
La guerra de Gaza ha dejado una profunda huella en el ámbito cultural de Israel que ha afectado a la vida cotidiana de los artistas, a lo que se añade el aislamiento producido por la campaña de boicot internacional que repercute sobre escritores, músicos o bailarines.
“Los últimos dos años han sido catastróficos”, sentencia a EFE Deborah Harris, agente literaria y propietaria de la agencia homónima radicada en Jerusalén que representa a alrededor de 200 editoriales extranjeras para vender sus derechos de traducción al hebreo, así como a unos 100 escritores, mayormente israelíes pero también palestinos, cuyas obras distribuye internacionalmente.
“Hay muchos autores internacionales que se niegan a que sus obras se traduzcan al hebreo”, se lamenta Harris. Además, añade, “muchísimas editoriales rechazan publicar a escritores israelíes e incluso judíos”.
Un boicot que castiga más a las voces críticas
En octubre de 2024, 7.000 autores y trabajadores del sector editorial de todo el mundo firmaron una carta abierta declarando el boicot a editoriales, agencias e imprentas israelíes por la ofensiva israelí en Gaza, que ha causado casi 70.000 muertos en el territorio palestino.
Entre los firmantes se encuentran la ganadora del Nobel de Literatura de 2022, Annie Ernaux, y nombres tan populares como los novelistas Jhumpa Lahiri, Sally Rooney y Jonathan Lethem.
El problema, sostiene Harris, es que el boicot repercute principalmente sobre los autores israelíes, en su mayoría izquierdistas declarados, como el conocido pacifista David Grossman, una de las figuras públicas israelíes que más ha denunciado el genocidio en Gaza en el país, cuyos derechos representa.
“Lo frustrante es que mis otros clientes son igual de izquierdistas, igual de pro-paz y de acuerdo con (el establecimiento de) un Estado palestino”, defiende la agente literaria.
En Israel, explica, los creadores que se muestran críticos con el Gobierno pierden la financiación del Estado, por lo que la desaparición del apoyo internacional supone aislarlos y empoderar a las voces más alineadas con la política belicista de Benjamín Netanyahu.
El ministerio de Cultura, por ejemplo, anunció este septiembre el cese de la financiación a los premios Ophir de cine, conocidos como ‘los Óscar israelíes’, después de que premiaran como Mejor Película un filme de un director israelí sobre un niño palestino.
Según Harris, la censura internacional impide además que los lectores israelíes con posiciones cercanas al Gobierno actual puedan acceder a autores extranjeros que les den una visión diferente del conflicto.
“Si los escritores españoles, por ejemplo, no publican sus obras en Israel, están negando a los lectores la oportunidad de aprender y de conectar con otras culturas y puntos de vista”, subraya la agente.
A la censura se suman bloqueos creativos
“Tras el 7 de octubre todo se detuvo. Los artistas, tanto israelíes como palestinos, tardaron meses en volver a crear”, explica a EFE Ruth Cummings, directora y fundadora de Jerusalem Culture Unlimited, organización independiente de mecenazgo a artistas jóvenes, iniciativas y grupos artísticos en Jerusalén, tanto en el sector judío del oeste como en el palestino del este ocupado.
El estrés, el miedo y el duelo afectaron también a los autores, ratifica Deborah Harris, que afirma que muchos enfrentan un bloqueo creativo que solo hoy, dos años después, comienza a disiparse.
Además, se lamenta Elad Shechter, fundador de la compañía de danza ‘c.a.t.a.m.o.n’, la guerra en Gaza ha hecho mucho más difíciles las colaboraciones con coreógrafos, artistas, técnicos de iluminación y traductores palestinos.
El diálogo artístico, un puente para la reconciliación
El impacto de la censura se percibe también en otros campos artísticos. Este noviembre, el diario israelí Haaretz recogió un incidente en el que manifestantes irrumpieron y encendieron bengalas dentro de una sala de conciertos en París durante una interpretación de la Filarmónica de Israel.
En la danza, coreógrafos como Elad Shechter denuncian su frustración ante la anulación de invitaciones a compañías de danza israelíes en festivales extranjeros, así como su negativa a llevar a cabo representaciones en territorio israelí.
“La percepción externa es que cualquier institución que reciba fondos públicos del Gobierno refleja necesariamente la política oficial, lo cual no es cierto”, afirma Elad, destacando la importancia de apoyar la danza y las artes en su papel de “herramientas activas de cambio social”.
“El boicot cierra espacios, mientras nosotros tratamos de abrir oportunidades y maneras de expresarnos”, señala Ruth Cummings.
Desde el 7 de octubre de 2023, su organización otorga microcréditos para apoyar a artistas palestinos e israelíes en dificultades por los retos de esta etapa, defendiendo que el trabajo artístico debería “trascender las narrativas políticas”.
La frustración, sin embargo, se mezcla con esperanza. “A largo plazo, el diálogo cultural y artístico pueden ser un puente para la reconciliación”, afirma Ruth.