Cultura

A 40 años del terremoto que destruyó una parte de la CDMX, el investigador de la UNAM relata el pasmo del gobierno para enfrentar la situación y la acción de la sociedad civil para asistir a los damnificados

La ausencias y rezagos causados por el sismo de 1985, no se deben olvidar: Martínez Assad

Daños. Una imagen de un edificio derrumbado por el sismo de 1985.

Las ausencias de familiares, amigos, alumnos…,  de espacios como el Hotel Regis, los 10 edificios del Multifamiliar Juárez o los rezagos pendientes como el campamento Colector 13, en Lindavista, marcan la ruta para mostrar a las nuevas generaciones que el terremoto de 1985 cambió a la sociedad mexicana, señala el sociólogo y Premio Crónica , Carlos Martínez Assad.

En entrevista, el académico de la UNAM cuenta que ese 19 de septiembre de hace 40 años, era el director del Instituto de investigaciones Sociales y ante el pasmo del gobierno, la sociedad civil tomó la iniciativa y se organizó para salvar vidas humanas levantado piedras con sus manos. “Unas horas después conoceríamos   la magnitud del siniestro al acudir a varios lugares y ver la destrucción”.

LA DESTRUCCCIÓN

Carlos Martínez Assad señala que, al ver las enormes consecuencias del terremoto de un minuto y medio en estados como Michoacán, Guerrero y, principalmente la Ciudad de México, donde las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza tuvieron los mayores efectos.

Y es en ese momento cuando las ausencias se notan: el daño en Tlatelolco y la caída brutal del edificio Nuevo León, donde casi mil personas murieron en un solo lugar.  El otro de mayor afectación fue el conjunto del Hotel y Cine Regis, en el centro de la ciudad, en la avenida Juárez, donde después se construyó la Plaza de la Solidaridad en homenaje a esa acción de la población que comenzó a tratar de rescatar a las víctimas, mientras las autoridades estaban pasmadas y sólo 24 horas después reaccionarían. “No sabían qué y se quedaron esperando órdenes”.

Por esto, añade, líderes de opinión como Carlos Monsiváis dijeron que la sociedad fue la que inicialmente corrió al encuentro de los más afectados para tratar de rescatarlos.

Sismo. Una vista del Hotel Regis, tras el sismo. (Felipe)

DESDE EL IIS DE LA UNAM

Martínez Assad cuenta que en ese entonces era director del Instituto de Investigaciones Sociales y, junto con sus integrantes, “cuando nos dimos cuenta de que la situación era más grave de lo pensado, primero nos desplazarnos a los lugares siniestrados, llevando alimentos, agua, e incluso tratando de contribuir al rescate de personas atrapadas, lo cual era difícil para personas que no tenemos ese entrenamiento”.

En la unidad Benito Juárez, en la colonia Roma, relata que coincidieron varios universitarios, codo a codo, tratando de mover piedras, tabiques, etc. “En esos trabajos estábamos, cuando supimos del derrumbe

de los talleres de costura de Avenida Tlalpan, donde quedaron atrapadas muchas mujeres. Un hecho triste detonó un movimiento en favor de las mujeres que hoy se consolida cada vez más”.

Carlos Martínez cuenta que una de las acciones relevantes, fueron esas terapias multitudinarias que se llamaron “mamut”, donde especialistas reunían a decenas de afectados para que hablaran de sus experiencias y así poder superarlas.

Otras de las acciones loables, señala, se dio en el antiguo Cine Estadio, cerca del Multifamiliar Juárez, donde las mesas de comida para los voluntarios y rescatistas eran abundantes. “Algo curioso es que la población de origen libanés de la zona ofrendaba mucha de su comida típica”.

Mientras tanto, agrega, el número de víctimas comenzaba a ser brutal y “nos dimos cuenta porque incluso alumnos míos en la universidad no volvieron nunca al salón de clases, lo cual habla de los alcances que llegó a tener”.

Y paralelamente, en la Universidad Nacional, seguramente otras instituciones también lo hicieron, “nos dimos a la tarea de tratar de entender y dar una explicación a lo ocurrido. Realizamos grupos de trabajo con grupos de hasta 300 personas que se dedicaron a hacer visitas a los campamentos de damnificados que se fueron estableciendo y conocer las necesidades que enfrentaba la población más afectada, los miles de personas que se quedaron sin casa y que vivieron durante varias semanas en campamentos improvisados en plena ciudad.

