Cultura

Al morir, los individuos iban a alguno de los cuatro sitios destino conforme la forma en que se produjo su deceso, añade el arqueólogo. “Es falso que el mexicano se ría de la muerte”, agrega

Eduardo Matos: “En la antigua Mesoamérica, sus sociedades tenían un concepto dual casi homogéneo: vida y muerte”

Día de Muertos La cabeza de Soyaltepec que muestra ese concepto dual de vida y muerte. Por un lado, sólo está el hueso y por el otro con carne.

Las antiguas sociedades mesoamericanas tenían un concepto dual fundamental: vida y muerte, que a diferencia del catolicismo donde a las almas se les establecía una recompensa o castigo, al morir las esencias indígenas iban a alguno de los cuatro sitios destinados dependiendo de cómo el individuo moría, señala el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.

En vísperas de la celebración de Día de Muertos, el Premio Crónica habla sobre la muerte en las culturas originarias y resalta que ese dicho popular de que el “mexicano no le tiene miedo a la muerte” es falso, no hay ninguna referencia en el mundo prehispánico.

¿Cómo era la muerte en las sociedades prehispánicas?

En la antigua Mesoamérica había muchas etnias, cada una con su propio lenguaje y costumbres, pero también había, especialmente en el aspecto religioso, una concepción con sus variantes, pero más o menos homogénea. Estas sociedades tenían un concepto fundamental: la dualidad vida-muerte.

Esta dualidad la vemos expresada de muchas maneras. Por ejemplo, en la arquitectura del Templo Mayor de Tenochtitlán y está dividida en dos partes: por un lado vemos lo relacionado con la vida, a través del dios a Tláloc, que representa la lluvia.

Por otro lado, tenemos el santuario dedicado a Huitzilopochtli que representa el Sol, la guerra, porque era el dios de la guerra y por lo tanto relacionado con la muerte. Entonces, ahí en el Templo Mayor, vemos esa dualidad.

Otro ejemplo fue hallado en Tlatilco, sitio prehispánico del preclásico en el hoy Naucalpan, Estado de México. En un entierro con cientos de esqueletos, se encontró una máscara pequeña de barro en el ajuar mortuorio de uno de éstos. ¿Qué representa?: es un rostro dividido a la mitad y en una parte tiene carne y la otra está el hueso.

Y lo interesante, es que este tipo de objeto se repite en el año 800 de nuestra era. Vemos el mismo concepto y la misma forma, hecho en barro, entre los zapotecos de Oaxaca. Es la cabeza de Soyaltepec.

La pieza muestra los mismos elementos: la vida y muerte en el rostro. Este tema también está en la poesía y se ve en las traducciones hechas de los cantos nahuas. Hay uno que dice: “¿a dónde iré, a dónde iré, al camino del Dios dual? Esto muestra que son múltiples las expresiones de esa dualidad y lo que explica que haya tanta representación también del Señor del Inframundo y de Tláloc.

Día de Muertos. El arqueólogo y Premio Crónica, Eduardo Matos Moctezuma.

DIFERENCIA CON OCCIDENTE

Eduardo Matos explica que en este tema hay algo muy importante: la diferencia con Occidente. “Cuando llegan los frailes evangelizadores tratan de imponer el catolicismo mediante la evangelización. Y ¡claro!, dentro de las ideas que tratan de transmitir a los conquistados, es la relacionada con la muerte”.

Para los conquistadores, añade el Premio Princesa de Asturias, era importante porque representaba un concepto moral: si te portas bien, vas a gozar. Si te portas mal, vas a ir irremediablemente al infierno”.

Esto, indica Matos Moctezuma, se traduce así: si mueres en pecado mortal o mueres en la gracia tendrás castigo o recompensa. “Lo que era diferente al concepto que había en Mesoamérica, donde se determinaba el lugar donde irían las esencias, nunca hablo aquí de alma, eso es católico”.

LAS ESENCIAS

El autor de “Vida y muerte en el Templo Mayor” señala que el lugar donde irían las esencias de los individuos, se determinaba por la manera en que morían y ¿cuáles eran estos lugares?, pues eran cuatro.

Relata matos que uno de los sitios era la Casa del Sol. “Es decir, acompañar al Sol desde que sale por el Oriente hasta el mediodía. ¿Pero a quiénes iban ahí?, los que morían en guerra, los guerreros muertos en combate o capturados y sacrificados”.

Al llegar al mediodía, cambia un poco, añade y es cuando el Sol empezaba a declinar hacia el Poniente. “Entonces, quienes lo acompañaban, eran las mujeres muertas en su primer parto.

¿Por qué razón? Se consideraba que el hecho de dar a luz era como una batalla. Si la mujer moría en ese trance, había muerto en guerra. Por tanto, se le consideraba igualmente mujer valiente, Cihuateteo, mujer dios, y acompañaba al Sol hasta que se ponía en Occidente. Ahí vemos otra vez dualidad: en un lado, el rumbo masculino, y del otro, el rumbo femenino”.

