
Irene Herner conoció de cerca a David Alfaro Siqueiros como artista, pero también como ser humano, cada que él acudía a la galería de sus padres. Fue así como desde hace más de tres décadas la historiadora del arte le ha dedicado múltiples investigaciones, para revelar otras facetas del creador —igual de importantes que la del muralista—, que están presentes en el libro Siqueiros documentado. Testimonios de un proceso creativo (INBAL, 2025).
El volumen se presentó en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, bajo la coordinación del colegiado Vicente Quirarte, como un homenaje al artista en el cincuentenario de su muerte. El libro contribuye a redescubrir una parte de la obra de Siqueiros, teniendo como eje una frase que Siqueiros le dijo al periodista Julio Scherer: “para mí no hay belleza que pueda compararse a la acción, ni la del arte, por el que he dado la vida”.
“Este libro se concentra en la segunda oración de este dicho, pues, al fin y al cabo, la memoria de la vida es la dedicación. Siqueiros se dedicó a pintar y a pensar el concepto de arte público como una manera de participar en la reconstrucción de México, después de la Revolución mexicana de 1910, en la que fue soldado: Siqueiros, desde siempre tuvo que ver con el arte, la teatralidad y la danza”, destacó la historiadora de arte durante la presentación de la obra.
Desde hace algo más de 30 años, Irene Herner se ha dedicado a la investigación sobre el artista, a recuperar la historia de su dedicación al arte, especialmente en los tiempos de adversidad, de exilio y de encierro, donde Siqueiros se ayudaban a mantener su vida cotidiana, dentro y fuera de la cárcel, a través de la pintura.
Así, en las últimas tres décadas, Irene Herner ha documentado más de 200 pinturas, ha catalogado alrededor de 850 obras e hizo una selección de 57 piezas, “todas ellas sobresalientes. Quedan muchas otras más para la próxima publicación: un catálogo analítico de su obra que estamos haciendo y que, probablemente, tendremos para finales del año entrante”.
Mónica Ruiz, exalumna y colega de Hernes, se sumó a este proyecto desde hace 15 años: entre ambas se dieron a la tarea de releer los diferentes ensayos documentales y editarlos para que tuvieran la forma y la continuidad de este libro.
“A Siqueiros, el arte lo miró desde las iglesias católicas, desde las maravillas barrocas como Tonanzintla, pasando por los cristos torturados y sangrantes de sus altares, por las arquitecturas coloniales y lo diverso de sus vírgenes, santos, ángeles y garigoleos cósmicos. En particular, lo atrajo la virgen de Guadalupe, que era en lo único que creía su abuelo paterno, apodado Siete filos, que se lo llevó a vivir por largas temporadas a Irapuato”.
David Alfaro Siqueiros estudió a fondo las obras de los grandes maestros de la tradición artística de occidente y compartió varios movimientos del modernismo, especialmente a Cézanne, al cubismo, al futurismo y a la pintura metafísica. En un llamado a los jóvenes artistas del continente americano, el joven Siqueiros propuso producir una obra mestiza, no sólo mestiza como sustantivo, “sino entendida como verbo, como acción, como la acción de yuxtaponer, formas y colores con la diversidad de experiencias adquiridas dentro y fuera del territorio mexicano”.
“Apropiación y no copia; formas realistas y no ilustraciones. Su capacidad de mestizar lució en las obras que produjo en Los Ángeles, Argentina y Nueva York, entre 1932 y 1937, donde yuxtapuso las posibilidades de la pintura con las de los nuevos medios de comunicación masiva: para él un arte público debía encontrar la forma de comunicarse masivamente y, para ello, el artista introduce a su pintura herramientas y materiales de la industria de la construcción, y la fabricación de autos, especialmente la piroxilina; pero sobresale el hecho de que Siqueiros introdujo al lenguaje de la pintura, el de la fotografía, el cine y la animación”.
En ese sentido, para el artista, sus caballetes debían considerarse murales móviles o estudios para murales; los cuadros de caballete tenían el destino inevitable de formar parte de muros privados y confesó sentir “lástima por aquel final ¿en qué van a vivir mis pobres pinturas transportables?”. Sin embargo, el artista consideraba que cada una de sus pinturas era una matriz fotogénica; es decir, que estaba hecha para ser reproducida mecánicamente, de tal modo que reunir una selección de sus pinturas en este libro les devuelve su ser públicas y su poética social.
“Siqueiros halló el corazón, el esqueleto, lo mitológico que hace vibrar las formas con las que inventa universos y utopías. Pensó que sus producciones monumentales tendrían tal efecto en los espectadores, que transformarían su manera de ver y de pensar, y, por tanto, cambiarían su vida. El arte cambiaría su vida, la vida social, las relaciones humanas”, reconoció Irene Herner.
Siqueiros, “un pintor de gran oficio”
“Siqueiros documentado es un libro testimonio, un libro constancia, un libro reconocimiento a dos vidas de entrega y dedicación en el terreno del arte mexicano. Un libro que entreteje dos largos caminos de quehaceres comprometidos y apasionados: por un lado, la trayectoria creativa innovadora y experimental de más de 60 años de Siqueiros y, por el otro, la labor académica, de investigación en torno al arte público de más de 30 décadas, y contando, de mi maestra Irene Herner”, aseguró Mónica Ruiz, quien los últimos 15 años ha colaborado con la historiadora.