“Hablar de este paisaje es importante para que las nuevas generaciones sepan a lo que nos enfrentamos”.

Pero volviendo al trabajo de investigación, agrega, las encuestas que se generaron fueron importantes para la actuación del gobierno, que ahora sí cada vez se reaccionaba más y se daba cuenta del problema por el que estaba pasando el país y en particular la Ciudad de México. “Esos estudios los publicamos lo más pronto posible en la Revista Mexicana de Sociología.

MOVIMIENTOS URBANOS

El investigador de la UNAM señala que también se comenzó un acercamiento con los movimientos urbanos mediante los grupos que se formaron para enfrentar el desastre.

Por ejemplo, recuerda que la Coordinadora Única de Damnificados hizo una labor muy importante que provocó se establecieran programas habitacionales para reconstruir o construir viviendas. “Toda esta acción tuvo su base en esa sociedad que se movilizó. Algo que se debe acotar, es que el fondo de apoyo para las contingencias, que desapareció el sexenio pasado desapareció porque se creyó que ya no era conveniente, resultó muy importante en 1985”.

LOS RECUERDOS

Carlos Martínez Assad señala que la gran experiencia del terremoto de 1985, es que la población debe estar preparada y saber cuáles son las medidas a tomar en una situación como esta. Por fortuna, los reglamentos de construcción han cambiado para reforzarse cada vez más y las edificaciones tienen que considerar la resistencia a temblores de más de ocho grados, escala de Richter.

El país, acota, ha tenido un aprendizaje fuerte y una capacidad de resiliencia y de reconstrucción muy importante. “Hoy en muchos lados están las ausencias de lo que se destruyó, pero hubo esa fuerza para reconstruir o construir de nuevo el paisaje”.

Hablar de todo esto, indica, tiene una carga fuerte, “no solamente en términos del historiador que soy, sino también en términos de las vivencias de todo ese momento y de todo ese pasado, que no sabíamos cómo íbamos a salir de todo eso. Era un asiduo al cine Regis y a otros varios lugares emblemáticos que ya no existen más, y esa es una carga muy fuerte”

Esos lugares, explica, ya tenían una historia para muchos de mi generación que vivió el Movimiento del 68. “Eran edificios o lugares en los que nos reuníamos después de la marcha estudiantil o para ver una película, tomar café…, en fin, lugares que simplemente ya no existen.

Y por otro lado, como investigador de los monumentos de la Ciudad de México, particularmente el Paseo de la Reforma, “también he sugerido, ahora que les da por poner estatuas por todos lados, que se construya un pequeño promontorio para exhibir la cabeza original del Ángel de la Independencia, que está ahí en un recinto de la Ciudad de México y sólo los que estudiamos la ciudad lo conocemos, pero esa cabeza medio destruida, sería importante para que los paseantes vean lo que han hecho los sismos.

Y por esto, dice Carlos Martínez Assad, no debemos olvidar, debe estar presente en la memoria todas esas anécdotas como las del Hospital Juárez y el salvamento de los niños en los cuneros, de las personas rescatadas en el Multifamiliar Juárez. “Todos esos asuntos que casi podrían decir fueron milagrosos. Eso es lo que debe estar también en la memoria y creo que los adultos tenemos la obligación de transmitirlo a los más jóvenes, a los que creen que las inundaciones hoy son lo más brutal que les puede pasar a la Ciudad de México.

UNA CIUDAD DONDE SIEMPRE TIEMBLA

La Ciudad de México es un lugar donde tiembla siempre y hay que tenerlo en cuenta para saber que vivimos una zona sísmica y estar alertas. “El temblor más antiguo y registrado en la CDMX lo tenemos en 1460, en tiempos de Moctezuma, y a partir de ahí hay cientos de temblores en cada uno de los siglos por los que transitó el país.

Y, en términos de la historia, explica, hay algo que fue un referente para nuestra generación: el sismo de 1957, que se identifica más por la caída del Ángel de la Independencia. “Ese monumento, el emblemático, se vino abajo y aunque hubo muchos edificios y casas destruidas, no tuvo consecuencias tan fuertes como las que luego tendrían 1985, y bueno, y más recientemente, 2017.  Es decir, tenemos una ciudad donde los temblores son constantes, y hay que tener siempre en cuenta esto. Pero creo que lo significativo frente a esa contingencia de 1985, fue la formación de tantos grupos de la sociedad civil”.

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