Cultura

La autora de Esta herida llena de peces habla sobre su identidad, su formación literaria, su estilo y el proceso emocional detrás de una de las novelas más conmovedoras de los últimos años

Lorena Salazar y la escritura como territorio que respira, recuerda y duele

La escritora colombiana Lorena Salazar, quien llega a México de la mano de la editorial Concreto y la distribuidora Nadie distribuye, reflexionó sobre su trayectoria personal y creativa en una conversación donde profundizó en su identidad, su estilo narrativo y el origen emocional de Esta herida llena de peces, novela que la consolidó como una de las voces más sensibles de la literatura latinoamericana actual.

Esta herida llena de peces | Lorena Salazar (Cortesía | Concreto Editorial)

Salazar, residente en Medellín, recuerda que su camino hacia la escritura no fue lineal. “Nunca tuve el sueño de ser escritora”, admite. Estudió publicidad y trabajó durante ocho años en agencias, hasta que su acercamiento a talleres literarios y, más tarde, una maestría en la Escuela de Escritores de Madrid la llevaron a descubrir un universo creativo que cambió por completo su rumbo profesional. Esa transición —dice— sigue en curso: “La creatividad es el centro de mi vida. Implica pensar, cuestionar, estudiar”.

Una voz construida desde la metáfora, el paisaje y la intimidad

La autora reconoce que su estilo —al que muchos lectores describen como envolvente y profundamente sensorial— empezó a tomar forma durante su formación en Madrid. Allí comprendió que su manera de mirar el mundo estaba marcada por su lugar de origen: los detalles cotidianos, la cercanía comunitaria, la narración oral y una sensibilidad influida por la ternura de su padre y la practicidad de su madre.

Mis compañeros me ayudaron a entender que había una mirada metafórica muy presente”, explica. Esa mirada, asegura, sigue en construcción y se afina gracias a lo que los lectores le devuelven: “Es un oficio solitario, y los comentarios de quienes leen se vuelven un espejo”.

Escribir el dolor: el origen del final de Esta herida llena de peces

Sobre su novela, Salazar revela que el final —uno de los más impactantes de la literatura reciente— surgió cuando apenas llevaba un 15% del manuscrito. Desde el inicio tenía claro que quería explorar otras formas de familia más allá del modelo tradicional, inspirado en lo que vio en su entorno.

Sin embargo, la carga emocional del desenlace fue devastadora. “Dejé de ser escritora y me convertí en ciudadana triste y con rabia”, confiesa. Escribir y reescribir esas páginas fue un proceso doloroso, permeado por recuerdos colectivos, testimonios de desplazamientos y la memoria de episodios violentos que marcaron generaciones en Colombia.

El ritmo vertiginoso: una decisión que nace de la realidad

La autora reconoce que el cambio de ritmo en los capítulos finales —abrupto, acelerado, casi sin respiro— responde a su intención de reflejar cómo se vive la violencia en los territorios:

Sabemos que en cualquier momento toca correr”, dice. Esa inestabilidad, ese miedo que se acumula hasta estallar, fue decisivo para construir un final que ahoga al lector, igual que la realidad ahogó a cientos de familias en su región. “Quería que ese impacto se sintiera en el cuerpo. Que no hubiera espacio para respirar”.

Documentación desde la memoria

El proceso de investigación fue orgánico, más ligado a la vida que a la academia. Los recuerdos familiares, la pertenencia regional, historias de viajes por el río Atrato y testimonios de personas desplazadas se tejieron de manera natural en la novela. “No sabía que me estaba documentando; era mi vida, lo que siempre había estado allí”, explica.

¿Adaptación audiovisual? Un sí, pero con cuidado

Salazar asegura que le gustaría ver Esta herida llena de peces en cine o televisión, aunque reconoce que sería un reto enorme, especialmente por la dureza del final.

Desea que cualquier adaptación sea rigurosa, sensible y respetuosa, especialmente en la representación de la población afro y en el tratamiento de los personajes. “El final quizá tendría que trabajarse de otra manera, y sería un reto muy interesante”.

