El Seminario de Cultura Mexicana (SCM) inauguró la magna exposición Abel Quezada Rueda. Luz de Sombra, que marca un momento cúspide en la trayectoria del artista mexicano. La muestra, abierta al público desde el 22 de noviembre, integra casi cinco décadas de dedicación al rigor abstracto en 19 obras.
Con su poética de la línea y el color, Quezada Rueda ofrece una profunda meditación sobre los límites y las texturas del pensamiento pictórico, tal como lo enfoca el curador de su muestra, Carlos E. Palacios.
El artista acepta la entrevista exclusiva con Crónica para compartir las intenciones esenciales detrás de la curaduría de la obra.
El mensaje que desea transmitir al público que se acerque a esta vasta colección es una invitación a la quietud y al sosiego en un mundo saturado de inmediatez; busca, sobre todo, “provocar momentos de paz en la obra”.
El pintor afirmó que su intención es, prioritariamente, no comunicar otra cosa que “tranquilidad y paz” a quienes la observen.
Esta búsqueda se erige como una resistencia silenciosa ante el ruido y la velocidad que subyugan la vida contemporánea de las personas hoy día, que parecen vivir con urgencia y sin importancia.
La exposición lleva al espectador a una pausa reflexiva donde cada uno pueda formar su “propia opinión” e idea sobre el significado de los cuadros.

Felicidad, Acto Creativo y Legado
Un pilar central en la vida y obra del artista es la íntima conexión entre el proceso creativo y la plenitud de la vida.
Quezada Rueda reafirmó que la pintura es “lo más cercano que existe a la felicidad”, emulando una frase expresada por su padre; describe este acto creativo como una experiencia que combina lo físico y lo mental en un proceso “muy fascinante”.
Explicó que el rigor en la abstracción de su oba “no surge de una consigna filosófica, sino de una profunda necesidad intuitiva que sale naturalmente”, por la satisfacción personal de brindarse a quien se interese en su trabajo.
El artista señaló al reportero que no tiene ninguna pretensión con su labor, y hace de ella una fuente de gozo continuo y perdurable.
Aceptó que el legado de la felicidad en el arte proviene también de una herencia familiar luminosa y fundamental.
La relación con su padre, el ilustre caricaturista Abel Quezada, fue de una importancia profunda a lo largo de su vida, creció en un entorno de aprecio al arte, con grandes recuerdos de visitas a museos en Europa y Nueva York.
El artista consideró que crecer con una figura tan importante y reconocida, si bien es un “arma de dos filos”, en su caso fue y es un “filo positivo”.
Convive de manera armónica con la obra paterna, la cual admira y promueve constantemente; su búsqueda de voz propia se nutrió, en cambio, del gozo compartido y del diálogo artístico intergeneracional.
LA GÉNESIS DE “LUZ DE SOMBRA”, EL DIÁLOGO PLÁSTICO
Reveló que la génesis de Luz de Sombra surgió una plática con el Dr. Arnoldo Craus, miembro del Seminario de Cultura Mexicana, y con Felipe Leal.
El curador Carlos Palacios tuvo la labor de seleccionar obras que abarcan un periodo que se extiende desde 1978 hasta este 2025, explicó.
En la revisión de estos archivos, el artista encontró tres dibujos pequeños de 1978 que guardaban una sorprendente relación con su obra más reciente.
De esta revelación surgió la idea de mostrar la continuidad y evolución de sus elementos plásticos fundamentales a lo largo de cinco décadas.
Aunque la exposición incluye piezas de diferentes épocas, el grueso de las telas de gran formato que son exhibidas son de reciente creación, de este mismo año; el enfoque del curador, explicó, logró articular el juego sutil entre planos, líneas y color, que él mismo describe como la luz emergiendo en la sombra.
EL RIGOR DE LA LÍNEA Y LA FORJACIÓN TIPOGRÁFICA
La base formativa del Maestro Quezada Rueda está anclada con firmeza en el diseño y la edición, lo cual define el rigor de su lenguaje abstracto.
Aclaró que su formación es “tipográfica” desde que estudió en Inglaterra, una disciplina que terminó en 1976; trabajó como diseñador análogo y fue director artístico de la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz.
