
Además de revolucionar el pensamiento científico con descubrimientos fundamentales sobre el comportamiento de los chimpancés y su proximidad genética con los humanos, los aportes de Jane Goodall han cambiado la percepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestra relación con otros animales y se han colado en la cultura popular exitosamente.
“Si no nos juntamos alrededor del mundo y actuamos ahora para proteger lo que queda de la naturaleza, será demasiado tarde. Debemos entender que no sólo somos parte del mundo natural, sino que dependemos de él y de esos ecosistemas sanos que estamos destruyendo uno a uno”, reitera la etóloga y antropóloga ante un pequeño corro de medios mexicanos, previo a la conferencia “Razones para la esperanza”, impartida en la Universidad de la Libertad.
La primera persona en observar la creación y uso de herramientas, así como documentar dinámicas socio-culturales en chimpancés, también fue consultora en la primera película de Planeta de los Simios.
Al preguntarle hoy en día su opinión sobre el producto final y qué tan realista es el planteamiento, todavía se maravilla de las similitudes en el comportamiento de chimpancés y humanos.
“Creo que sólo vi la primera, pero básicamente me consultaron sobre el comportamiento de los chimpancés y he conocido a la gente de la producción, a los actores ... y es sorprendente cuánto podemos parecernos a los chimpancés”, comenta.
“Especialmente en la primera [película] de todas las que hay, en la que los científicos son puestos en jaulas, donde los chimpancés solían estar, y les hacen cosas que la gente solía hacerle a los chimpancés”, continúa.
Observa que ahí se trata el uso de animales en la experimentación, que es cada vez más controversial.
Desde su perspectiva, actualmente son prácticas completamente innecesarias, ya que gracias a la Inteligencia Artificial se pueden lograr diagnósticos y vacunas sin experimentar en animales, de manera más barata y eficiente.
“En Estados Unidos había 400 lugares de experimentación con chimpancés a cargo del Instituto Nacional de Salud, y cuando conocí al nuevo director mandó a un grupo de sus científicos a checar los experimentos y preguntar en todos estos laboratorios dos preguntas: ¿esos experimentos son beneficiosos para los seres humanos? ¿Son potencialmente beneficiosos para los seres humanos? Después de 18 meses, la respuesta a ambas fue ‘no’”, relata como ejemplo de la crueldad sin sentido que tenían esas investigaciones.
Afortunadamente, todos esos chimpancés hoy en día están en santuarios y en Estados Unidos y Europa ya no hacen experimentación con chimpancés, según informa.
“Ahora hay que trabajar para que no hagan más experimentación en otros primates, en perros y en otros animales también”.
SON NUESTROS PRIMATES
Entre los datos que nos acercan, Jane Goodall destaca que no sólo nos parecemos en comportamiento, sino que humanos y chimpancés compartimos entre 98.7% y 99% del ADN, así como otras similitudes en la estructura del cerebro, sangre, sistema inmune etc.
“Poses y gestos, besarse y abrazarse, darse la mano y darse palmaditas unos a los otros para tranquilizarse o consolarse, pedir comida con las manos, fanfarronear para marcar territorio”, enumera como actitudes parecidas.
Al igual que los humanos, tienen una infancia y juventud muy larga, “tienen mucho que aprender, al igual que nuestros niños, y aprenden observando, imitando y a través de la experiencia propia”, agrega.
Cada chimpancé tiene su propia personalidad y así como usan piedras para abrir frutas o usan palos para alcanzar cosas a la distancia, son creativos con herramientas de distintos materiales.
“Arrugan las hojas y las usan como esponjas para sumergirlas en el agua de lluvia acumulada en los huecos de los árboles, de modo que puedan succionar el agua si no pueden alcanzarla con los labios, y las hojas las usaran para limpiarse la sangre o el lodo y otras cosas por el estilo”, detalla.
Desafortunadamente, también como nosotros, los chimpancés tienen un “lado oscuro” y pueden tanto matar en modo guerra primitiva, como mostrar un lado amoroso y altruista.
“Presumiblemente, de un ancestro en común hace 6 millones de años heredamos estas características”, considera.
Gracias a Jane Goodall, hoy en día sabemos que los chimpancés tienen cultura y aunque a ella le hubiera gustado quedarse para siempre en Gombe para investigar y continuar aprendiendo, al reflexionar sobre las condiciones y esperanza de vida de esta especie, la científica se convirtió en activista.
“No fue una decisión, fue algo que cambió en mí”, explica. “Y no sabía dónde empezar”.
Una de las experiencias que la marcó fue darse cuenta que los cerros alrededor del Gombe National Park estaban pelones y sólo quedaban aquellos en zonas donde la gente no podía cultivar nada.
“¿Por qué la gente destruía su hábitat? Porque estaban luchando por sobrevivir”, ahonda, “estaban talando los árboles para ganar dinero con el carbón vegetal o la madera, o para obtener más tierra para cultivar alimentos”.
“Y entonces me di cuenta de que si no ayudamos a estas personas a encontrar formas de ganarse la vida sin destruir el medio ambiente, no podremos salvar a los chimpancés, los bosques, ni nada más”.
RAZONES Y RAÍCES
Desde que Jane Goodall empezó a trabajar en Gombe, Tanzania, en los años 60s, en el mundo se han registrado graves pérdidas de biodiversidad.
“No recuerdo las cifras exactas, pero estamos en medio de la sexta gran extinción de la vida vegetal y animal. La gente suele hablar de cambio climático y olvida que el tema está relacionado con la pérdida de biodiversidad”, comenta.
La etóloga aprovecha la oportunidad para felicitar al gobierno mexicano por prohibir los maíces modificados genéticamente y señalar que estamos destruyendo todos los tipos de ecosistemas en el mundo, a través de procesos como la agricultura, que es muy agresiva y causa gran pérdida de biodiversidad.
Respecto de lo que le da esperanza en el futuro, Jane Goodall subraya dos cosas: la juventud activa y la resiliencia de la Tierra.
“Al destruir un lugar por completo y darle oportunidad a la naturaleza, ésta resurge”, dice y resalta que los científicos desarrollan tecnología que nos ayuda a vivir en equilibrio con la naturaleza y medir nuestro impacto ecológico.
Por otra parte, durante la conferencia “Razones para la esperanza” la famosa etóloga enfatiza la conexión que tenemos con los animales y que cada uno de nosotros, todos los días, tiene impacto en el planeta, nos toca decidir de qué manera lo hacemos.
También habló del proyecto Roots and Shoots (Raíces y Brotes), que tiene presencia en 76 países en todo el mundo y pretende inspirar a los jóvenes en temas ambientales, para que cambien sus comunidades y tengan un impacto positivo en el mundo.
“Nos encantaría que los mexicanos se unieran a esta familia”, invita.