
La conmemoración de los 100 años de nacimiento del dramaturgo Sergio Magaña (1924-1990) se celebrarán en el teatro que lleva su nombre, ubicado en la colonia Santa María la Ribera, alcaldía Cuauhtémoc, por lo que Crónica presenta una entrevista con quien ha sido el director de dicho espacio desde hace más de 30 años, Luis Chavira Alva.
El promotor cultural que conoció a Sergio Magaña narra cómo fue que recuperó el teatro en 1990 cuando éste era un basurero.
"Llegué el 1 de octubre de 1990, el recinto estaba abandonado, lo había manejado la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), los dueños del terreno eran la Confederación Nacional Campesina, pero se lo dieron a trabajar a Conasupo en 1981. Llegué y era un basurero", narra.
El Teatro Sergio Magaña se ubica en la calle Sor Juana Inés de la Cruz, número 114, en la Ciudad de México, y su historia se remonta a finales del siglo XIX cuando era parte del predio la Quinta San Miguel, después la propiedad fue comprada para construir el Templo de Nuestra Señora de la Salud dedicado al cuidado de enfermos hasta 1935 cuando pasó a ser manejado por la Secretaría de Hacienda.
Después, el recinto se convirtió en la Casa del Agrarista y en 1936, el pintor michoacano Jorge Vicario Román realizó ocho murales al interior del espacio. En 1981 pasó a manos de Conasupo y mediante comodato se convirtió en recinto cultural del Gobierno del Distrito Federal.
"Recuerdo que estábamos en el sexto Festival Latino de Nueva York en México, lo organizó mi maestro Manuel de la Cera Alonso. En ese año, 1990, mi maestro me dijo que tenía una cita con Florentino Castro, director de Sociocultur del D.F., la entonces Secretaría de Cultura, quien me recibió con horas de retraso y luego le pidió a su gente que me llevaran a un lugar", narra.
A Chavira Alva lo trasladaron a un inmueble abandonado de la calle Sor Juana Inés de la Cruz de la colonia Santa María la Ribera y lo primero que le impresionó fue la peste.
"Pregunté si ése era el lugar. Me dijeron que sí. Todo era un basurero. Fui con mi jefe al otro día preguntando qué había hecho mal para que me enviara a ese lugar, él me respondió que no era ningún castigo y que ése era un espacio que debía convertir en teatro”, platica.
Además de la limpieza y mantenimiento, Chavira Alva se enfrentó a un gran problema: cambiarle el nombre, el teatro se llamaba Roberto Amoros, en honor a un pionero de la Conasupo, y Chavira quería renombrarlo como Sergio Magaña, meta que logró.
APRENDIZAJES
“La cultura debe de trabajarse con honestidad, respeto, con mucha pasión y humildad. Trabajé 15 años con el maestro Manuel de la Cera Alonso, anduvimos haciendo muchas cosas, trabajábamos mucho con los teatros del Seguro Social y en aquel entonces con ISSSTE Cultura”, narra Chavira Alva.
El promotor cultural recuerda que el Teatro Sergio Magaña no fue el primer espacio escénico que rescató, también se ocupó de habilitar el Teatro Ciudadela, en la calle 3 Guerras.
“A un lado del teatro había una galería grandísima, fue la primera en llamarse José Guadalupe Posada, pero arriba no se hacía nada, estaba acéfala, entonces el maestro De la Cera que era un mago, tenía una capacidad de trabajo increíble, nos dio una encomienda y a mí me dijo que me tocaba hacer un foro arriba; imagínense conseguir madera de 19 milímetros para poner el piso, reflectores, y me dijo que venía Sergio Magaña a inaugurar”, narra.
Chavira Alva consiguió 22 botes grandes de leche, los pintó de negro, les hizo un hueco, puso cables, foco y una mica. “Así logré la iluminación y fue en ese teatro donde conocí al maestro Magaña, un hombre carismático, honesto y humilde que me dejó una escuela en el tiempo que lo traté”.
Cuando el foro quedó listo, Magaña dirigió “La dama de las Camelias”. “Él ya era un personaje reconocido, trabajando era un líder. La obra fue un éxito, además el maestro vivía muy cerca del teatro”.
APLAUSOS TRAS BAMBALINAS
“El oficio en un teatro es bello, convivimos, participamos y lo transmitimos, la mayoría de las veces no se ve, sufrimos antes de la obra, tenemos que checar que los camerinos estén listos, que los baños estén limpios, que haya papel, todos esos detalles que no se ven”, platica Luis Chavira Alva.
El director del Teatro Sergio Magaña se define como un trabajador que se preocupa cuando no hay público y sale a invitar a los vecinos e incluso a quienes están comprando en el mercado.
“El aplauso es alimento, es el final de un trabajo, pero no sabemos si los técnicos, los que estamos atrás, ya comieron, si desayunamos, si dormimos. Me critican porque digo que en el teatro lo hacemos todo. Aplico la programación que me manda la Dirección de Teatro a través de la Subdirección de Programación Cultural, resultado de una convocatoria, pero mi papel me lo he tomado en serio, invito gente, hago papelitos y volanteo en el mercado y con los vecinos”, platica.
Chavira Alva ha puesto de su dinero para solucionar carencias, por ejemplo, ha comprado bocinas, teléfonos y ha mandado a hacer los boletos para llevarlos a Tesorería.
¿Qué desearía a futuro para el Teatro Sergio Magaña?
Estoy seguro que llegó el tiempo de irme, pero que llegara una persona que le diera la dimensión que tiene este teatro en el que han trabajado grandes personajes de la historia teatral.
¿Ha habido trabajos de limpieza de los murales?
Cuando llegué se limpiaron, con el tiempo se han afectado por la humedad y la gente que no los cuida. En algún momento vinieron los compañeros de Bellas Artes, dijeron que estaban deteriorados y se tenía que cerrar el teatro un año, pero en un año se acaba el teatro, les propuse que trabajaran de noche, pero sólo quedó ahí la propuesta.
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