La escritura como espejo emocional y colectivo

Salazar recuerda que el final de Esta herida llena de peces, tan estremecedor como difícil de olvidar, apareció muy temprano en su proceso. Lo escribió y reescribió hasta el agotamiento: “Dejé de ser escritora y me convertí en ciudadana triste y con rabia”. Gran parte del impacto del libro proviene de cómo quiso reflejar la violencia abrupta que atraviesa a quienes habitan los territorios más vulnerables: un ritmo narrativo final que corre, huye y no deja respirar.

Esa sensibilidad hacia lo colectivo también guía su idea de familia, que en sus novelas se construye desde modelos no tradicionales, inspirados en las dinámicas que observó creciendo en Medellín y viviendo en Quito.

La maternidad: menos tiempo, más preguntas

Uno de los momentos más íntimos de la conversación surgió cuando habló de cómo la maternidad transformó su proceso creativo. Aunque Esta herida llena de peces y Mal de Niña se escribieron antes de ser madre. Lo que cambió después fue su relación con la escritura.

Ahora tengo menos tiempo y más cansancio”, admite con honestidad, “pero también una sensibilidad distinta: pienso en mi maternidad y en la de todas las otras mujeres que están criando en condiciones mejores o peores”. Ser madre la enfrentó a una conciencia más aguda de las desigualdades, del cansancio estructural y de la poca ayuda que reciben las mujeres.

También la llevó a preguntarse cómo escribir sobre ello. Intentó narrar su propia experiencia, pero descubrió que aún no lograba tomar distancia: “No he sido capaz de escribir autoficción. Hay mucho de mí en lo que hago, pero siempre velado, lleno de capas”. Por ahora, decidió esperar. En algún momento, dice, encontrará la forma.

Mal de Niña: una historia nacida en los territorios olvidados

La autora cuenta que Mal de Niña apareció casi al mismo tiempo que Esta herida llena de peces y que ambas novelas comparten un origen común: el interés por los lugares ignorados, los pueblos de paso, las zonas que parecen abandonadas, pero que para quienes viven ahí lo significan todo.

Mal de niña (Concreto editorial)

Mientras vivía en Quito, pensaba en esos territorios que no figuran en los mapas de interés nacional y fantaseaba con “irse a vivir en una historia”, habitar imaginariamente esos espacios para entender cómo se sienten los ritmos del abandono.

A partir de ese territorio surgieron el hotel, los personajes y una atmósfera en la que todos, de una u otra manera, son también seres abandonados. “Ambas novelas parten del lugar”, dice. “La nueva, en cambio, nace de una persona”.

La nueva novela: menos geografía, más interioridad

Salazar ya trabaja en un nuevo proyecto: otra novela, pero ahora construida desde el proceso interno de un personaje. La naturaleza sigue estando presente, pero esta vez no determina la historia como antes. “Ya no es el lugar lo principal, sino las preguntas y cuestionamientos de esta persona”, adelanta.

Ser leída en Latinoamérica: un regalo y un espejo

Cuando se le pregunta qué siente al ser leída en países tan diversos como México, Argentina y Colombia, su respuesta es inmediata: “Es un regalo”. Para Salazar, compartir lecturas en la región demuestra lo cerca que están los países latinoamericanos en su tragedia, en su cultura y en su geografía emocional.

El lenguaje, dice, cambia de país a país, pero la experiencia humana permite que sus historias se entiendan como parte de un mismo territorio amplio. “Ojalá mis libros lleguen a más países; sería un sueño cumplido”.

La agenda de la autora

Durante su participación en la FIL, Salazar tendrá varios eventos:

El domingo 30 ofrecerá la charla Malas Madres a las 19:00 horas; el lunes 1 de diciembre, participará en el encuentro Latinoamérica Viva a las 18:00 horas; y el martes 2, realizará una visita a escuelas dentro de la actividad Ecos de la FIL, uno de los momentos que más la entusiasman por el diálogo con jóvenes lectores.

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