Cultura

"Cuitlahuatzin", ópera de Samuel Zyman

No le falta nada para ser una ópera, y sí le sobran varios elementos para ser cantata

crítica

Una escena.

Una escena.

Mauricio Rábago.

El pasado 17 de julio, pudimos asistir al palacio de las Bellas Artes, a la ópera "Cuitlahuazin", con música de Samuel Ziman y libreto de Samuel Máynez. Un gran éxito, música muy accesible y buen libreto; interesantísimo.

El programa de mano dice textualmente:

“Cantata Épica Cuitlahuazin Iniciativa y obra comisionada por la Alcaldía Iztapalapa. Espectáculo de ópera en náhuatl sobre el legado y la visión de Cuitláhuac, guerrero y tlahtoani de Iztapalapa y México Tenochtitlán, símbolo de lucha y libertad. Sobre la idea original y libreto de Samuel Máynez Champion, la música de Samuel Zyman, la traducción al náhuatl y asesoría histórica de Patrick Johansson”.

Saltan a la vista en este breve párrafo algunas contradicciones: Se le llama indistintamente cantata épica y ópera. ¿Cuál de las dos es? Son dos géneros bien distintos. ¿Es Cuitláhuac o Cuitlahuatzin? Se destaca de inmediato el sesgo político del evento al mencionar claramente desde un principio que se trata de una obra comisionada por la Alcaldía Iztapalapa.

Pero enfocándonos en el espectáculo, la obra se interpreta íntegramente en náhuatl, lo cual constituye una enorme dificultad para coro y solistas. Por supuesto la ópera contó con supertitulaje al castellano. La música es muy digerible; no carente de modernidad, pero emplea recursos tradicionales en la armonía y en las escalas musicales. La línea melódica destinada a los cantantes es hermosa y bien estructurada; Zyman sabe escribir correctamente para las voces.

El libreto bien estructurado e interesante: mantiene la tensión dramática, es evidente la enorme investigación y empatía de Máynez en el tema. En mi opinión no le falta nada para ser una ópera, y sí le sobran varios elementos para ser cantata; por ejemplo: si tiene danza, vestuario, maquillaje, elementos escenográficos, actuación, y lenguaje corporal no puede ser una cantata; se trata de una ópera, que podría perfectamente estructurarse en dos actos, la ópera Cuitlahuazin está estructurada en un acto y trece escenas, pero no por ello deja de ser una ópera, abundan ejemplos de obras de este género en un solo acto.

Tocó la orquesta “Camerata Metropolitana de la Ciudad de México”, bajo la batuta de Humberto López Sánchez, quien se desempeñó brillantemente y logró que todo el contingente sonoro fluyera correctamente, produciéndose momentos muy logrados. A la orquesta se integran las sonoridades mágicas de un par de grupos de música autóctona: las agrupaciones prehispánicas Tribu y Yodoquinsi

Brillante actuación de la Sociedad Coral Cantus Hominum, dirigida por Leonardo Villeda.

Los solistas de maravilla, destacaron en primer lugar la mezzosoprano, Linda Saldaña, que interpretó a Tlilpotonqui; muy bien cantada y actuada; lucen sus hermosos rasgos nativos y su magnífica voz bien trabajada, está en plenitud.

El barítono Pablo Aranday Interpretó a Cuitlahuatzin, se trata de un solista con destacada presencia escénica, joven y con una amplia trayectoria en Europa y América. Muy bien actuado; había verdad escénica en su interpretación y en cuanto a su canto, no deja nada a deber, una voz muy bien trabajada con recursos técnicos de sobra para este personaje.

El tenor Rogelio Marín, con amplia experiencia, interpretó brillantemente a Amatlamatqui. Lo notamos un poco cansado de la voz, lo cual podría deberse a que es la emisión que emplea para representar el cansancio y angustia de su personaje.

Debemos aplaudir a los tenores, Josué Hernández (Temilotzin), José Arturo Barrera (Cuauhtemoctzin); a la mezzo, Paola Gutiérrez Candia (Matlaltzincatzin), y a la soprano Maryfer Santillán (Tecuhichpotzin)

Grupos de danzantes, proyección escénica, en suma: un gran espectáculo digno de llevarse a las salas de ópera del interior del país y del extranjero. Se estrenó en la Macroplaza de Iztapalapa, en octubre de 2022.

Por último, cabe destacar el entusiasmo y la magnífica dirección escénica de Ragnar Conde, que es ya un referente de calidad en la opera de México. ¡Un gran aplauso!

No todo fue miel sobre hojuelas; se me negó la entrada pese a que me acredité como prensa con el personal del INBA y de la Alcaldía, desde siete días antes. Si logré entrar, fue porque una persona del público me obsequió un boleto.

Fue un gusto acudir al nacimiento de una obra muy valiosa a la que le deseamos mucho éxito y difusión en nuestro país y en el extranjero, porque se lo merece.

¡Enhorabuena!