre la información y el morbo. “Yo creo que uno es la gasolina del otro. No hay una separación, se desdibuja realmente entre el morbo y la información”, afirmó.
El autor señaló que nadie consume este tipo de relatos con fines académicos, sino por la curiosidad de conocer historias perturbadoras: “Lo que sí es, me da morbo saber qué le pasó a esta persona. Y siempre ha existido. Desde la viuda negra hasta hoy en día, cuando alguien se cae en la esquina, lo primero que sentimos es curiosidad”.
Para Benavides, esa atracción no debe verse como algo negativo, sino como un reflejo de la naturaleza humana. “Hay que abrazarlo y decirle: te voy a dar una serie ahorita, no te preocupes”, comentó con ironía.
Rosas apuntó que la realidad siempre supera a la ficción, pues hay escenas que ningún autor inventaría sin que resultaran exageradas. Benavides coincidió, explicando que detalles como “un salero al lado de un charco de sangre” o “un celular parado en medio de la escena” son imposibles de fabricar, pero sí de encontrar en un caso real. Esos elementos, asegura, son los que le dan fuerza a la narrativa.
De los pasillos del reclusorio a la novela negra
El escritor relató que su infancia estuvo marcada por la cercanía con el mundo judicial, ya que su madre fue ministerio público. “Cuando yo crecí en reclusorios, básicamente nací en reclusorios, no porque mi mamá haya sido criminal, sino porque trabajaba ahí y nos llevaba con ella”, recordó entre risas.
Para él, esa experiencia se convirtió en una escuela de vida: “Nuestros primeros juegos fueron jugar al Consejo Tutorial para Menores y a la delegación. Mientras otros niños llenaban el álbum Panini, yo veía fotos de muertos”. Esa normalidad lo preparó para mirar los crímenes con distancia y entender el complejo lenguaje de abogados y policías.
Benavides también habló sobre la creación de su libro La vulnerabilidad del azar, inspirado en un caso real conocido como el Loco de Chimalhuacán. Aseguró que todos los crímenes narrados en la obra ocurrieron realmente y que lo único ficcional fue la línea temporal y algunos elementos secundarios: “Si algo eriza al lector es saber que lo que está leyendo ocurrió. Los asesinatos son reales, lo que cambia es la manera en que los uní narrativamente”.
Asimismo, destacó que no todos los crímenes pueden convertirse en literatura. Para que un caso funcione en novela o podcast debe tener violencia inicial, investigación prolongada, persecución, conclusión y documentación. Sin esos componentes, asegura, la historia se queda corta.
El reto ético del true crime
Uno de los momentos más profundos de la charla giró en torno al debate moral del true crime: ¿se da demasiada voz a los asesinos? Benavides fue tajante: “Nunca hay que darle el micrófono a un asesino. El micrófono se lo merece la víctima, la familia y los investigadores”.
Pese a esa convicción, reconoció que ha tenido experiencias complejas, como cuando entrevistó a un secuestrador para una temporada de Fausto. “Ponerte a hablar con un asesino es complicadísimo. No puedes juzgarlo, pero tampoco puedes ponerte de su lado. Tu objetivo es sacar la verdad”, explicó. Esa entrevista le provocó un bloqueo creativo, pero con el tiempo se convirtió en uno de los episodios más exitosos del podcast.
Otro de los puntos que abordó fue el contacto con las familias de las víctimas. Aunque ha recibido mensajes de ellas tras la publicación de sus historias, confesó que evita buscarlas directamente: “Si una familia ya trabajó su duelo, removerlo puede ser una invasión a su salud mental. Es un límite muy delicado”.
Finalmente, Benavides resaltó la importancia de humanizar a la policía, figura que en México suele ser vista con desconfianza: “Hay corrupción, sí, pero son más los buenos que los malos. Los policías arriesgan la vida por personas que ni conocen y rara vez reciben reconocimiento”.
El conversatorio cerró con una reflexión que sintetizó el espíritu de su obra: el crimen en México muchas veces ocurre simplemente porque puede ocurrir. Esa vulnerabilidad frente al azar es, para Benavides, lo que vuelve tan perturbadora como fascinante la narrativa del true crime.