“Esta experiencia en Vuelta fue una formación fantástica no solo en lo gráfico, sino por la oportunidad de conocer y trabajar con grandes figuras de las letras mexicanas”, expresó con emoció en su voz.
Añadió que esta base tipográfica es la fuente de la que basa su trabajo, más que una formación académica pictórica tradicional; la decisión para dedicarse por completo a la pintura abstracta fue consolidada alrededor de 1981, y dejó atrás el diseño editorial.
DUALIDAD GEOGRÁFICA, PARÉNTESIS DIPLOMÁTICO
La vida y obra de Abel Quezada Rueda están nutridas por el contraste entre dos polos geográficos, que le ofrecen una rica sinergia cultural y ambiental.
El artista reveló que divide su tiempo entre Cuernavaca, Morelos, y Madrid, España, lo que genera contrastes muy grandes en su sensibilidad plástica; la residencia en Madrid le permite estar “expuesto a una obra fantástica en museos como El Prado”.
Maniestó que esta cercanía ha inspirado aproximaciones “muy personales a obras icónicas de la historia del arte, vistas como análisis estructurales a través de una rejilla”.
Un ejemplo es una pieza en la muestra basada en El Descendimiento de Roger Van der Weyden, y otra en los frescos de Piero della Francesca.
Estas obras históricas funcionan como una “fuente de inspiración” constante que enriquece su propio proceso de abstracción, detalló el artista mexicano.
En un paréntesis singular en su carrera, el Maestro Quezada Rueda recordó su desempeño como Consejero para Asuntos Culturales en la Embajada de México en Ottawa, de 2002 a 2003.
Se dedicó tan en serio a su responsabilidad diplomática de ser un puente cultural entre México y Canadá, que dejó de pintar por completo durante dos años; una experiencia que le llevó dejar el lienzo y substituirlo por la corbata y el traje, aunque fue una pausa, se tradujo después en inspiración, incluyendo cuadros inspirados en los paisajes canadienses.
“Me dediqué realmente muy en serio a ese trabajo, es más a mi mi esposa y mis hijas que estaban muy pequeñas, les daba mucha risa que saliera yo todos los días de traje y corbata a la embajada; fue un paréntesis de 2 años que estuve allá, donde realmente me dediqué nada más a estas cuestiones culturales que me interesaron muchísimo, ser puente entre entre la cultura mexicana y la canadiense”, recordó.
De la Juventud, el Apoyo Institucional, y los Padres
El artista mexicano observa una “actividad artística muy fuerte y muy vigorosa" en los jóvenes de México.
Sin embargo, lamenta que “institucionalmente no ha habido el apoyo estructurado que estas nuevas generaciones merecen”.
A pesar de la falta de apoyo, considera admirable que los jóvenes sigan creando, pero señala esta falta apoyo estructurado en publicaciones y exposiciones, comparado con otras latitudes como España.
“A los jóvenes que inician les recomiendo olvidarse de la necesidad de tener éxito, pues es un medio sumamente competitivo y eso no se puede controlar; deben concentrarse en producir por la satisfacción personal y no por la búsqueda de la fama, buscando otras formas de subsistencia”, expresó.
A los padres de familia que se preocupan por la viabilidad de una carrera artística de sus hijos, les recordó que el miedo a que no haya trabajo “no es un problema nuevo, ha sido siempre”, para que en cambio les motiven y apoyen a desarrollar las aptitudes artísticas en los hijos.
En cuanto a su vida familiar actual, la considera “muy importante” y dedica mucho tiempo a ella, parte de su familia reside en Madrid y su yerno es director de un museo en Europa.
Esta conexión familiar es fundamental para su estabilidad personal, más allá de cualquier pretensión o motivación que tenga su trabajo.
En un momento donde su obra está expuesta en cuatro exhibiciones simultáneas, el Maestro Quezada reiteró la vocación de su arte.
La abstracción se ofrece como un refugio en el caos, un lugar de encuentro donde la luz surge de la sombra y la felicidad se cultiva en el rigor intuitivo.
La exposición Luz de Sombra es, finalmente, una invitación a encontrar en el lienzo ese necesario espacio de tranquilidad y paz que el gran artista mexicano cultiva desde hace cinco décadas.