Respecto al segundo sitio, matos Moctezuma explica que era el Tlalocan, un lugar de constante verano, siempre en verdor. ¿Quiénes iban allí? Pues allí iban aquellos que morían relacionados con el agua. Por ejemplo, ahogados, hidrópicos y otras enfermedades que consideraban húmedas”.

En cuanto al tercer lugar, explica, era el Mictlán y se destinaba a todos aquellos que no morían en relación a la guerra ni en relación al agua. Los destinados debían, primero, ser devorados por la tierra, por Tlaltecuhtli y luego pasar varios niveles hasta llegar al más profundo, el noveno, que era el Mictlán.

En este punto, añade, está una figura muy interesante, la del perro, que tiene que ayudar a estas esencias a atravesar el río, el Chiconahuapan, con el fin de llegar ante la presencia de Mictlantecuhtli y su mujer Mictecacíhuatl, a quienes siempre se les representa descarnados.

Matos Moctezuma cuenta que ahí va a llegar Quetzalcóatl. “Baja al inframundo, acompañado de un perrito, Xolótl, que es a la vez un dios. Quetzalcóatl va a robar los huesos de los antepasados allí depositados, pero en el camino se tropieza, se cae, muere, vuelve a renacer -atributo solo de los dioses-, hasta que llega con la diosa Quilaztli. Mezcla los huesos, hace penitencia, pica su miembro viril y la sangre que emana la une a esos huesos y nace el género humano, los producidos por la penitencia del dios. Otra vez la dualidad vida y muerte”.

MAYAS

El arqueólogo dice que aquí viene algo interesante: en el Popol Vuh, libro de los mayas, se lee también cómo dos gemelos van bajando hasta llegar al Xibalbá -inframundo-, pero antes de eso los dioses se reunieron para crear igualmente al género humano. Hacen varios intentos y finalmente crean al hombre del maíz. También en el centro de México hay esta leyenda con Quetzalcóatl de cómo los dioses crean al hombre y finalmente lo hacen a través de darle maíz como comida.

Un cuarto lugar, agrega, es el destinado para los niños. Es un árbol nodriza cuyas hojas dan leche. Se ve a los niños mamando, nutriéndose con esa leche en espera a que los dioses decían dónde irán para un nuevo nacimiento.

SINCRETISMO

Tras la Conquista, que también fue espiritual, explica Matos Moctezuma, vino un secretismo entre los pensamientos mesoamericano y español y se fueron perdiendo las costumbres mesoamericanas y tomaron mayor presencia los conceptos cristianos.

“Hay una investigación muy interesante del antropólogo Jesús Ángel  Ochoa Zazueta sobre el pueblo de Mixquic, en la alcaldía Tláhuac, con la que detectó que hay un respeto enorme a los perros, porque te ayudan a ir al más allá. Esto es algo que menciono en mi libro de Muerte a filo de obsidiana”.

Otra referencia viene del pueblo náhuatl Atla, en el estado de Puebla, y establece la idea de los nueve pasos, sólo que ya mezclados con presencias católicas. Los caminantes van hasta llegar ante la Virgen María, en lugar de Mictlantecuhtli”, resalta.

Recuerda el arqueólogo que en muchas partes de Mesoamérica, a los muertos se les acompañaba con un ajuar mortuorio. “Eran ollas que seguramente contenían agua o algún tipo de bebida y una serie de objetos para su arduo viaje”.

Actualmente, agrega, eso se perdió y lo que predomina es que te meten en un cajón y adiós. “Ya no te acompañan vasijas con agua, alimentos y demás”.

EL MEXICANO NO SE RÍE DE LA MUERTE

En este tema, añade Matos Moctezuma, se maneja un concepto que no corresponde a la realidad. ¿Cuál es ese concepto?: el mexicano se ríe de la muerte. Ahora sí, que la muerte casi le hace los mandados, etc.

“Eso es falso. Es una bonita metáfora que usó Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”, pero falsa. Te cuento algo. Siempre que doy esta charla de la muerte, no falta al final quien pide la palabra para preguntar: “profesor, ¿por qué los mexicanos nos reímos de la muerte? Y mi respuesta invariablemente es:  ¿usted es mexicano? Sí, claro.

¡Ah”, muy bien. ¿Y cuando se le muere su madre, o su padre, o un hijo, un amigo, un hermano, usted se está riendo?  Y reacciona: no, pues no.

Explica que ni en la cultura española que llega a partir del siglo XVI, ni en la prehispánica hay algún rasgo de ese aspecto, de la risa, de la burla, etc, a la muerte.

Muchos, dice, manejan que ahí está Posada, pero el grabador tomó a la calaca como medio de crítica social. Y entonces, ya posteriormente, pinta lo de la Catrina, con la Diego Rivera se inspira para pintarla en su cuadro de la “Un domingo en la Alameda”.

Ahora, finaliza, todo eso se lleva a otro concepto, como el reciente desfile de catrinas. Pero nada de esto proviene del mundo indígen

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