Cultura
El Colegio Nacional

Conmemoración del centenario de Antonio Alatorre

En el centenario de nacimiento Antonio Alatorre, destacado filólogo y quien fuera miembro de El Colegio Nacional, esta institución le rendirá un homenaje el próximo lunes 25 de julio. A propósito de esta conmemoración, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso, que pronunció el 26 de junio de 1981.

El filólogo y escritor Antonio Alatorre.

El filólogo y escritor Antonio Alatorre.

El Colegio Nacional

A la hora de ponerme a escribir este discurso, teniendo ya delante la primera hoja, aún en blanco, me vinieron a la cabeza unos versitos juguetones, y tan persistentes, que las frases iniciales que yo trataba de elaborar, frases serias, ajustadas a la retórica del exordio, se negaban a cuajar. Decidí entonces hacerles caso a los versitos, que dicen así: soy niño y mochacho, / nunca en tal me vi. Y la experiencia de hacerles caso, de analizarlos, o sea de percibir sus resonancias, era una experiencia grata. Por algo no podía sacudírmelos: eran ellos el comienzo de mi discurso. Una a una, las etapas de su análisis se convertían, sin violencia, en razones para adoptarlos como exordio.

Una primera razón es ésta: la confesión del estado de ánimo en que se encuentra el orador es una forma clásica de exordio (en Cicerón hay ejemplos excelentes), y forma honrada, relativamente inmune a la mentira. Lo primero que me dicen esos versos es que el trance de la recepción en El Colegio Nacional me asusta, lo cual es absolutamente cierto. Revive en mí, intensificada, la sensación de hace años al llegar a una primera hora de clase o al dar una conferencia a oyentes raros: un temblorcillo especial, ganas de estar en otro lado. La idea que tengo del Colegio Nacional me hace sentirme poco serio, mal preparado, fuera de mi atmósfera, niño y muchacho que nunca en tal se vio.

Segunda razón: esos versitos están trabados con la memoria de Alfonso Reyes, lo cual me permite poner con toda naturalidad, y ya en esta primera hoja, el nombre de uno de los miembros fundadores de El Colegio Nacional, que el año de su toma de posesión (1943) tenía una obra escrita aterradoramente más amplia que la mía. El homenaje a los grandes está muy en las normas retóricas del exordio, pero mi homenaje es tan espontáneo como mi confesión de miedo, porque lo que hubo entre don Alfonso y yo, con todas las limitaciones impuestas por mi inmadurez, fue una auténtica amistad literaria.

Tercera y decisiva razón: esos versos me gustan. Las palabras soy niño y mochacho, / nunca en tal me vi tienen para mí eso placentero que se llama chiste, que se llama gracia; son, para mí, palabras vivas, sugerentes, y de lo que voy a hablar en mi discurso es de cómo entiendo mi profesión de filólogo, puesto que evidentemente es esa profesión lo que me ha traído aquí, y “filología”, como se sabe, significa afición a las palabras.

Explicaré el chiste de los versitos. En sus últimos años, Alfonso Reyes solía platicar conmigo un rato cada día, en El Colegio de México. Y a él, que era un sibarita del verso, le oí decir más de una vez eso de Soy niño y mochacho, / nunca en tal me vi, que sonaba especialmente gracioso en sus labios. Pero además del placer de la situación estaba el placer de la evocación, pues se trata de una cita literaria. Abundan en la literatura de los Siglos de Oro las menciones de “La niña de Gómez Arias”, historia trágica basada quizá en un hecho real y cantada en el siglo XV en un romancillo del cual no se recordaban ya, a mediados del XVI, sino los cuatro versitos del momento más patético, cuando el desalmado Gómez Arias se apresta a degollar a la tierna doncellita y ella implora, toda llorosa:

Señor Gómez Arias,

doléos de mí:

soy niña y mochacha,

¡nunca en tal me vi!

Claro que los chistes explicados acaban por perder el chiste. Pero quería poner de relieve, aunque fuera a través de ese ejemplo miniatura, el flujo y reflujo que hay entre experiencia literaria y placer literario. Cada placer vivido se queda, se sedimenta y se hace parte del humus de la experiencia, nutridor a su vez de placeres. Uno de los libros más populares de Alfonso Reyes se llama justamente La experiencia literaria, y una de las lecciones de ese libro es que la literatura tiene más que ver con el placer que con la solemnidad y el aburrimiento. En el caso que he evocado, una parte de mi placer consistía en sentirme amigo literario de don Alfonso, saber que él sabía que yo, aprendiz de filólogo, era buen captador de su chiste, de su muy personal parodia de “La niña de Gómez Arias”.

Cartelera sobre el filólogo y escritor Antonio Alatorre.

Cartelera sobre el filólogo y escritor Antonio Alatorre.