Durante ese tiempo se ha generado una investigación de largo aliento, de un quehacer afanoso, metódico y riguroso, pero también impregnado de creatividad, imaginación e ingenio, para estudiar y dar a ver a Siqueiros de manera integral, pero también integradora, con lo que se han apropiado de su particular metodología poliangular para plantear distintos puntos de vista, “que hagan al artista desplegarse en movimiento secuenciado ante nuestros pasos”.
La también académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM señaló que ver a Siqueiros se puede ver desde el ángulo de un pintor de gran oficio, desde el ángulo de un teórico del arte, de un revolucionario de la técnica, de un gran experimentador, un comunicador de masas, un creador internacional, un soldado, un militante acérrimo, un luchador social, un artista ciudadano, un comunista polémico, un escritor prolífico, un narrador dramático y un archivista compulsivo. “Todo ello sin dejar de reconocer también sus puntos ciegos, sus sesgos y verticalidades”.
De esta manera se ha logrado conformar un gran entramado que reconstruye la complejidad del pensamiento de Siqueiros, y redimensiona su fecunda exploración creativa, siendo uno de sus frutos la catalogación de más de 850 obras auténticas del artista, “más otro centenar de falsificaciones”. Otro más es la realización de la serie documental ¿Quién era David Alfaro Siqueiros?, donde además de desentrañar su vida obra y el espíritu de la época, se reflexiona acerca de sus propuestas técnicas y conceptuales en relación con los lenguajes de los medios de comunicación.
“El volumen nos ofrece un giro de tuerca al llevarnos de viaje a la intimidad de 57 caballetes del maestro, explicados e interpretados a través de la mirada experta y sensible de Irene; pero no solo ello, nos muestra cómo la documentación se convierte en una acción de traducir, entretejer y esclarecer, porque documentar la extensa producción de un obsesivo de la plástica como lo fue Siqueiros nos ha exigido un conocimiento especializado para reconocer su técnica, su estilo, su temática y su paleta; un espíritu detectivesco para hurgar en los archivos en busca de textos, pistas y evidencias de autenticidad; una habilidad periodística para escrutar fuentes fidedignas y distintas proveniencias, como entrevistas y registros en el mercado del arte”, enfatizó Mónica Ruiz.
Para la historiadora de arte y crítica María Elena González, Siqueiros documentado es más que un libro, “es un laboratorio visual donde confluyen arte, técnica y pensamiento: la mirada de Herner y de Ruiz, el acompañamiento reflexivo entre ambas colaboradoras en este maravilloso equipo, nos invitan a mirar de verdad a uno de los artistas más complejos y apasionados del siglo XX”.
Y es que para apreciar el corpus siqueiriano, debemos ir más allá del contexto social y revolucionario con el que se explica el muralismo o la Escuela Mexicana de Pintura. La obra no ocurre en la cabeza, sino en la relación viva entre el cuerpo y el entorno, abundó: Siqueiros quería que “sintiéramos el movimiento y, en efecto, nuestros ojos se mueven dentro de sus cuadros, siguiendo las trayectorias de sus pinceladas y la energía de sus composiciones”.
“Siqueiros aparece antes que nada como un experimentado radical, como un artista fascinado por el cine, la fotografía y la posibilidad de animar la pintura. De ahí su uso de la piroxilina, pintura automotriz que le permitía lograr efectos brillantes y resistentes, y sus ensayos con aerógrafos, pistolas de aire y barnices que anticipan técnicas contemporáneas; todo ello formaba parte de lo que él llamaba una estética del proletariado, alejada del arte académico y abierta a la modernidad industrial”.
El investigador Luis Rius aseveró que el libro se distingue por sus aportaciones, tanto a nivel de contenido como de metodología, arquitectura del libro y escritura: una lectura que no deja de lado el placer y el asombro, en la que ocurren muchas cosas, “se reconocen estudios y fragmentos de murales recuperados a través de imágenes, se van encontrando obras que quién sabe de dónde salieron. Se van documentando obras que ya conocemos, pero que no teníamos idea de la importancia que tienen y surgen piezas apenas vistas o desconocidas, como el Autorretrato con espejo”.
Encontramos en su justa medida al “pintor de pintores”, al artista político y revolucionario, que va mucho más allá del activista, al que nos tiene limitados su historiografía heredada: “es combativo y sí, en efecto, fue soldado con un valor extraordinario, una ideología a prueba de todo; pero, ante todo, es el pintor de pintores, algo que debe quedar claro”.
En Siqueiros documentado nos enfrentamos a uno de los artistas más experimentales y propositivos del siglo XX en el mundo, que entendió la revolución, tanto en el duro suelo de la historia de la realidad como en la praxis ideológica y en la actualización constante de los conceptos y posibilidades plásticas de la pintura, “estamos ante el ideólogo que plasma, por ejemplo, una un inconmensurable repertorio del proletariado campesino y urbano mexicano”, resaltó el curador de arte.